martes, abril 26, 2011

Haciendo Camino, desde Monterrey, México, La Ciudad de la Violencia, homenajeando a los niños

Quienes con su sola presencia hacen mejor este planeta, naturalmente por Somos Uno Radio





En la música: Pablo Milanés, Ana Belen, Pedro Guerra & Julieta Venegas, Alejandro Filio; Carlos
Mejía Godoy, Alberto Cortéz, Mercedes Sosa y máxxx.

domingo, abril 24, 2011

MENSAJE DE PASCUA DE FRAY RAÚL VERA



¡No está aquí ha resucitado! (Mt 28.6)


UN VIACRUCIS E INMENSO SEPULCRO

La tragedia humanitaria que estamos viviendo en el noreste de México, que salvas sus peculiares características, no dista mucho de lo que se vive en el resto del país, no puede pasarnos desapercibida; hoy varios territorios de nuestros estados fronterizos se han convertido en ruta de la muerte, en el actual Vía Crucis donde los secuestros, ejecuciones y el desplazamiento forzado, son una realidad inobjetable, donde las desapariciones forzadas son ya incontables, donde las y los migrantes valen lo que su familiar puede pagar por su rescate. Donde los dueños de algunas empresas prefieren convertirse en cómplices por la muerte de gente inocente, antes que asumir los costos del pago de seguros de vida o arriesgarse a disminuir sus ganancias.
Al noreste mexicano lo han convertido en un inmenso sepulcro, donde ilegítimamente se puede mandar sellar “legalmente” la mina de Pasta de Conchos, así como enterrar en fosas clandestinas a cientos de personas. La impunidad, la injusticia y la negación de todos los derechos humanos es la ley que rige.

Este es el crudo panorama ante el que recibimos en este año las celebraciones de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Sin embargo, sabemos con certeza que Él, que prometió que estaría con nosotros y nosotras hasta el fin del mundo (Cf. Mt 28,20), no está ausente de tanto dolor, de tanto sufrimiento, de tantas lágrimas y lamentos, pues también nos aseguró que Él estaría presente, personalmente, en todos aquellos, en todas aquellas que son víctimas de cualquier sufrimiento y opresión.

Pero como llevamos muy en lo hondo de nuestras conciencias que lo que hagamos por el que sufre a Él lo hacemos, y lo que le neguemos de ayuda, a Él se lo negamos (Cf. Mt 25,31-46), queremos buscar en su Palabra la luz que ilumine nuestra mente y fortalezca nuestras voluntades, para descubrir los signos de su presencia entre nosotros y nosotras, y movernos en su nombre en colaboración con personas y grupos de buena voluntad, a corregir el rumbo de nuestra historia en estos momentos.

LA PASCUA DE CRISTO HACE PASAR A LA HUMANIDAD DE LA MUERTE DEL PECADO A LA VIDA EN DIOS


Jesús categóricamente dijo al fariseo Nicodemo, miembro del Sanedrín de los Judíos que lo fue a visitar de noche, según lo transmite el evangelio de San Juan, que: “tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él”.
En estas palabras reconocemos la decisión irrevocable que emerge desde lo más profundo del corazón de Dios de rescatar a la humanidad de la destrucción a la que la sometió el pecado, con un modo de vivir que la conduce al fracaso. Se llama “pecado” a las acciones humanas que realizamos con criterios totalmente contrarios a los designios Dios, acciones que nos conducen a cometer todo tipo de injusticias y atropellos contra nuestras y nuestros semejantes, y a ejercitar todo género de violencia contra personas, familias y pueblos, que deja tras de sí tristeza, desolación y muerte.

Dios, por medio de su Hijo Jesucristo, nos rescata del modelo de vida equivocado al que nos lleva el pecado, como lo dijo Él mismo a Nicodemo durante el diálogo que sostuvieron los dos aquella noche en que el fariseo lo visitó a escondidas de los demás miembros del Sanedrín. En efecto, Jesús le dijo: "En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios", a lo que Nicodemo replicó: "¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?". Jesús le respondió: "En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu. No te asombres de que te haya dicho: Tienen que nacer de nuevo. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu." (Jn 3, 3-8)

Cristo estaba hablando de un nuevo nacimiento, del surgimiento de un nuevo orden de cosas que San Pablo entendió muy bien cuando dice: “el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo. Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo” (2 Cor 5,17-18). Cuando Jesús ante Nicodemo hace referencia al nuevo nacimiento “de agua y de Espíritu”, está hablando del bautismo, por eso San Pablo en su Carta a los Romanos, explica el bautismo de la siguiente manera: “¿O es que ignoran que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con Él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Porque si hemos sido hechos una misma cosa con Él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con Él, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado. Pues el que está muerto, queda liberado del pecado. Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él, sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, y que la muerte no tiene ya señorío sobre Él. Su muerte fue un morir al pecado, de una vez para siempre; mas su vida, es un vivir para Dios. Así también ustedes, considérense como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.” (Rm 6,3-11).

