sábado, mayo 26, 2007

Pasta de Conchos: Rescatar la vergüenza que nos queda

Miguel Concha

Hoy se cumplen 15 meses de la tragedia de Pasta de Conchos. Llamada de alarma para recopilar algunos de los hechos más bochornosos en torno a la justicia por ese dramático acontecimiento, y no permitir que permanezca la impunidad, la corrupción y el tráfico de influencias.

El 15 de noviembre de 2006 algunas de las viudas de los mineros sacrificados solicitaron al titular del órgano interno de control de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), acceso al expediente en el que se estaba investigando la responsabilidad de los servidores públicos. El 30 de noviembre se les responde que éste es "confidencial", y que ellas, las viudas, no tienen "interés jurídico".

El 20 de diciembre se promueve un juicio de amparo, y el 23 de enero de 2007 el juez les entrega las mil 365 copias certificadas de la investigación. Sin embargo, ¡oh cumplimiento de las resoluciones judiciales!, el expediente fue entregado incompleto. El mismo juez tuvo que reordenar a la STPS que entregara la documentación faltante. Pocos días antes de que se cumpliera el año de la tragedia, autoridades de la STPS, del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y del gobierno de Coahuila presionaron y mintieron a las familias para obligarlas a firmar cuanto antes su demanda de pensión por viudez, y por segunda vez el Ministerio Público de ese estado elaboró por su cuenta las actas de defunción de los 63 trabajadores que siguen atrapados en la mina, determinando él mismo las causas de su muerte.

El 28 de febrero de este año el Equipo Nacional de Pastoral Laboral, de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, presentó su primer informe "Por una cuerda de vida para los mineros del carbón. Pasta de Conchos: una tragedia que debió evitarse". En él se explica y prueba lo que familias y trabajadores dijeron siempre: la explosión en Pasta de Conchos no fue un accidente, sino el resultado de la ambición y la negligencia de la empresa Industrial Minera México (IMMSA), la contratista General de Hulla, la STPS, el IMSS, la Secretaría de Economía y el sindicato.

El 16 de marzo de 2007 la Procuraduría General de Justicia de Coahuila solicitó al juez de primera instancia en materia penal del Distrito de Sabinas la consignación de cinco empleados de la empresa, en los que se incluyó al gerente de la mina y al director de IMMSA, responsabilizándolos de obligaciones patronales, aunque, ¡oh vigencia del estado de derecho!, sin ser ellos los patrones. Se les acusa de homicidio culposo, lo que casualmente significa en Coahuila poder salir libre bajo fianza, y aunque el Ministerio Público exigió la "reparación del daño", la empresa, adjudicándose la representación de sus empleados, depositó la formidable cantidad de 180 mil pesos para cada una de las 65 familias. Sin haberse dictado sentencia condenatoria, ¡oh privilegios de la justicia!, y sin haber pisado la cárcel ninguno de los imputados, el expediente se fue al archivo como asunto concluido. Y nuevamente se presiona a las familias, diciéndoles, con base en no se sabe qué disposiciones jurídicas, que tienen un mes para cobrar sus 180 mil pesos, o los pierden. ¡Viva el estado de derecho!



Con fundamento en un dictamen sin valor científico sobre las condiciones de la mina, pagado después por la propia empresa, el pasado miércoles 4 de abril la empresa determinó que se suspendía el rescate de los 63 cuerpos de los trabajadores que continúan atrapados en su mina, y anunció al mes siguiente que dejaría de pagar a las familias el triple salario que se había comprometido a entregar, hasta que las indemnizaciones y pensiones fueran entregadas a las familias. ¿Por qué tanta prisa?

Aparte de ahorrarse lo que para ella no son sino unos cuantos centavos, ¿no estará queriendo ocultar pruebas que esclarezcan su responsabilidad? Entre los documentos que la contraloría interna de la STPS escondió, está la resolución con comparecencia (N.C. 043/06), con motivo del emplazamiento que la Delegación Federal del Trabajo en Coahuila le hizo a IMMSA el 26 de mayo de 2006, y en la que "no se le otorga valor" a las documentales que presentó, porque "fueron elaboradas posteriormente".
Afirma además que "la empresa dejó de observar principios de seguridad e higiene con que debe contar todo centro de trabajo, lo que se considera como faltas graves, al incumplir dispositivos legales de observancia permanente". Califica también como "intencional" su conducta, "porque ha sido reincidente, ya que no dio cumplimiento a las disposiciones de seguridad e higiene que fijan las leyes y sus reglamentos".

Sin embargo, al Consejo de Administración de IMMSA no se le han fincado responsabilidades, y entre junio y diciembre del año 2006 la Secretaría de Economía le entregó cinco nuevas concesiones para la explotación de carbón. En Pasta de Conchos están sepultados, junto con los restos de 63 mineros, sus esposas, madres, padres, hijos, hermanas, abuelos y amigos. Por lo que reiniciar de inmediato el rescate de los restos de los trabajadores sepultados en Pasta de Conchos, significa rescatar lo que de vergüenza nos queda.

Rubén Jaramillo: el Muerto Incómodo


Tanalís Padilla*

Hace 45 años, el 23 de mayo, elementos del Ejército rodearon la casa de Rubén Jaramillo en Tlaquiltenango, Morelos. Secuestraron al líder agrario, a su mujer Epifania Zúñiga y a sus tres hijos Enrique, Filemón y Ricardo. Unas horas más tarde sus cuerpos fueron hallados en Xochicalco. Mientras que la represión en el campo no era nada nuevo, este operativo, llevado a cabo en pleno día, contra una familia entera, para acribillar a un líder campesino que tres años antes había sido amnistiado, causó un fuerte impacto. Tanto así, que la historia de su muerte ha sido más recordada que el movimiento que encabezó; una lucha que duró casi dos décadas y media y representa un vínculo esencial entra la lucha agraria de la Revolución y las movilizaciones campesinas que marcaron el siglo XX.

