Raymundo Riva Palacio
Publicado en El Universal
Durante varios días se han tirado bombas molotov contra establecimientos de McDonald’s en la capital de Oaxaca, y desde hace semanas, en los blogs de la resistencia a favor de Andrés Manuel López Obrador se planteó un boicot contra establecimientos y productos de cadenas multinacionales. Las protestas, lejos de disminuir, han evolucionado a formas diversas, creativas y no violentas, como esta semana frente a la Bolsa Mexicana de Valores en la ciudad de México, donde mientras jóvenes disfrazados vistosamente se paseaban en zancos frente a sus puertas, otros tantos repartían volantes denunciando los altos intereses en las tarjetas de crédito bancarias e invitaban a la toma de posesión del presidente legítimo el próximo lunes.
La caracterización de este tipo de rebeldía ha sido identificada por las autoridades como una extensión de insatisfacción focalizada que pretende trasladar el desacuerdo nacional al gobierno entrante de Felipe Calderón. El razonamiento se puede aplicar a López Obrador, a la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) o la guerrilla del EPR, que está aprovechando las condiciones creadas por los primeros para sus propios fines insurreccionales. Pero aplicar el mismo esquema funcionalista para los fenómenos sociales de la protesta ciudadana que los acompaña es un error. Lo que estamos viendo en México son los síntomas de una guerra posmoderna que no utiliza las armas de fuego sino las de las nuevas tecnologías para conquistar mentes y modificar pensamientos, en la que se han ido construyendo redes globales que combaten un modelo económico, el neoliberalismo, en los nuevos campos de batalla geopolíticos.
Existe una coincidencia con el movimiento lopezobradorista y con la APPO, pero la forma de lucha que los ha venido acompañando de manera ruidosa los trasciende completamente en tiempo y espacio. Los primeros son efímeros, más allá de cuánto más permanecen en el escenario político, pero los segundos se extienden y reproducen. El paradigma ha cambiado. Desdoblar las diversas dimensiones del conflicto permite entender mejor la dinámica de la resistencia civil y comprender que el problema de fondo no atraviesa por los acuerdos cupulares entre los políticos —incluida la izquierda—, o los arreglos entre las élites —incluidos los medios—, sino en la solución de las disparidades que generó la política económica instaurada desde 1985, que acentuó la desigualdad y creó ciudadanos desechables.
La guerra posmoderna es global, pero tuvo su origen en México en enero de 1994, cuando el EZLN se alzó en armas en contra del Tratado de Libre Comercio y dio inicio a una lucha que, hasta hoy, ningún gobierno ha sido capaz de derrotar.
No está claro si la dirigencia criolla del EZLN y el subcomandante Marcos que encabezaron el levantamiento —que duró 11 días en armas, pero se eternizó en internet— realizaron este cálculo, pero los resultados han sido claros. Marcos se convirtió en un icono globalifóbico y el EZLN inspiró a miles. Como lo señaló en algún momento Acción Global de los Pueblos, que es una organización internacional que se articula y coordina a través de internet, “el EZLN emergió como una solución transitoria a la contradicción de cómo vincular a pueblos lingüista y culturalmente distintos y sus luchas, en una sola lucha sin perder su multiplicidad”. La primera explosión ciudadana galvanizada por el EZLN se dio en 1999, cuando los globalifóbicos se enfrentaron a la policía en Seattle durante las espectaculares refriegas callejeras en las protestas contra la cumbre de la Organización Mundial de Comercio.
Desde Seattle comenzó la evolución acelerada de nuevas organizaciones que coordinan sus protestas —algunas veces con métodos ilegales—, sus estrategias y tácticas colectivas, a través de una serie de procesos descentralizados de toma de decisiones que son consultadas y consensuadas a través de internet. En Seattle dio inicio Indymedia, una organización mundial en la red que alimentan permanentemente más de 100 periodistas independientes y activistas, que se reproduce con cada protesta creando cadenas de instituciones híbridas. Si uno entra al portal de Indymedia, puede encontrar más de 200 nodos y múltiples posibilidades de texto, audio y video donde los ciudadanos del mundo pueden contribuir con sus aportaciones. “Indymedia —reconoce— fue llevado a la visión zapatista de una red global alternativa contra el neoliberalismo y por la humanidad”.
Indymedia era prácticamente desconocida en México hasta que hace unas tres semanas Bradley Ronald Will, un camarógrafo estadounidense que trabajaba para ellos, fue asesinado presuntamente por un regidor priísta y un policía de un municipio colindante de Oaxaca capital, durante protestas de la APPO. Bradley estaba documentando la protesta contra el gobierno de Ulises Ruiz cuando lo alcanzaron las balas. Pero no era la primera participación de Indymedia en México. Tiene varios nodos que vinculan a páginas del EZLN —pero no del EPR— y sus diferentes desdoblamientos con los Caracoles o la organización de Las Abejas, o de Oaxaca y la APPO. Más aún, Indymedia, junto con representantes de Acción Global, fueron los únicos medios a los que el subcomandante Marcos permitió que lo acompañaran en “La otra campaña”, y siguen documentando sus actividades y reproduciendo todas sus declaraciones.
Entendiendo lo que significa Marcos y el EZLN en la protesta mundial contra el libre comercio, se entiende por qué estuvieron coqueteando con la APPO. No se trata de una supervivencia porque Marcos y los zapatistas están en proceso de extinción, como asumen altos funcionarios federales, sino porque representan una corriente totalmente diferente en términos de táctica y estrategia, a la que puedan significar López Obrador, la APPO y el EPR.
Las coincidencias ideológicas no significan compartir métodos. Los potencian y crece exponencialmente la protesta, al unir a movimientos eminentemente políticos con guerrilleros. Pero el componente central en la nueva guerra posmoderna lo aportan los anarquistas, que han creado su propia comunidad en la red y a los cuales pertenecen algunos de los grupos más violentos en las protestas. El lenguaje anarquista es el que prevalece en los blogs lopezobradoristas y en muchas de las protestas no violentas, así como las que lanzan molotov, se enfrentan a quienes, suponen, amenazan la identidad cultural de los pueblos. Siempre tejen estrategias de desobediencia civil que buscan ir más allá de las reformas políticas y pretenden un estado de mayor justicia social. Los ejércitos detrás de esta demanda superan a las huestes de López Obrador o de la APPO, o de los propios guerrilleros del EPR. Tienen miras más altas, horizontes más lejanos y nuevas armas para atacar la mente que, al final, será la única munición para cambiar las cosas.