San Pablo se refiere a que por medio del bautismo nosotros somos integrados a la Pascua de Jesús, es decir, al misterio de su muerte y resurrección; pasamos de la dinámica de la muerte en la que nos introduce el pecado, a vivir ya desde esta tierra una vida que nunca terminará (porque es eterna), que es la vida en Dios. Las obras caducas a las que nos había arrastrado el pecado, que concluyen en la destrucción de personas y de pueblos enteros, son dejadas atrás para dar paso a un orden nuevo de cosas, a cuyo desarrollo nosotras y nosotros debemos colaborar, esto lo afirma San Pablo en la continuación del párrafo de su carta, al que nos hemos referido antes: “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal de modo que obedezcan a sus apetencias. Ni hagan ya de sus miembros armas de injusticia al servicio del pecado; sino más bien ofrézcanse ustedes mismos a Dios como muertos retornados a la vida; y sus miembros, como armas de justicia al servicio de Dios” (Rm 6,12-13).
El pecado hace de nosotros y nosotras servidores y servidoras de una cultura de muerte, Jesucristo con su muerte y resurrección, nos rescata para ponernos al servicio de la vida y todo aquello que la hace florecer en cada persona, en cada familia y en cada pueblo.

LA RESUCCIÓN DE JESUCRISTO NOS ABRE EL CAMINO A LA LUZ La celebración de la Vigilia Pascual, que la Iglesia realiza por la noche del sábado santo y termina la madrugada del Domingo de Pascua, es la gran solemnidad anual de la Resurrección de Cristo. Dicha liturgia se inicia con la bendición del Fuego Nuevo, donde se enciende el Cirio Pascual, que representa en las fiestas de pascua a Cristo Resucitado. El ministro que introduce en el templo el Cirio Pascual encendido, mientras recorre la nave del templo, tres veces levanta el Cirio encendido y proclama cantando: “¡CRISTO LUZ DEL MUNDO!” y el pueblo responde cantando también: “¡Demos gracias a Dios!”. A continuación, el mismo ministro que cargó el Cirio, proclama el Pregón Pascual –que es un anuncio solemne de la Resurrección de Cristo- cuyo contenido inicia con estas palabras:

“Alégrense por fin los coros de los ángeles,
alégrense las jerarquías del cielo,
Y por la victoria de rey tan poderoso,
Que las trompetas anuncien la salvación.

“Goce también la tierra inundada de tanta claridad,
y que, radiante con el fulgor del rey eterno,
se sienta libre de la tiniebla que cubría el orbe entero.

“Alégrese también nuestra Madre la Iglesia
revestida de luz tan brillante;
resuene este templo con las aclamaciones del pueblo”.
Se trata, pues, de una fiesta en la que la Iglesia proclama al orbe entero que con Cristo resucitado la tierra ha sido inundada por la luz divina, que ha disipado las tinieblas del error con el que el pecado la tenía cubierta.
La luz que se proyecta con la venida del Hijo de Dios al mundo para vivir en medio de nosotros y nosotras (Cf. Jn 1,14), es una característica que enfatiza el Evangelio de San Juan, cuando anuncia que Aquél que es la Palabra (de Dios), Jesús, vino al mundo, trayendo consigo la luz para todos los hombres y todas las mujeres que lo aceptan (Cf. Jn 1, 4-5.7-12). Este mismo Evangelio transmite que durante su vida en el mundo, Jesús declaró que mientras estuviera entre nosotros y nosotras, tenía que realizar las obras que iluminarán el sentido de nuestra existencia, y debía enseñarnos con su palabra todo aquello que nos lleva a vivir a la luz de la verdad que viene de Dios (Cf. Jn 3,21; 8,12.31; 9,4-5; 10,38 11,9).
Conducir nuestra vida a la luz de su palabra nos lleva a nosotros mismos y nosotras mismas a ser luz del mundo (Cf. Mt 5, 14). Y no solamente proyectamos esta luz individualmente (Cf. Mt 5,15), sino también comunitariamente, como un pueblo organizado a la luz de su palabra (Cf 5,14; Jn 13, 34); por el modo como los discípulos de Jesús nos relacionemos y tratemos a los demás, conocerá el mundo que somos seguidores suyos (Cf. 13,35).

Los Evangelios y los demás escritos de los apóstoles o sus discípulos inmediatos, como es el caso del Libro de los Hechos de los Apóstoles, cuyo autor es San Lucas, discípulo de San Pablo, nos enseñan que a partir de la muerte y la resurrección de Jesús, tras el descontrol que vivieron al verlo crucificado, la vida de sus discípulos y discípulas cambió radicalmente (Cf. Jn 20,11- 29; 21,4-14; Lc 24,13-35.36-41; Mt 28,9-10.16-20; Hch 4,5-22). El caso de San Pablo es uno de los más significativos en el cambio de su vida, como resultado de su encuentro con Jesucristo resucitado; él, en su carta a los Gálatas, transmite su testimonio de esta experiencia (Cf. Gal 1,11-24). El libro de los Hechos de los Apóstoles hace un recuento pormenorizado del encuentro de Pablo con Jesús resucitado a las puertas de la ciudad de Damasco (Cf. Hch 9,1-19). Esta experiencia del resucitado acompañó desde un principio la fe de la Iglesia y sigue siendo hasta el día de hoy el fundamento clave de su vida y de su predicación. A propósito San Pablo llega a decir: “Si no hay resurrección de los muertos, tampoco Cristo resucitó, y si no resucitó Cristo, nuestra predicación es vana y vana también la fe de ustedes… siguen en sus pecados… Si nuestra esperanza en Cristo se limita sólo a esta vida, ¡somos las personas más dignas de compasión!” (1 Cor 15,13.17-18).