Su origen en la tierra de Zapata, su trayectoria que incluyó la defensa de ejidatarios y pequeños productores, movilizaciones electorales, lucha guerrillera y tomas de tierra, hacen del jaramillismo y de su líder un ejemplo de las diversas modalidades de resistencia campesina. Veterano zapatista, pastor metodista, partidario de Lázaro Cárdenas, dos veces candidato a gobernador de Morelos, miembro del Partido Comunista y guerrillero, la figura de Jaramillo es difícil de clasificar. Sin embargo, aparece una constante: la habilidad de Jaramillo para dar expresión a la dignidad campesina por medio de distintas corrientes ideológicas. Como tal, el líder agrario encarnó la diversidad de procesos sociales que vive el campo.

La lucha jaramillista empieza en 1942, a raíz de una huelga en el ingenio azucarero de Zacatepec donde obreros y campesino se unieron para exigir respeto a sus derechos. Jaramillo, uno de los principales líderes de la huelga, fue perseguido por los pistoleros del gerente. Decidió, junto con decenas de campesinos, que era el momento de retomar las armas enterradas desde la Revolución. Jaramillo da inicio así al primero de tres levantamientos armados, acciones que revelan la vigencia del legado zapatista.

Aunque recurrir a las armas fue una medida de autodefensa, los jaramillistas presentaron una visión programática. Enumerada en su Plan de Cerro Prieto, este documento contextualiza las injusticias locales dentro de un marco que condenaba tanto el capitalismo como el imperialismo. Este plan es el primer indicio de un proceso de radicalización que se daría a través de sus años de lucha; una radicalización que iba tomando forma cada vez que la represión se recrudecía. Este primer levantamiento terminó en 1945 cuando el presidente Manuel Avila Camacho concede una amnistía a Jaramillo. Los jaramillistas forman entonces el Partido Agrario Obrero Morelense (PAOM), que en 1946 postula a Jaramillo para gobernador de Morelos. En su campaña, los jaramillistas reclaman un retorno a las reformas cardenistas, sobre todo las que podrían hacer viable la vida campesina. El PAOM logra grandes movilizaciones, pero con el fraude y una buena dosis de represión, el partido oficial impone su candidato.
Para 1951 se abre nuevamente un espacio que permite a los jaramillistas participar en la lucha electoral. Esta vez, la movilización del PAOM coincide con una escisión dentro del PRI en la cual Miguel Henríquez Guzmán se lanza contra el candidato oficial Adolfo Ruiz Cortines. Para una buena parte de la población y especialmente en el campo, las elecciones de 1952 crearon la esperanza de rescatar las reformas sociales que desde 1940 el gobierno venía desmantelando. Jaramillo se lanza otra vez para gobernador y las movilizaciones del PAOM crecen. Crece también la represión y el PRI se impone nuevamente.
Cerradas las posibilidades de restablecer el cardenismo, los jaramillistas recurren una vez más a la tradición zapatista. Armados, y de nuevo en la clandestinidad, proclaman otra versión del Plan de Cerro Prieto donde exponen con mayor contundencia la traición que el PRI ha hecho de la Revolución. Cercadas las vías democráticas desde arriba, Jaramillo recurre a la democracia desde abajo. Durante los siete años que duraría esta clandestinidad, recorre el campo morelense, orientando a los campesinos que lo albergan y lo protegen. Insiste en que hagan valer sus derechos. "Hacer pueblo", lo llamaría más tarde Lucio Cabañas.
Al llegar al poder en 1958, Adolfo López Mateos ofrece otra amnistía a Jaramillo quien decide aprovechar el retorno a la vía legal para ampliar su lucha. Al frente de 6 mil campesinos, presenta una solicitud para colonizar los llanos de Michapa y Guarín. Su proyecto combinaba demandas típicamente agrarias con planes de construir cooperativas para comercializar los productos que allí se cultivarán. Aunque los jaramillistas reciben inicialmente la aprobación, el Departamento Agrario pronto da marcha atrás, favoreciendo en su lugar un proyecto empresarial. Ya empezadas las obras de los jaramillistas, el Ejército los despoja, reproduciendo así una conocida dinámica: el gobierno insiste que los jaramillistas se apeguen al proceso legal mientras responde con el uso de fuerza ilegal.
Jaramillo considera volver a la clandestinidad, esta vez no sólo como medida de autodefensa, sino para asentar las bases de un levantamiento popular. Es en este momento, en 1962, que Jaramillo y su familia son asesinados, una temprana manifestación de la guerra sucia que en los años 70 atentaría contra aldeas enteras en Guerrero. Si bien su asesinato se convertiría en un símbolo de la suerte que corren los grupos que bajan la guardia y confían en la palabra del gobierno, Jaramillo deja también como legado una fértil tradición de lucha. Su figura continuó mostrándose tanto en los grupos clandestinos de los 70 como en las luchas campesinas de los 80 y acompañaría a diversas movilizaciones del EZLN. Siguen así apareciendo los muertos incómodos que el Estado nunca ha logrado eliminar y que continúan manifestándose con una diversidad de métodos y creatividad de acciones.

* Doctora en historia. Profesora de la Universidad de Dartmouth

martes, mayo 22, 2007

I ENCUENTRO NACIONAL DE MEDIOS ALTERNATIVOS DE COMUNICACION


I ENCUENTRO NACIONAL DE MEDIOS ALTERNATIVOS:

LOS MEDIOS ALTERNATIVOS Y LA EMERGENCIA QUE NOS UNE

CONVOCATORIA

LA CONVENCIÓN NACIONAL DEMOCRÁTICA
A TRAVÉS DE LA COORDINACIÓN DE
RESISTENCIA CIVIL DE NUEVO LEÓN y
SOMOSUNO RADIO
en cumplimiento del acuerdo de la 2 Asamblea de la CND

CONVOCA

A todos los responsables, colaboradores e integrantes de los Medios de Comunicación Alternativos al Primer Encuentro Nacional de Medios Alternativos que tendrá lugar el 16 y 17 de junio en la ciudad de Monterrey, N.L., México, en M. M. del LLano 424 Ote. entre Escobedo y Emilio Carranza.

