Ricardo Rocha
No lo inventé yo. Lo escribió en grandes letras infantiles en una cartulina escolar uno de los pequeños manifestantes de Nuevo Laredo. Compañero de juegos de Bryan y Martín Almanza Salazar, asesinados a tiros por los soldados. Y es que ya son muchos los niños muertos en esta guerra absurda y fuera de control.
Todavía antier, el secretario de Gobernación quiso matizar al decir que “la versión que se presenta como un fenómeno aislado no tiene precedentes en el comportamiento de nuestras fuerzas de seguridad”. O está muy mal informado o miente. Ahí le va: en la madrugada del sábado 2 de junio de 2007, en la comunidad de Los Alamillos, municipio de Culiacán, Sinaloa, soldados del Ejército mexicano mataron a tiros a Griselda Galaviz Barraza y a sus hijos Grisel, Juana y Edwin Esparza Galaviz de dos a siete años de edad y a otras dos personas. Fue en un retén, ¿le suena, señor secretario? Todos venían en una troca, ¿le vuelve a sonar? Y según Adán Esparza Parra, el padre, nadie les hizo señal de alto y “los militares abrieron fuego cuando, despacio, cruzamos el retén”, ¿le requetesuena, secretario?
Por supuesto que en ese caso jamás se hizo justicia porque en este país los militares se investigan y se juzgan a sí mismos, además de las múltiples complicidades para echarle tierra a sus crímenes. Por eso, en la primera entrevista del pasado viernes 15, Cinthia Salazar —madre de Bryan y Martín— me decía extrañada que “no había noticias” sobre la muerte de sus hijos.
Pero, además de la pretendida impunidad, hay un menosprecio a los muertos pobres que este gobierno no puede ocultar. El mismo señor Gómez Mont dijo también antier: “Le reitero el respeto profundo al dolor de esa madre que vio morir en sus brazos a su hijo”. Toda una perla declarativa. A ver: no es verdad que le “reitera” porque en la ocasión anterior tocó el tema casualmente; en cuanto al “respeto profundo al dolor”, nótese que no se conduele, y menos aun se conmueve o se indigna, nomás respeta, ¡qué generoso!; por lo que hace a “esa madre” ¿no se pudo tomar la molestia de pronunciar su nombre?; al final, mañosamente refiere que “vio morir en sus brazos a su hijo”. No, don Fernando, Bryan de cinco años no se murió de una disentería o una pulmonía, lo mataron a tiros los soldados que su secretaría defiende como si fuera su agencia de relaciones públicas. Pero ni cómo enmendar al general Galván Galván cuando dijo que son “daños colaterales”.
Y es que hay que señalarlo con todas sus letras: el actual gobierno calderonista ha trastocado la concepción original del Estado; las Fuerzas Armadas ya no tienen como prioridad la integridad de los mexicanos. Ahora, lo que importa es matar a cualquier sospechoso y si se atraviesan inocentes o sus soldados se equivocan, mala suerte. Por cierto, también para este gobierno hay mexicanos de primera y de segunda. En el caso de los estudiantes del Tec enviaron un pésame de alto nivel. Pero como los Almanza son pobres, que se consuelen solos.
P.D. Para mi querido Joaquín Sabina, por los viejos y los nuevos tiempos.
viernes, abril 30, 2010
¡No disparen, soy un niño!
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