JESÚS RESUCITADO NOS FORTALECE EN EL CAMINO HACIA LA JUSTICIA Y LA PAZNuestro Señor Jesucristo dijo claramente a los apóstoles que sin su salida de este mundo a través de la manera dolorosa como se verificaría, no sería enviado el Espíritu Santo (Cf. Jn 16,7). Después de su resurrección hizo patente que la primera consecuencia en favor de sus discípulos y del mundo entero, de su muerte y resurrección fue el don del Espíritu Santo (Cf. Jn 20, 22-23; Lc 24,49; Hch 1,8); así lo empezaron a anunciar los apóstoles a partir del día de Pentecostés (Cf. Hch 2,22-33). Gracias a la presencia del Espíritu Santo en nosotros, como lo anunció Jesús a sus discípulos, entendemos las enseñanzas de Él para aplicarlas en nuestra historia individual y social, en nuestra existencia como personas, pero también como grupos sociales que vivimos en determinados épocas de la historia, en diversas regiones y culturas (Cf. Jn 16,12-15 ). A quienes creemos en Jesús nos corresponde ser luz del mundo, para que los y las demás, viendo nuestras buenas obras, den gloria a Dios, que es Padre de todos y todas quienes componemos la familia humana (Cf. Mt 5,14-16).

La pascua de Jesús proyecta sobre el mundo entero una luz poderosa que se difunde por medio del evangelio, por eso a los hombres y las mujeres que lo seguimos, nos corresponde asumir las opciones que Él tomó en el tiempo histórico que pasó entre nosotros, como lo afirma Aparecida, el Documento Conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño, cuando dice que el discípulo de Jesús “se forma para asumir su mismo estilo de vida y sus mismas motivaciones (cf. Lc 6, 40b), correr su misma suerte y hacerse cargo de su misión de hacer nuevas todas las cosas” (n. 131).

Veamos al menos furtivamente, algunas de las motivaciones que conforman el estilo de vida que Jesús asumió mientras vivió en su condición mortal, y que son la base para que el día de hoy nosotros y nosotras, sus discípulos y discípulas, trabajemos por la construcción del mundo según la novedad que Jesús le imprime a la historia: Para Jesús los más importantes no son los que aplastan y esclavizan a los demás, valiéndose del poder que han adquirido, sino los que se hacen servidores de sus semejantes, los que se preocupan por el prójimo, poniendo especial énfasis en atender a los más pequeños, los más expuestos, quienes están en mayor riesgo, los que son considerados como los más insignificantes de este mundo, los que no cuentan, los excluidos de la tierra (Cf. Mc 10,41-45; Lc 4,16-21; Mt 25,31-40).

Jesús enseñó que todos los hombres y las mujeres tenemos la misma dignidad, que el único grande es Dios y todos nosotros, todas nosotras, somos hermanos y hermanas; por lo tanto, todos tenemos los mismos derechos en esta tierra y las mismas obligaciones de servir a Dios en nuestro prójimo; esa dignidad no depende de si somos hombres o mujeres, si somos judíos o de cualquier nacionalidad, si pertenecemos a una raza o a otra, ni tampoco, si somos de una religión u otra, ni de una determinada condición social (Cf. Mt 23, 8-10; Mc 11,15-17; Is 56,7; Lc 7,37-48; 10,30-37; 21,1-4; 14,12-14).

Jesús fue partidario de una sociedad incluyente, no elitista ni de perfectos (Mt 9,9-13; Mt. 19,13-15; Lc 15,11-31; 19,1-10). Fue muy clara su predilección por los pobres del mundo y su opción por ellos, porque es la opción del Padre, y junto con ello, manifestó su firme decisión por la justicia (Cf. Mt 11,25-26; 25, 31-40; Lc 1,46-55; 4, 16-21; 18,18-27), y por la equitativa distribución de los bienes de la tierra (Lc 6,20-21; 12,16-21; 16,19-31; Mt 19,16-26). No aceptó la discriminación (Jn 4,1-26; 8,1-11; 9,1-39; Mt 8.1-4; Lc 17,11-19).

¡NO ESTÁ AQUÍ, HA RESUCITADO! (Mt 28, 6)Constatamos en la vida de nuestro pueblo la acción potente de Jesús Resucitado, que con su luz rompe las tinieblas en las que se ha intentado atraparlo por medio del terror; hay mujeres y hombres que con temor, pero sobre todo con dignidad, decidieron levantarse, salir al encuentro de la Esperanza, a buscar a quien dieron por desaparecido o por muerto o por muerta.