Los objetivos principales de este Encuentro son los siguientes:

• Crear un espacio de encuentro para fortalecer los lazos de colaboración entre los diferentes medios; impresos-electrónicos, televisión, radios comunitarias y bloggers.
• Promover la actualización e intercambio de conocimientos y experiencias y apoyar la creación y desarrollo de nuevos medios alternativos.
• Establecer una política general de vinculación entre ciudadanos y medios alternativos.

Las experiencias podrían ubicarse en las siguientes temáticas:
Radio
Prensa
Blogs
Medios Audiovisuales
Financiamiento
Estrategias Jurídicas

Participación bajo las siguientes bases
Los interesados podrán participar enviando sus ponencias a más tardar el día 7 de junio 2007.
Los autores expondrán oralmente sus trabajos en un máximo de 10 minutos.
Los trabajos deberán enviarse a somosunoradio@hotmail.com o a somosunoradio@somosunoradio.org especificando en el asunto: ‘encuentro de medios alternativos’.
Los interesados en asistir sin ponencia favor de confirmar su asistencia.

Requisitos en la presentación de las ponencias
Datos completos de identificación del autor o autores y correo electrónico de cada participante.
Formato Word (.doc). Extensión máxima de 20 cuartillas, fuente Arial tamaño 12, espaciado doble, incluyendo resumen del contenido en 250 palabras.
Especificar título del trabajo y campo temático en el que se quiere ubicar la ponencia.
Especificar los medios necesarios para su exposición.

Formato del encuentro
Con el propósito de construir procesos de comunicación eficientes, se organizarán tres conferencias magistrales con los siguientes temas:
Aspectos legales de la información y de los medios de información
Aspectos técnicos generales
Lineamientos generales de producción alternativa

Además, se organizarán seis mesas de trabajo de los que se derivarán, en su caso, talleres en los temas presentes en esta convocatoria. El I Encuentro Nacional de Medios Alternativos tendrá como cierre una plenaria cuyo propósito es construir coincidencias para colaborar eficientemente frente al cerco informativo, definir estrategias conjuntas de información y proponer maneras de incrementar el alcance de los medios alternativos hacia el público.

viernes, mayo 11, 2007

Presos políticos


* Pintura de Gloria Arenas Agis "Mujer Azul"

Luis Hernández Navarro

Las cárceles del país están llenas de presos políticos. Cada día que pasa la lista de luchadores sociales que ingresa a prisión crece. Quienes se encuentran detenidos por participar en movimientos sociales enfrentan procesos legales llenos de anomalías jurídicas. La ley se ha convertido en una herramienta para combatir la justicia.

Las cifras sobre el número de detenidos políticos varían. Varios organismos defensores de derechos humanos hablan de que hay alrededor de 500 de ellos. Otros elevan el número a 800. Esta diferencia en la contabilidad proviene de que no hay ni un listado único de presos ni una asociación de defensa de alcance nacional que coordine a los comités y grupos locales existentes. No existe en México un organismo similar al Frente Nacional contra la Represión, que, a finales de la década de los 70, encabezó la lucha por la presentación de los desaparecidos y la liberación de los detenidos por sus convicciones.

Un prisionero político es una persona a la que se mantiene en prisión o bajo arresto, porque sus ideas suponen un desafío al sistema político establecido. Un preso de conciencia es un ser humano encarcelado por sus ideas políticas, creencias religiosas, origen étnico, sexo, idioma, origen nacional o social, situación económica u otra circunstancia, y que no ha incurrido en delito ni ha recurrido a la violencia o propugnado su uso. Se le encarcela solamente por sostener ideas, creencias o condiciones de vida contrarias a las del grupo en el poder.

Muchos de quienes se encuentran tras las rejas fueron víctimas de los cuerpos policiales de violencia. Fueron golpeados, torturados, e, inclusive, abusados sexualmente, durante y después de su arresto. No pocos se encuentran en condiciones carcelarias humillantes. Varios están recluidos en penales de alta seguridad, al lado de torturadores, narcotraficantes y secuestradores.

Un enorme número de los presos políticos son jóvenes, y no son pocos los dirigentes populares que encabezaron luchas de protesta. Son los damnificados de una política que ha decidido criminalizar la expresión pública del malestar social antes de abrirle espacios reales de negociación. Los prisioneros a los que se les asocia con organizaciones guerrilleras son una minoría.

Los partidos políticos que se reclaman de izquierda se han desentendido del asunto. El Partido de la Revolución Democrática (PRD) ni siquiera se ha hecho cargo en serio de los militantes suyos que han perdido la libertad por participar en el movimiento contra Ulises Ruiz en Oaxaca. Algunos de sus dirigentes temen que la opinión pública los asocie con la violencia si defiende a los presos en serio.

Muchos intelectuales, usualmente preocupados por la defensa de los derechos humanos, ahora han guardado silencio ante los atropellos que se cometen en el país. Otros prefieren opinar sobre Cuba o Venezuela antes de decir una palabra sobre la crisis de derechos humanos que existe en el país. Suponen que en una democracia de baja intensidad, como la mexicana, el respeto a las garantías individuales es un lujo del que puede prescindirse.

Las organizaciones no gubernamentales de derechos humanos están lejos de encontrarse en su mejor momento. Como sucedió con una buena cantidad de organismos civiles de promoción al desarrollo, la borrachera del foxismo los llevó a colaborar estrechamente con un gobierno que, después de seducirlos, terminó abandonándolos. Por supuesto que hubieron dignas excepciones a esta conducta, pero, en conjunto, perdieron autoridad frente a la sociedad y capacidad de articular intereses y conjuntar esfuerzos.

