Los vendidos.
Karen Batres El Norte
El estado de Carolina del Norte, en Estados Unidos, produce camote, pepino y calabaza en cantidades importantes.Éstas son cosechas que sólo pueden recogerse a mano. No hay máquinas que puedan hacerlo sin dañar los productos.Por lo mismo, los que se dedican a estas tareas son indocumentados mexicanos en su mayoría.Los granjeros en Carolina del Norte se abastecen de trabajadores mediante "contratistas": mexicanos legales o ilegales que pasan de ser mano de obra a empresarios en pequeña escala que reclutan, organizan el cruce de la frontera, el transporte de indocumentados hacia los campos de Carolina del Norte, y su organización en el campo.
Una vez allá, los trabajadores se hospedan en viejas casonas o estructuras hechas con el propósito de proveer espacios reducidos para dormir, una cocina elemental y baños. Algunos granjeros cobran renta para estos espacios, otros no. Algunos cobran gastos de luz y agua. Un elemento en común es una falta de mantenimiento: los mosquiteros están rotos, la única limpieza es la que proporcionan los mismos trabajadores. Los granjeros dicen que, como los trabajadores no cuidan su vivienda, ya no están dispuestos a seguir gastando en mantenimiento.
En realidad tienen razón. No obstante, con regaderas que no permiten un cupo adecuado, con baños que carecen de privacidad y condiciones de hacinamiento, nadie se siente motivado a ponerse a limpiar.Estos sitios se encuentran al final de pequeños caminos rurales, lejos de vías transitadas, para que nadie pueda ubicarlos fácilmente. Aunque esto otorga un poco de tranquilidad para los indocumentados, también los aísla, los hace dependientes del transporte provisto por el contratista para ir a algún centro poblado para lavar ropa o comprar lo que requieran.
No cuentan con servicios médicos, y menos están enterados de los pocos derechos que sí tienen. Carecen de protección contra la exposición a insecticidas dañinos, porque no pueden negarse a trabajar un campo fumigado antes de que se quite el efecto tóxico. Negarse es perder el empleo.
Las compañías que compran los productos agrícolas de Carolina del Norte son grandes e importantes. Históricamente, suelen ser apoyadoras incondicionales del Partido Republicano. Tienen el poder de obligar a los granjeros a permitir la entrada de sindicatos para la mano de obra agrícola, pero en general no lo hacen, con el espurio argumento de la autonomía intocable de los productores. Las que sí han presionado a este fin no han sufrido un aumento significativo en el costo de los productos que consumen, pero las condiciones de los indocumentados han mejorado (The Working Poor, 2005).
Existen muchísimas cosechas en Estados Unidos que se recogen a mano. Nadie más hace ese trabajo. Si se elimina o se reduce el flujo de indocumentados, cosechas enteras se perderán. La mano del indocumentado alimenta al mundo desde los campos de Estados Unidos.El partido que se beneficia de las grandes compañías que viven del trabajo de ilegales es el partido que por fin permitió el muro fronterizo, porque los políticos tienen una visión que sólo abarca desde este momento hasta la próxima elección. Su imagen lo es todo.
Vivimos de las remesas. Tenemos el mérito de saberlo. Estados Unidos se alimenta de la mano mexicana y exporta al mundo. Su infame hipocresía es no reconocerlo en voz alta, no cuidar a los que trabajan en sus campos y fábricas, no admitir que están ahí porque no existe una alternativa, ni aquí ni allá. El mexicano vende su trabajo. El político vende su alma.
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