Así como María Magdalena fue la primera mujer que corrió a compartir la noticia de que Jesús estaba vivo, que la muerte no lo había vencido; con su valor y convicción convocó a más mujeres y hombres a salir de su dolor y caminar hacia el encuentro de la Vida y de la Esperanza. Miles de mujeres y hombres viven hoy lo mismo que ella vivió al no encontrar a su amado (Cf. Jn 20, 11-18).

Cuántas madres corren hoy por los pasillos del Ministerio Público en la búsqueda de sus hijos, corren a los lugares donde hay fosas clandestinas para encontrar a sus esposos, hijas o hijos desaparecidos; cuántas mujeres y hombres lloran y claman en las oficinas de la Procuraduría General de la República para que alguien les diga dónde están sus familiares desaparecidos o ejecutados; cuántas mujeres se enfrentan con las autoridades gubernamentales con el deseo de obtener palabras de aliento y de esperanza; nadie las atiende, sólo encuentran desinterés, corrupción, impunidad y negación.

Sin embargo, con quienes sí se encuentran son con otras mujeres y hombres que han decidido no quedarse parados; sumidos en el dolor y en la muerte. Estas dignas mujeres y hombres se convierten en portadoras y portadores de esperanza cuando alientan con sus palabras a otras personas en la misma situación; ellas y ellos se acompañan entre sí abriendo su corazón, sosteniendo su mirada, compartiendo su experiencia de organizarse para acercar la justicia, estrechando los abrazos para quienes de manera sorpresiva han sido puestas y puestos en el camino de la angustia, de la incertidumbre; cuando los hijos, esposos, hermanos, han sido desaparecidos o ejecutados, no dejan de caminar, no dejan de correr, no dejen de ver, no dejan de escuchar y no dejan de sentir.

Jesús no está desaparecido, no ha muerto ¡Jesús ha resucitado! Y con Él ha resucitado la esperanza de encontrar a nuestros desaparecidos y desaparecidas; encontrar mejores oportunidades de vida para nuestros niños y niñas. De luchar venciendo nuestro dolor y nuestra angustia; de caminar y llevar nuestra historia, que es la historia de muchos y muchas, para no claudicar en la construcción de un México donde la justicia y la paz sean una realidad.

Estos son los signos de que Cristo Resucitado sigue caminando a nuestro lado, que no se hace presente en los que siembran la destrucción, la guerra y la violencia, sino que se hace presente en los pequeños, en los insignificantes, en los débiles que tienen puesta su confianza en Él que es el Dios de la vida y del amor, de la paz y la verdad. Aquel a quien nos sigue revelando Jesucristo con la potencia de su Resurrección, que fortalece a los desvalidos y los levanta como robles de justicia (Cf. Is 61,3), para hacer de ellos constructores de la paz.

Con todo mi corazón les bendigo y les abrazo, para desear a todos y todas, una muy ¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!

Saltillo, Coah., 24 de abril de 2011


Fray Raúl Vera López, O.P.
Obispo de Saltillo

domingo, abril 17, 2011

¡Quiero que me regresen a mis hijos vivos o muertos”

DOLOR. Yola, hermana de Reyna y Miguel Ángel, hija de don Ascención, contempla el altar dedicado a sus hermanos

MORELIA, Mich.— El autobús 3550 de la línea Ómnibus de México cumplió su ruta la mañana del 25 de marzo sólo con el equipaje; los 12 pasajeros procedentes de Morelia desaparecieron antes de llegar a Reynosa.

Los dueños de las maletas fueron “bajados” del camión en la entrada de San Fernando, Tamaulipas, según narró el chofer de la unidad a familiares de seis jóvenes desaparecidos originarios de El Limón de Papatzindán, en el municipio de Tiquicheo.

En ese grupo están Reyna y Misael, de 25 y 24 años, quienes tenían tres días de casados y decidieron emprender un viaje con destino a Houston, Texas, cruzando por Reynosa.

Los recién casados abandonaban por vez primera su comunidad en pos del sueño americano, junto con el hermano de Reyna, Miguel Ángel de 19 años; el primo de Misael, Augusto de 22 años, y dos amigos, Pedro de 20 y Humberto, también de 20.

“El chofer nos dijo que eran como las siete de la mañana cuando le tocó pasar por la oficina de San Fernando, cosa que nos relató, no quería. Y que cuando iba entrando a ese pueblo unas camionetas grises le cerraron el paso y bajaron a todos”, cuenta Jesús, padrastro de Augusto y tío de Misael.

El 28 de marzo, al pasar cuatro días sin saber de los muchachos, Jesús debió apersonarse en las oficinas de Ómnibus de México en la central de Morelia para que le dieran razón de sus seres queridos.