La Comisión Nacional de los Derechos Humanos y las comisiones estatales han desempeñado, en muchos casos, un papel penoso, y, con demasiada frecuencia, de claro contubernio con las instancias gubernamentales responsables de las violaciones.
Tantos presos políticos es síntoma de un profundo problema en el funcionamiento del sistema político mexicano. Hay un severo déficit de representación política de amplios sectores de la población; existe una fuerte crisis de las mediaciones sociales; los canales institucionales para la atención de la demanda social están atrofiados. La tendencia a que la lista de detenidos crezca es indicador de que, lejos de solucionar el conflicto, el nuevo gobierno está empeñado en agravarlo.

Hace casi 30 años el Estado enfrentó una intensa crisis -no necesariamente similar a la actual, pero sí con algunos elementos en común-, emprendiendo una reforma política que legalizó a la izquierda comunista y a una parte de la izquierda radical, promoviendo una amnistía a los presos políticos. A pesar de sus limitaciones, las medidas crearon un nuevo contexto para la competencia y la convivencia política. Pero el gobierno de Felipe Calderón parece no haber aprendido la lección.

La pretensión panista de imponer su versión de "paz social" coincide en el tiempo con una escalada violenta del narcotráfico por el control de plazas y mercados, así como con la ofensiva de la derecha más recalcitrante para controlar, aún más, enclaves fundamentales del Estado mexicano. La nueva administración está estirando la liga más de la cuenta. Como siga haciéndolo se le va a romper.

Ciudad Desnuda


Javier Flores

Después de una espera que duró varias horas la madrugada del domingo, llegó el momento decisivo: miles de personas, guiadas por la voz del fotógrafo Spencer Tunick, se despojaron simultáneamente de la ropa. Con ese acto tan simple (que todas las personas realizan diariamente en privado, pero que ahora implicó una sorprendente y estrecha proximidad corporal con mujeres y hombres desconocidos), se cruzaba la línea que divide la sujeción de lo humano, del amplio e inigualable territorio de la libertad.

Mucho se ha discutido sobre la calidad del trabajo de Tunick, pero es innegable que tuvo una gran idea. Su proyecto artístico, realizado exitosamente en las principales ciudades del mundo, permite que se haga visible un fenómeno: la resistencia al control sobre los cuerpos, que revela una necesidad humana hacia la desnudez. El fotógrafo neoyorquino ha creado de este modo un espacio para la trasgresión de un control social y cultural, lo que en algunos momentos le ha valido la cárcel.

El ánimo entre los asistentes al arribar a la Plaza de la Constitución era festivo, como si los envolviera una brisa de complicidad. Al despojarse de la ropa y avanzar hacia la plancha del Zócalo para intentar ocuparlo en su totalidad, las sensaciones corporales se convertían en ráfagas en las que se conjugaban el individuo y los otros. Era sorprendente la diversidad de tonalidades de las pieles. Mujeres y hombres de diferentes edades experimentaban el contacto directo con el frío del amanecer y el calor de la proximidad de otros cuerpos. Una experiencia única, una sensación de bienestar y una visión francamente hermosa.

¿Por qué el cuerpo desnudo produce tensión en nuestras sociedades? ¿Por qué se prohíbe y se castiga la desnudez? El control sobre el cuerpo se ejerce por medio de muy variados dispositivos, como la familia, la escuela y la Iglesia, entre otros. A escala social este control se expresa mediante los sistemas legales. Algunos trabajos que analizan las leyes en esta materia para América del Norte, muestran que no se tiene que ir demasiado lejos para encontrar en ellas las verdaderas motivaciones del poder. La ley combate al cuerpo desnudo cubriéndolo de adjetivos y conceptos subjetivos. Es un acto obsceno, vulgar, lujurioso y lascivo (Estatuto del Distrito de Columbia 22-1112); atenta contra la decencia (Código Penal de California. Sec. 413); es contrario al bienestar general y la moral (Código Municipal, San Diego, California, 56.53). En México la ley es un poco más relajada, pero encierra los mismos conceptos.

Pero todo esto es una máscara. En realidad las leyes establecen inequívocamente una asociación del cuerpo desnudo con el deseo sexual. En este sentido el Código de Arkansas y los Estatutos de Alabama y Connecticut establecen sin pudor que en el desnudo existe una intencionalidad: "la estimulación o gratificación del deseo sexual". El control del cuerpo que se expresa por medio de leyes contra la desnudez, busca en realidad el control del deseo. Pero ante esto, surgen diversas formas de resistencia, como la que se manifestó el domingo en la ciudad de México.

Las primeras tomas fotográficas se realizaron en la plancha del Zócalo, pero luego el grupo ocupó la avenida 20 de Noviembre. A esas alturas quedaba clara, en todas y todos, la aceptación del cuerpo propio, así como el respeto y la aceptación del de los otros, también la sensación de ser iguales. Mientras se avanzaba por esa calle emblemática, el ambiente era totalmente relajado y festivo. Entre un cuerpo y los demás, la distancia llegaba a ser en ocasiones de menos de un paso, y el contacto físico se hacía inevitable, pero en ningún momento tenía connotaciones sexuales. Creo que ése fue el punto más alto en el que se apoderó de todos la sensación incomparable de conquista de la plena libertad. Se trataba de individuos, pero simultáneamente de células de un organismo que hablaba también por los que no estaban ahí. Aparecía una ciudad desnuda, cuyos integrantes expresaban, con el simple acto de haberse despojado de la ropa, un rechazo tajante al control, por parte del poder, del cuerpo y el deseo.

