Amalia D. García Medina
El Universal
15 de marzo de 2007
Las mujeres hemos tenido que recorrer un larguísimo camino para que nuestra participación en la sociedad sea reconocida, para hacernos visibles más allá del ámbito privado.
La participación de las mujeres en el desarrollo es, también, cada vez más difundida y queda claro que sin nuestro trabajo, la sociedad no podría avanzar.
En México, nuestra misión se ha vuelto más compleja, al conquistar nuevos espacios en el conjunto social. Poco a poco nuestros retos se han ido transformando y nuestras propuestas se han materializado gradualmente, a veces como políticas públicas, y otras, como acciones afirmativas.
Hoy las mujeres, a pesar de las adversidades y de la vieja cultura, a pesar del maltrato, estamos transformando nuestra situación. Millones participan en el mercado laboral, son jefas de familia y cuentan con una nueva conciencia sobre sus derechos.
Pero si bien la lucha ha rendido frutos, falta mucho para alcanzar la equidad.
Estadísticas específicas sobre género confirman que la mayoría de las personas pobres del mundo son mujeres, y ellas tienen la abrumadora responsabilidad de cultivar, cosechar y preparar los alimentos para la familia.
Todavía la presencia de las mujeres en los espacios de toma de decisiones, tanto en el sector público como en el privado, sigue siendo poco representativa. Y no me refiero sólo a México, desde luego, sino al mundo entero, a pesar de que tenemos la capacidad para ocupar los puestos de más alto nivel. Sin embargo, la acumulación de prejuicios culturales, a veces muy sutiles, reproducidos por las instituciones es el obstáculo más imponente.
Mi experiencia como gobernadora me lleva a reivindicar que nuestros planteamientos son más legítimos que nunca.
La inequidad se expresa en todos los ámbitos. En México existen alrededor de 12 millones de mujeres en las zonas rurales, quienes trabajan más de 12 horas diarias para proveer agua, alimentación y subsistencia familiar. Ellas contribuyen con 40% de la oferta agrícola en el mercado interno y su labor doméstica no es remunerada ni reconocida, como sucede en todo el país. Y al mismo tiempo, a esta ardua jornada se suman las presiones por la discriminación, la carencia de servicios de salud oportunos, la falta de acceso a la educación, así como la falta de respeto a sus derechos y opciones de desarrollo. A pesar de que representan una inversión confiable.
Un análisis del Banco Mundial indica que los recursos destinados a proporcionar instrucción a las mujeres y las niñas tienen los rendimientos más altos en los países en desarrollo. Entre sus resultados figuran una productividad más elevada, crecimiento demográfico menor, tasas de mortandad infantil reducidas y una mayor conciencia, así como utilización de medidas de protección del medio ambiente.
Entonces, el principal desafío se refiere a la transformación democrática de las instituciones para que la equidad de género sea una práctica cultural aceptada y defendida por todos, que garantice a las mujeres una vida sin violencia, sin abusos y discriminación, con oportunidades de educación, así como opciones para terminar con la pobreza. Ya contamos con una ley general que atiende el primer tema, y saludo nuevamente a las legisladoras y legisladores que promovieron esta iniciativa. Ahora es necesario adecuar las legislaciones locales y promover la vigilancia del cumplimiento de sus objetivos en los tres órdenes de gobierno.
Estoy absolutamente convencida de los beneficios que significarían para las mujeres y para los hombres incorporar, de manera permanente, el compromiso de género en la senda de los gobiernos. Se trata de promover la participación plena e igualitaria de mujeres y hombres en todos los niveles de toma de decisiones en el Estado, la sociedad y el mercado. Se trata de fomentar la participación de la sociedad civil en los procesos de toma de decisiones para avanzar en firme en la concepción del ejercicio de la ciudadanía plena de todas las mujeres del país.
Es una necesidad estratégica impulsar la equidad de género. Ya es tiempo de dar el siguiente paso.
Gobernadora de Zacatecas