“Tuve que exigirle al gerente que nos ayudara a rastrear lo que había pasado con ellos, porque ya empezaba a salir en las noticias que estaban encontrando cuerpos enterrados y fue que nos entró mucha preocupación”, narra don Jesús, quien dijo que la línea de camiones le aseguró que una vez que llegó el autobús a Reynosa, se levantó una denuncia sobre lo que ocurrió.

El procurador de Justicia local, Jesús Montejano, informó que se sigue la pista del camión y del chofer, y corroboró la versión de la denuncia interpuesta por Ómnibus de México.

El funcionario estatal informó que son 27 michoacanos reportados como desaparecidos en Tamaulipas, con indicios de encontrarse entre las víctimas enterradas en las fosas.

“Esperamos más denuncias conforme pasen los días, pues no se puede descartar que más gente hizo viajes a esa frontera”, dijo el procurador.

Afirmó que ya se enviaron las 27 muestras de ADN tanto a autoridades fronterizas como en Toluca, para verificar las identidades de los desaparecidos con los cadáveres hallados.

El diputado local Antonio García Conejo, presidente de la Comisión de Asuntos Migratorios del Congreso de Michoacán, dijo que desde 2010 se tiene conocimiento de casos de paisanos secuestrados y extorsionados a su paso por Tamaulipas.

“Desde entonces hicimos un llamado a la federación para que atendiera estos asuntos, pero lamentablemente no se nos hizo caso”, dijo, al tiempo en que mostró un exhorto legislativo fechado en enero.

Mientras tanto, en la comunidad de El Limón de Papatzindán, el dolor comunitario es palpable. Cualquiera de sus habitantes conoce o ha escuchado sobre la tragedia de los muchachos.

“Estoy muerto en vida ¿qué más le puedo decir? Estoy harto de tanto abandono, nadie nos atiende, nadie nos dice nada. ¡Lo único que quiero es que me regresen a mis hijos vivos o muertos, pero que me los regresen”, reclama con voz quebrada y tono de resignación el señor Ascención.

Los llantos, entre rezos y súplicas celestiales de toda la familia, se escuchan a metros de distancia de la vivienda de tabicón y teja de la familia, que en principio se rehusa a hablar derivado del dolor que la embarga, aunque a la postre reflexiona y accede a platicar con El UNIVERSAL.

“Yo ya no puedo con esta angustia. Mi muchacho es bueno, trabajador, campesino que se tuvo que ir de aquí para buscar un lugar mejor”, platica María Luisa, madre de Humberto.

Al buscar al gerente de Ómnibus de México en Morelia se informó que éste no se encontraba laborando.

Sin embargo, en el mostrador la venta de boletos con destinos fronterizos a Tamaulipas sigue.

“Le recomiendo que haga su reservación cinco días antes de la fecha en que quiere salir”, dijo el empleado de mostrador a Rafael, quien tiene planeado viajar a Dallas por Laredo.

—¿No le da miedo viajar allá con todo lo que se dice?

—“La verdad, sí y mucho, pero no me queda de otra, tengo asuntos que me urgen atender. Y si yo soy alguien que no se mete con nadie, no me deben hacer nada”.

martes, abril 12, 2011

Haciendo Camino, miercoles 7:00 pm en Somos Uno Radio

Haciendo Camino desde Monterrey, México, la ciudad de la violencia; aderezada de opulencia y marginalidad social

En la música: Pablo Milanés, Alejandro Filio, Joaquín Sabina, Silvio Rodríguez
Chucho y Etc. y máx



En los temas de la semana: Tamaulipas es noticia, más de 100 asesinatos de gente que se atrevió a viajar en carreteras tamaulipecas rumbo a Estados Unidos y al norte del país, resultado de la corrupción de las policías y la alarmante incapacidad de los gobiernos priístas y panistas.

viernes, abril 08, 2011

El camino de la paz

Ximena Peredo
8 Abr. 11

Estoy entendiendo de distinta forma la definición que guardaba Alfonso Reyes del regiomontano. Al definirlo como "un paladín en blusa de obrero, un filósofo sin saberlo", pensaba que Reyes idealizaba a un pueblo callado. Sin embargo, muchos años después, la guerra y la posibilidad diaria de morir nos ha puesto a todos a filosofar. Advertir que nuestra muerte podría suceder en cualquier momento nos está transformando de formas insospechadas, ¿lo ha notado?

Y no me refiero a la crueldad exacerbada de unos pocos, ni a las infancias truncadas por la metralleta. La violencia desatada y la incapacidad de las autoridades para contenerla nos ha obligado a quedarnos con la papa caliente entre las manos. Así hemos iniciado reflexiones vitales. Acusar e insultar a las autoridades, ya lo hemos visto, no ha solucionado el problema. Nos libera momentáneamente de un grito ahogado, pero el terror se multiplica cuando vemos que no valen las palabras, ni las razones.

En cambio, y aunque a la manifestación nacional del miércoles fuimos pocos, estoy convencida de que cada vez somos más quienes llegamos a la conclusión de que esta guerra no sólo es el resultado de una sádica obsesión de quienes nos gobiernan, sino la factura de varias cuentas pendientes. Cuentas que adeudamos casi todos, con excepción de las niñas y los niños.