Lo que ocurrió después fue una falla de organización, no atribuible a Tunick ni al equipo convocante, pues no se contaba con la experiencia (ni se tiene en ninguna parte del mundo) para manejar una instalación con 20 mil personas desnudas. Se separó a las mujeres de los hombres y a los primeros se les pidió que se vistieran. La natural curiosidad hizo que ellos se aproximaran lo más posible al grupo femenino. Para ese entonces, cientos de personas que se encontraban en los edificios contiguos, y que no habían participado en el desnudo colectivo, ya estaban abajo. Eso creó incomodidad en algunas mujeres. Pero no se trató de algo generalizado. Hablé con varias de ellas que me dijeron que no experimentaron eso, y que algunas de sus vecinas exageraban.

En todo caso lo que surgió el domingo fue un laboratorio que permitirá analizar y discutir las reacciones humanas hacia la desnudez, que expresan algunos de los efectos de la represión y la fuerza del control. No dudo que una minoría masculina tuviera expresiones ofensivas, pero este hecho no se puede magnificar, cuando en realidad lo que pasó en el Zócalo fue algo completamente distinto. Fue un gran triunfo de la libertad.

Los Maras y su Caló


Carlos Cáceres R.

El caló es una forma de comunicarse y su uso se vincula con la delincuencia. También se le ubica como una forma de rechazo a normas verbales y al hablar por medio de una simbología diferente, pasa a formar parte de la marginalidad. Hablar a través de una simbología diferente puede favorecer la identificación de sus miembros y reforzar la cohesión del grupo, pero expresa una forma de marginalidad.

Desde que era bicho (niño) deseaba andar en la frecuencia (miembro activo de una pandilla), tener mi aka (sobrenombre) y pasear en mi cancha (territorio dominado por una mara), viendo a las michas (mujeres) para que admirarán mi bandana (pañuelo estampado). Es mi forma de ver el mundo.

En la adolescencia me vinculé a la vida loca (integrarse a la mara). Lo primero que hice fue estar manchado (tatuarse), con lo cual dejé constancia en mi cuerpo de acciones, amoríos y orgullo. No tuve problema para colocarme los tres puntos (tatuaje en los nudillos). Me uní a la mara (la Salvatrucha o la Barrio 18). En la cara no tenía lágrimas (pequeños tatuajes recordando a un compañero) ni en los pómulos (registro de homicidios). Enviar al otro barrio (matar) a una persona es un aspecto decidido en la clica (célula formada por dos o más personas) donde me correspondió actuar. Ahí recibí la solidaridad de mis jomis (miembros de la misma pandilla). Me sentí bien con ellos y comprendí el significado de las letras (MS13 o B18). Le entré al gane (robo) y distribuíamos la cachada (venta de cosas producto de hurtos).

El caló de las maras –como medio de comunicación– no es una invención propia de estos grupos. La palabra lunfardo ubica esa comunicación en Argentina, y en Perú se conoce como replana. En otros países reciben diversos nombres. Son asociaciones de palabras o yuxtaposición de imágenes. Su especial significado se encuentra para aquellos que se sujetan a las reglas de un determinado grupo.

No es posible tener amistad con otros jombois (se llaman entre si los miembros de diferentes maras). Es cierto que ellos también han brincado el Barrio (miembro de una pandilla), pero para nosotros –los de la MS– ellos son una cacocha (término despectivo para referirse a los de la Barrio 18). Su respuesta fue ubicar el nombre de pichonas (así llaman despectivamente los de la MS a los de la B18). Cuando los veo, aprieto mi boro o cuete (revolver) porque es cosa de estar listo. En otro caso, siempre tengo mis fierros (cualquier arma) a la mano por si se debe resolver alguna duda. Siempre están conmigo y lo digo de cora (corazón). Como soy chero (amigo), puedo afirmar que nunca seré un volteado (el que se pasa a otra pandilla) y menos voy a echar rata (delación)

Como ya tenía el pase (estar en la mara) podía ir a las pegadas (acciones contra otra pandilla). Esto me costó 13 (el número de La mara salvatrucha) segundos de golpes. Me enfrenté a tres. Es la regla. Paré en el hospital. Un rito brutal para ser aceptado. Cuando salí y lo permitían mis ocupaciones, andaba con jainas (pandilleras) del barrio (puede ser la calle o colonia). Y para gastarles un poco, lograba rentear (cobrar “impuestos”), la hacía de camello (vendedor de droga) o distribuyendo piedra (crack). Pero nunca estuve tatalaca (intoxicado por drogas). Por esta razón, así como me discipliné también tuve el respeto del big palabra (dirigente) quien me lo demostró en varios mirines (reuniones). Lo que ahí se dice, en ese lugar se queda. Quien no entiende esto, puede tener luz verde (autorización de la clica para matarlo). Soy, pues, una gente de respeto. La paisada (mujeres y hombres ajenos a la clica) no ignora como me muevo. Me temen y mis acciones y palabras se toman en cuenta. Siempre estoy listo para después no andar de guinda (huyendo de la policía).

Muchas y diferentes expresiones se utilizan en el caló de las maras en Guatemala. Es el uso de palabras con otros significados dentro del idioma español. Algunas se consolidan y otras desaparecen. Es un fenómeno gramatical que influye en diversos sectores de la juventud. La inmediata tendencia es a imitar esa forma de expresión. Pero no debe olvidarse el contexto de violencia –cada vez más complejo– donde se desarrollan las maras: grupos utilizando la fuerza –la cual produce daño a la vida humana– para lograr determinados fines. Sus implicaciones son negativas para hombres o mujeres que entren en contacto con esa forma de vida. No se debe retroalimentar la violencia por medio de la imitación.

martes, mayo 08, 2007

Otra Conferencia...o de como la historia pone a cada cuál en su lugar


Sergio Aguayo Quezada

De manera accidental se ha empalmado el jolgorio de las autoridades electorales porque están cerca de poder incinerar las boletas de la elección del 2006, con una conferencia en la Universidad de Yale donde saldrán visiones encontradas sobre los polémicos comicios.

Las conferencias son guerras de ideas y palabras. Quienes exponen someten su información e interpretación a un escrutinio público que aun y cuando sea despiadado, respeta las reglas de civilidad establecidas desde la Academia de Platón y el Liceo de Aristóteles. Salvo el exabrupto ocasional, se coincide o se disiente respetando la dignidad del otro; de esos encontronazos va destilándose la forma en que una sociedad explica un evento. En el momento del mayor esplendor autoritario, el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz determinó que los acontecimientos del 2 de octubre de 1968 se debieron a un enfrentamiento entre estudiantes y fuerzas de seguridad. Lo secundaron unas cuantas plumas, algunas de las cuales cobraban de Gobernación; el grueso de la intelectualidad respaldó la tesis difundida por periodistas independientes y por La noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska: Fue una masacre organizada por el Gobierno. Décadas después apareció la evidencia documental confirmando que fue el propio presidente de la república quien ordenó a su Estado Mayor Presidencial disparar contra estudiantes, soldados y policías.

La interpretación sobre las elecciones presidenciales de 1988 tardó más tiempo en cuajar. Mientras que la izquierda política y algunos académicos sostenían la hipótesis del fraude electoral, el gobierno optó por silenciar el tema y tan pronto como le fue posible se conchabó al Partido Acción Nacional para darle un tinte de legalidad a la destrucción de la papelería electoral. Recordar el fraude se convirtió en tema de conferencias académicas poco atendidas porque buena parte de la intelectualidad nacional y extranjera estaba subyugada por la personalidad de, y las transformaciones impulsadas por, Carlos Salinas de Gortari. En 1994 se inició la debacle política del economista educado en Harvard y entonces reapareció la interpretación de que su llegada al poder se debió a un fraude insuficientemente explicado por falta de información.

Las elecciones del 2006 son muy, pero muy diferentes. Para empezar la comunidad académica se dividió públicamente. En la simplificación impuesta por la polémica electoral se evaporaron los matices y se crearon dos bandos determinados por los dos principales candidatos (Felipe Calderón Hinojosa y Andrés Manuel López Obrador) ignorándose la variedad tras las diferentes posturas. A raíz de que Felipe Calderón tomó posesión del Ejecutivo, sus seguidores empezaron a recorrer el sendero de Carlos Salinas impulsando el olvido de los comicios del 2006.

En caso de que el sexenio de Calderón sea coronado por el éxito, es probable que la historia realce sus logros y haga a un lado la forma en que llegó al poder. Pero es muy pronto para anticipar el desenlace; por ahora están iniciándose los encuentros y las conferencias académicas donde se presentan las diferentes interpretaciones sobre lo que sucedió en el 2006 y sobre las repercusiones que tendrá. Empieza a diluirse el esquematismo del año pasado para ser sustituido por la solidez de la información y la argumentación asentadas en el elemental derecho de saber. Es un momento propicio para ello porque el auge de la transparencia abre la posibilidad de una discusión a fondo y bien informada de lo sucedido el año pasado.

Desde hace varios meses John Ackerman, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y Susan Stokes de la Universidad de Yale organizaron, en la sede de esta última universidad, una conferencia académica sobre "El estado de la democracia mexicana" en donde se discutirán las diferentes interpretaciones sobre unas elecciones presidenciales que en mi caso y con base en la información de que dispongo fueron las más lodosas, costosas y dudosas de nuestra historia.
Mientras en México se conmemora el Día del Trabajo, en New Haven se presentarán 13 ponencias sobre elecciones y democracia en México. Uno de los ángulos más interesantes será la forma en que se maneje un aspecto clave: La tensión entre legalidad y legitimidad tan evidente en la decisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TRIFE) de respaldar la decisión del Instituto Federal Electoral (IFE) de que las boletas utilizadas en la elección presidencial del 2006 deben mantenerse "indisponibles" a la sociedad.

En el fondo, las autoridades electorales (IFE y TRIFE) tenían en sus manos la definición de los límites de la transparencia. Finalmente y después de triturar el español y hacer malabarismos con la legalidad encontraron razonamientos formales que les permite destruir la evidencia que permitiría saber quién ganó en el 2006. En el proceso salió a la luz la metamorfosis de Salvador Nava Gomar quien como académico presentaba sesudos razonamientos a favor de la transparencia y como magistrado electoral se enredó en confusos sofismas para justificar la opacidad.

Es muy posible que se salgan con la suya y, si la Suprema Corte no lo impide, destruirán las boletas y respirarán tranquilos creyendo que basta con invocar la legalidad para ser ungidos de legitimidad. Se equivocan. Nunca eliminarán la curiosidad de quienes deseamos saber lo que sucedió en esas elecciones que fueron un barómetro de la calidad democrática. El hueco dejado por las boletas que incinerarán se llenará con otro tipo de información y con inferencias que permitan aproximarse, con razonable certidumbre, a la causalidad y consecuencias de unas elecciones irregulares. Todos los que ahora salivan imaginándose la cremación olvidan las lecciones dejadas por el 68 y el 88. Pese a los esfuerzos del autoritarismo sobrevivió información que ahora permite asegurar que en el 68 hubo una masacre y en el 88 un fraude. En algunos años sabremos cuál será el consenso sobre las elecciones presidenciales del 2006.