Quienes saben que la paz nunca es conquistada por la vía armada han decidido abonar al proceso de reconciliación social desechando algunas conductas que ahora reconocen como antisociales. Las reflexiones de Javier Sicilia, sobre todo las que se centran en la compasión hacia los jóvenes mexicanos que asesinan por dinero, nos convocan a practicar sentimientos colectivos que antes desechamos por avaricia, como la solidaridad y el respeto.

Ahora, con la casa en llamas, es más absurdo pelear por lo que antes parecía importante. Ahora, extraviados como nunca, hacemos un exhaustivo ejercicio de memoria para recordar cuántas veces optamos por la dirección equivocada. Conceder al poder y al dinero las dos sillas de honor y comportarnos como sus sirvientes ha sido el argumento de la historia que hemos escrito en los últimos 30 años.

Las principales víctimas de esta historia no somos nosotros, que recientemente tememos salir a la calle, sino quienes mueren por no tener dinero para comer o para curarse. Los grandes perdedores de esta guerra son quienes se han acostumbrado a la marginación. El derecho a la vida está seriamente comprometido en este País, pero esto no es un fenómeno reciente.

Lo más trágico de morir por una bala perdida es caer asesinado por una persona que sabe que su propia cabeza tiene un precio. ¿Cómo es un día cotidiano en la vida de un sicario?, ¿cómo ha sido la vida de un joven soldado? Quien mata por dinero o por poder está sufriendo profundamente, eso no lo podemos perder de vista. Quien paga por la cabeza de alguien jamás ha escuchado que la comunidad lo necesita. Ésta es la gran desgracia instalada en México.

Por eso he dejado de ponerle nombre y apellido al fracaso. Me parece importante fijar posturas básicas sobre la negligencia deliberada de las autoridades, pero el problema no se resolvería aunque se fueran todos. De hecho, me suena a gran estafa la campaña golpista orquestada en contra de Rodrigo Medina. No hay cómo defenderlo, ni intento parecer su abogada, pero me parece no sólo patético, sino deprimente que alguien pretenda aprovechar esta crisis para capitalizarse políticamente pues, en lo profundo, se trata de una crisis moral.

En la concentración ciudadana del miércoles pasado se escuchó más fuerte el deseo de una reconciliación que la diatriba o el desahogo encolerizado.

Sí, muchos se han envenenado de miedo, por eso desesperan, por eso creen saber quién es el culpable. Otros, en cambio, han iniciado un proceso necesario de revisión personal, familiar y colectivo. Unos van en el tren de la guerra, aunque digan detestarla; los otros han decidido tomar el camino de la paz.