En la Universidad de Yale trabaja el ex presidente Ernesto Zedillo. Mientras este martes primero de mayo se discute la elección del 2006 es inevitable recordar que Zedillo es el único presidente mexicano que se comportó como un demócrata y logró el milagro de que una elección presidencial competida fuera legal y legítima. Reflexiones como ésta sirven de marco a otra conferencia.

viernes, mayo 04, 2007

El Violín: Se acabó la música

José Woldenberg

"El Violín" es una historia sobria y conmovedora. Lo primero porque su director, Francisco Vargas, intentó y logró hacer a un lado esa parafernalia gratuita que suele acompañar a buena parte del cine de casi todas las latitudes. Adelgazó el relato, pulió los elementos, contuvo los posibles excesos y construyó un relato pulcro y contenido. Y conmovedora porque recupera con maestría el abc de toda creación verdadera: la invención de unas vidas y unos acontecimientos que son contados desde el punto de vista único e intransferible del autor. De ahí su tono, su atmósfera, su intensidad.

En "El violín" irrumpen unos paisajes, rostros, situaciones que parecían erradicados del cine nacional. En ese sentido se convierte en una subversión de los usos y costumbres de la producción cinematográfica más reciente tan satisfecha de no salir de los laberintos de las capas medias urbanas. Francisco Vargas y su equipo vuelven los ojos a ese otro México oculto, inasible desde la ambición comercial, pero siempre presente en la conformación de ese país escindido y fragmentado, al que por inercia y facilidad llamamos México.

La guerrilla y el ejército se encuentran en una lucha desigual. El ejército ocupa los pueblos y la cauda de tortura, amenazas, abusos y violaciones hace su aparición. Muertos y torturados. Migrantes forzados y campamentos provisionales de refugiados. Y grupos guerrilleros que esperan crecer para entonces sí ajustar cuentas. Vargas no indaga en las causas de esa guerra. Tampoco se detiene en el proyecto guerrillero. Pero utiliza la más que grave y opresiva situación para narrar la historia de un campesino -violinista manco- que con astucia y valor intenta ayudar a los suyos, sólo para ser utilizado por el ejército para atrapar a la dirigencia guerrillera, entre la que se encuentra su propio hijo Genaro (Gerardo Taracena).

Pero el resumen de la trama induce a caer en el error de reducir la película a su anécdota. Y "El violín" es mucho más que eso. Es la historia de las relaciones entre el abuelo, el hijo y el nieto, que en la superficie parecen frías y que, sin embargo, están rodeadas de un aura de calidez y comprensión recíproca que las vuelve luminosas. Es además el despliegue de las relaciones ambiguas -a ratos tensas y a ratos cálidas y finalmente imposibles- entre don Plutarco (Ángel Tavira) y el jefe militar (Dagoberto Gama). Es el paisaje físico y humano del "México Profundo" que diría Guillermo Bonfil Batalla. Es a final de cuentas la historia trágica de un puñado de hombres.

Pero es también una estética. Francisco Vargas opta por la dignidad del blanco y negro. Sabe o intuye que esos sembradíos de maíz, esas milpas cultivadas con el azadón, esos pueblos enclavados en la montaña, esos caminos terrosos, esos rostros, esos esqueléticos burdeles y esas casas de madera, pueden perder elocuencia y fuerza dramática con el color. El blanco y negro se convierte entonces en una paleta de colores más viva que la del arco iris. Se trata de las tonalidades de la gravedad y el decoro. A eso hay que sumar unos encuadres que parecen conjugar y al mismo tiempo estar equidistantes del preciosismo de Gabriel Figueroa y la fuerza brutal de un documental de guerra.

El personaje central -don Plutarco Hidalgo- es una presencia excepcional: correosa como el pan envejecido, dura como la piedra, vertical y flexible como el tallo del maíz y portadora de una sabiduría decantada por una tradición oral que se remonta al inicio de los tiempos. Sabe que toda biografía tiene un final y que la mejor desembocadura de la vida es la que se cursa con dignidad. De ahí la respuesta seca, pero exacta a las exigencias y amenazas reiteradas del militar que lo conmina a tocar: "Se acabó la música".

Hay insinuado en la película un cierto paralelismo entre las rutinas militares de ambos bandos. La jerarquía vertical, los ejercicios físicos y guerreros, el juego con las armas, se repiten (y editan) tanto entre los militares como entre los guerrilleros, y son el telón de fondo que anuncia el desenlace trágico. Ello me parece un enorme acierto. Porque una vez que se activa la espiral de la violencia -más allá de ganadores o perdedores coyunturales, por encima de la epopeya o la sevicia-, la estación terminal siempre es la muerte.

Sin embargo, en ese terreno, no todo es perfecto. Hay un maniqueísmo implícito a lo largo del filme. Los guerrilleros son una comunidad homogénea, sin fisuras ni contradicciones, son ahora sí que "los buenos de la película". Ello acaba por convertirlos en una especie de coro indiferenciado que pierde sustancia y terrenalidad. Igualmente la historia/leyenda que le cuenta el abuelo al nieto y que desemboca en el combate entre "los hombres verdaderos" (noción que no deja de producirme un malestar informe) y quienes encarnan la envida y la ambición resulta truculenta, ajena a un personaje como don Plutarco. Pero en fin...

Pero más allá de esas reservas (ultrasubjetivas, personales y quizá intransferibles), lo cierto es que "El Violín" es una película extraña entre nosotros. Y paradójicamente su originalidad se alimenta de su afán por redescubrir esas historias subterráneas que modelan todos los días el rostro del país y las relaciones sociales que le dan forma y deforman. Porque al final de cuentas, si bien el cine no tiene por qué ser siempre y bajo cualquier circunstancia un "espejo" (imposible) de la realidad, no está nada mal que de vez en vez alguien con talento y sensibilidad nos enfrente a las contrahechuras y monstruosidades del llamado, no sin una buena carga de eufemismo, tejido social mexicano.

Una agenda falsa

Lorenzo Meyer

El Norte

No hay una sola causa que explique la compleja agenda de problemas que desde hace mucho obstaculiza la buena marcha de la sociedad mexicana, pero es en la corrupción donde se encuentra una de las grandes y añejas raíces del fracaso de los casi dos siglos de esfuerzos por lograr superar la situación de inviabilidad y mediocridad nacionales.