miércoles, abril 06, 2011

Carta de Javier Sicilia

El brutal asesinato de mi hijo Juan Francisco, de Julio César Romero Jaime, de Luis Antonio Romero Jaime y de Gabriel Anejo Escalera, se suma a los de tantos otros muchachos y muchachas que han sido igualm ente asesinados a lo largo y ancho del país a causa no sólo de la guerra desatada por el gobierno de Calderón contra el crimen organizado, sino del pudrimiento del corazón que se ha apoderado de la mal llamada clase política y de la clase criminal, que ha roto sus códigos de honor.
No quiero, en esta carta, hablarles de las virtudes de mi hijo, que eran inmensas, ni de las de los otros muchachos que vi florecer a su lado, estudiando, jugando, amando, creciendo, para servir, como tantos otros muchachos, a este país que ustedes han desgarrado. Hablar de ello no serviría más que para conmover lo que ya de por sí conmueve el corazón de la ciudadanía hasta la indignación. No quiero tampoco hablar del dolor de mi familia y de la familia de cada uno de los muchachos destruidos. Para ese dolor no hay palabras –sólo la poesía puede acercarse un poco a él, y ustedes no saben de poesía–. Lo que hoy quiero decirles desde esas vidas mutiladas, desde ese dolor que carece de nombre porque es fruto de lo que no pertenece a la naturaleza –la muerte de un hijo es siempre antinatural y por ello carece de nombre: entonces no se es huérfano ni viudo, se es simple y dolorosamente nada–, desde esas vidas mutiladas, repito, desde ese sufrimiento, desde la indignación que esas muertes han provocado, es simplemente que estamos hasta la madre.
Estamos hasta la madre de ustedes, políticos –y cuando digo políticos no me refiero a ninguno en particular, sino a una buena parte de ustedes, incluyendo a quienes componen los partidos–, porque en sus luchas por el poder han desgarrado el tejido de la nación, porque en medio de esta guerra mal planteada, mal hecha, mal dirigida, de esta guerra que ha puesto al país en estado de emergencia, han sido incapaces –a causa de sus mezquindades, de sus pugnas, de su miserable grilla, de su lucha por el poder– de crear los consensos que la nación necesita para encontrar la unidad sin la cual este país no tendrá salida; estamos hasta la madre, porque la corrupción de las instituciones judiciales genera la complicidad con el crimen y la impunidad para cometerlo; porque, en medio de esa corrupción que muestra el fracaso del Estado, cada ciudadano de este país ha sido reducido a lo que el filósofo Giorgio Agamben llamó, con palabra griega, zoe: la vida no protegida, la vida de un animal, de un ser que puede ser violentado, secuestrado, vejado y asesinado impunemente; estamos hasta la madre porque sólo tienen imaginación para la violencia, para las armas, para el insulto y, con ello, un profundo desprecio por la educación, la cultura y las oportunidades de trabajo honrado y bueno, que es lo que hace a las buenas naciones; estamos hasta la madre porque esa corta imaginación está permitiendo que nuestros muchachos, nuestros hijos, no sólo sean asesinados sino, después, criminalizados, vueltos falsamente culpables para satisfacer el ánimo de esa imaginación; estamos hasta la madre porque otra parte de nuestros muchachos, a causa de la ausencia de un buen plan de gobierno, no tienen oportunidades para educarse, para encontrar un trabajo digno y, arrojados a las periferias, son posibles reclutas para el crimen organizado y la violencia; estamos hasta! la madre porque a causa de todo ello la ciudadanía ha perdido confianza en sus gobernantes, en sus policías, en su Ejército, y tiene miedo y dolor; estamos hasta la madre porque lo único que les importa, además de un poder impotente que sólo sirve para administrar la desgracia, es el dinero, el fomento de la competencia, de su pinche “competitividad” y del consumo desmesurado, que son otros nombres de la violencia.
De ustedes, criminales, estamos hasta la madre, de su violencia, de su pérdida de honorabilidad, de su crueldad, de su sinsentido.
Antiguamente ustedes tenían códigos de honor. No eran tan crueles en sus ajustes de cuentas y no tocaban ni a los ciudadanos ni a sus familias. Ahora ya no distinguen. Su violencia ya no puede ser nombrada porque ni siquiera, como el dolor y el sufrimiento que provocan, tiene un nombre y un sentido. Han perdido incluso la dignidad para matar. Se han vuelto cobardes como los miserables Sonderkommandos nazis que asesinaban sin ningún sentido de lo humano a niños, muchachos, muchachas, mujeres, hombres y ancianos, es decir, inocentes. Estamos hasta la madre porque su violencia se ha vuelto infrahumana, no animal –los animales no hacen lo que ustedes hacen–, sino subhumana, demoniaca, imbécil. Estamos hasta la madre porque en su afán de poder y de enriquecimiento humillan a nuestros hijos y los destrozan y producen miedo y espanto.
Ustedes, “señores” políticos, y ustedes, “señores” criminales –lo entrecomillo porque ese epíteto se otorga sólo a la gente honorable–, están con sus omisiones, sus pleitos y sus actos envileciendo a la nación. La muerte de mi hijo Juan Francisco ha levantado la solidaridad y el grito de indignación –que mi familia y yo agradecemos desde el fondo de nuestros corazones– de la ciudadanía y de los medios. Esa indignación vuelve de nuevo a poner ante nuestros oídos esa acertadísima frase que Martí dirigió a los gobernantes: “Si no pueden, renuncien”. Al volverla a poner ante nuestros oídos –después de los miles de cadáveres anónimos y no anónimos que llevamos a nuestras espaldas, es decir, de tantos inocentes asesinados y envilecidos–, esa frase debe ir acompañada de grandes movilizaciones ciudadanas que los obliguen, en estos momentos de emergencia nacional, a unirse para crear una agenda que unifique a la nación y cree un estado de gobernabilidad real. Las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una marcha nacional el miércoles 6 de abril que saldrá a las 5:00 PM del monumento de la Paloma de la Paz para llegar hasta el Palacio de Gobierno, exigiendo justicia y paz. Si los ciudadanos no nos unimos a ella y la reproducimos constantemente en todas las ciudades, en todos los municipios o delegaciones del país, si no somos capaces de eso para obligarlos a ustedes, “señores” políticos, a gobernar con justicia y dignidad, y a ustedes, “señores” criminales, a retornar a sus códigos de honor y a limitar su salvajismo, la espiral de violencia que han generando nos llevará a un camino de horror sin retorno. Si ustedes, “señores” políticos, no gobiernan bien y no toman en serio que vivimos un estado de emergencia nacional que requiere su unidad, y ustedes, “señores” criminales, no limitan sus acciones, terminarán por triunfar y tener el poder, pero gobernarán o reinarán sobre un montón de osarios y de seres amedrentados y destruidos en su alma. Un sueño que ninguno de nosotros les envidia.
No hay vida, escribía Albert Camus, sin persuasión y sin paz, y la historia del México de hoy sólo conoce la intimidación, el sufrimiento, la desconfianza y el temor de que un día otro hijo o hija de alguna otra familia sea envilecido y masacrado, sólo conoce que lo que ustedes nos piden es que la muerte, como ya está sucediendo hoy, se convierta en un asunto de estadística y de administración al que todos debemos acostumbrarnos.
Porque no queremos eso, el próximo miércoles saldremos a la calle; porque no queremos un muchacho más, un hijo nuestro, asesinado, las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una unidad nacional ciudadana que debemos mantener viva para romper el miedo y el aislamiento que la incapacidad de ustedes, “señores” políticos, y la crueldad de ustedes, “señores” criminales, nos quieren meter en el cuerpo y en el alma.
Recuerdo, en este sentido, unos versos de Bertolt Brecht cuando el horror del nazismo, es decir, el horror de la instalación del crimen en la vida cotidiana de una nación, se anunciaba: “Un día vinieron por los negros y no dije nada; otro día vinieron por los judíos y no dije nada; un día llegaron por mí (o por un hijo mío) y no tuve nada que decir”. Hoy, después de tantos crímenes soportados, cuando el cuerpo destrozado de mi hijo y de sus amigos ha hecho movilizarse de nuevo a la ciudadanía y a los medios, debemos hablar con nuestros cuerpos, con nuestro caminar, con nuestro grito de indignación para que los versos de Brecht no se hagan una realidad en nuestro país.
Además opino que hay que devolverle la dignidad a esta nación.

viernes, abril 01, 2011

'No podemos ver a un muchacho más muerto'

El poeta y periodista Javier Sicilia afirma que el país atraviesa por una emergencia nacional. Lamenta que estén acabando con lo mejor de México, sus jóvenes

Su voz serena que revela a un hombre con temple, poco a poco se va transformando hasta que el tono es otro, de enojo, de rabia. Exige justicia, castigo ejemplar. Lamenta el asesinato de su hijo Juan Francisco Sicilia, de sólo 24 años de edad, y de sus tres mejores amigos, que eran como sus hermanos.

Y en medio de su dolor lanza una consigna que describe el tamaño de la tragedia: "No podemos ver a un muchacho más muerto". Luego un breve silencio.

Javier Sicilia, poeta, periodista, evoca su pena y los horrores que enfrentan cientos de padres que como él, han visto caer a sus propios hijos. "Creo que todos ya estamos hasta la madre... hay que unirnos, levantar todos la voz. No podemos ver morir a otro hijo más".

Se quiebra por un momento, pero rápido retoma la exigencia. "Esto no puede seguir así, este país tiene podrido el corazón".

Apenas unos días antes le llegaba la noticia hasta las Filipinas, donde se encontraba por cuestiones de trabajo. La noticia, colosal, devastadora. Su hijo Juan Francisco y otras seis personas habían sido localizados asesinados brutalmente en el interior de un vehículo sobre la autopista México-Acapulco, en el municipio de Temixco.

Describe su regreso "infernal" a México para encontrarse con una realidad cruel, ineludible, la pérdida de su hijo y la muerte de los amigos de Juan Francisco. La plática, la reflexión del suceso, con la periodista Carmen Aristegui, en MVS Radio.

Su desesperación, su impotencia llega a un límite. "Hay que exigir al narcotráfico que reconsidere sus códigos, que no pueden estar matando indiscriminadamente inocentes, esto ya rebasó todo, ni las mafias antiguas hacían esto".

Pide, exige, reclama a las autoridades acabar con la inseguridad, evitar que se den más tragedias, más muertes. "Yo no quiero un muchacho más muerto, ni quiero más a un muchacho estigmatizado por las autoridades y por la prensa, vinculándolos con el narcotráfico, quiero a unos muchachos que tengan oportunidades de crecer y que puedan realmente rehacer esta nación, porque está desgarrada absolutamente. Y le pido a cada unos de estos padres que han perdido un hijo, pues que no cejemos, que nos unamos con estos grupos de solidaridad, con los amigos, con los que están luchando para que esto no vuelva a suceder".

La conversación es larga, pero a Javier Sicilia le hace falta tiempo para narrar la pesadilla que lo tiene envuelto. "Todos, la ciudadanía, estamos cansados y muy dolidos. Cada muchacho que se está muriendo, ya se está volviendo el hijo de cada uno de los seres de esta nación".

Se siente desconcertado por el crimen. En firme, acepta, desconoce las circunstancias que envuelven en multihomicidio. "No tengo idea (del por qué del asesinato) es tan nebuloso todo como en este país, por desgracia".

Reclama la omisión del gobierno de Marco Adame Castillo frente a los sucesos de violencia que sostiene, son cada vez más frecuentes en Morelos. "Es terrible la ausencia de las autoridades en este tipo de casos, es atroz".

Quiere, reclama justicia, pero advierte del riesgo de que se detenga a gente que no tenga nada que ver en el crimen. Insiste en la descomposición de las instituciones, de penetración de la delincuencia en sus estructuras. "(El crimen) está destruyendo a lo mejor de nuestra gente, a nuestros muchachos".

Asegura con una vehemencia que se plasma en sus palabras que los partidos políticos no están contribuyendo "absolutamente en nada" para que el país sea mejor, se resuelvan los grandes problemas que golpean a México, como la inseguridad. "Estamos en una verdadera emergencia nacional y nadie está haciendo realmente un trabajo serio