En un libro donde abundan las generalizaciones y las simplificaciones pero también ideas dignas de consideraciones de fondo, Thomas L. Friedman -uno de los columnistas más influyentes de The New York Times-, al analizar la naturaleza de los éxitos y fracasos de diferentes actores del actual sistema global, considera a la corrupción como una enorme desventaja en la competencia mundial y define a las cleptocracias -los sistemas políticos estructurados alrededor del robo- de una manera que casi queda a la medida del caso mexicano.

Se trata, dice Friedman, de sistemas "donde todas o las principales funciones del aparato estatal -desde el cobro de los impuestos hasta los procesos de privatización y de reglamentación- se encuentran invadidos por la corrupción al punto que las transacciones efectivamente legales son la excepción. La verdadera norma -que no sólo es tolerada sino anticipada- es que los funcionarios de cualquier nivel usen su poder para extraer de los ciudadanos, de los inversionistas y del Estado mismo, las mayores sumas posibles de dinero. Por su parte, ciudadanos e inversionistas asumen que sólo mediante el soborno podrán obtener el servicio o la decisión que buscan" ("The Lexus and the Olive Tree. Understanding Globalization", Nueva York: Anchor Books, 2000, p. 146-147).



Gastar la pólvora en 'infiernitos'

En los tiempos que corren, la clase política mexicana -ese grupo relativamente reducido, conformado por los altos liderazgos políticos más los de las grandes empresas, de las iglesias y de ciertas ONGs- pareciera empeñada en ignorar los verdaderos problemas nacionales y, en cambio, se esfuerza en mostrar su capacidad y vocación para invertir su energía en librar una batalla donde puede dar la apariencia de gran vitalidad pero que, en realidad, sirve de cortina de humo para cubrir su inhabilidad para enfrentar y resolver los verdaderos grandes problemas nacionales.

La pólvora con la que cuenta la clase política mexicana no es mucha, y hoy la está gastando no en acabar con los enemigos reales de la sociedad sino en "infiernitos"; en mera pirotecnia que, finalmente, distrae pero pasa sin dejar huella.

Y es que las confrontaciones en torno a la despenalización del aborto que hoy llenan los noticieros tienen poca o ninguna relación con esa larga lista de problemas prioritarios a resolver: la persistencia y profundidad de la corrupción, la mediocridad del crecimiento económico, la impunidad de los monopolios, la polarización de la estructura de clases sociales, la baja calidad de una educación de la que depende la capacidad de México para sobrevivir y prosperar en el mundo de la dura competencia global, el descaro y brutalidad creciente del crimen organizado, la progresiva destrucción de nuestro medio ambiente, la mala calidad de la recién nacida democracia, la migración masiva e indocumentada de mexicanos a Estados Unidos, la ausencia de un proyecto de políticas de largo plazo en relación con el poderoso vecino del norte, la inviabilidad del sistema de pensiones y otras cuestiones similares.

En esta primavera del 2007 dos temas han acaparado la atención. Por un lado, la ya mencionada controversia en torno a la despenalización en la Ciudad de México de los abortos que ocurran dentro de los primeros tres meses del embarazo y que se ha convertido en el centro de la confrontación entre izquierda y derecha. Por el otro, la puntual y desesperante reseña de las no muy efectivas operaciones de los aparatos del Estado -Ejército, policía federal y policía local- contra las organizaciones de narcotraficantes. Y, sobre todo, las ejecuciones cotidianas -que la semana pasada cobraron la vida de 70 personas, una auténtica masacre- producto de la brutal lucha entre los sicarios de los cárteles de la droga y de las represalias de cada uno de esos grupos criminales en contra de aquellos policías que están al servicio de una organización rival.



La sociedad como espectador

El tema del aborto fue elegido por la derecha más conservadora para tratar de ganar lo que los anglosajones llaman el "moral high ground" (las alturas de la superioridad moral) y avanzar en su esfuerzo por minar al Estado laico que con tanto esfuerzo crearon los liberales del Siglo 19 y consolidaron los revolucionarios de inicios del Siglo 20 (el mismo camino que hoy siguen los islamistas turcos). De hacer caso a los activistas, este conflicto es de dimensiones casi cósmicas pues representa la lucha entre el bien y el mal, entre la virtud y la maldad o, visto desde la otra orilla, entre lo retrógrado y lo ilustrado, progresista y civilizado.

Sin embargo, pareciera que la mayoría de los ciudadanos no ha comprado este pleito y ha llegado a una conclusión personal -aceptar o rechazar los argumentos que se ofrecen- negándose a ser movilizada. La derecha llegó a tener a una verdadera masa en las calles cuando se organizó en torno a una demanda de sentido común: la exigencia de seguridad en la Ciudad de México pero, esta vez, su llamado a las excomuniones y las desgarraduras de vestimenta no ha encontrado el mismo eco. La izquierda, por su parte, no ha convocado a grandes masas como sí lo hizo en relación a los asuntos de la elección presidencial pasada.

Hoy, los medios de comunicación también están saturados sobre otra lucha, ésta sí realmente seria: la guerra entre y contra narcotraficantes. Aquí las élites no buscan movilizar a la sociedad mexicana y ésta, alarmada y desmoralizada, no ha podido más que quedarse como observadora. Las encuestas muestran que los ciudadanos sí apoyan los operativos policiaco-militares pero también que ya no tienen mucha confianza en su efectividad. Quizá esto último se explique porque se sospecha, y con razón, que el verdadero enemigo no es el narco sino la gran corrupción que lo engendró y que lo sostiene.

Si se hubieran atacado de tiempo atrás las causas de la miseria, si la economía no criminal creara oportunidades dignas de trabajo, si la corrupción de la policía, el Ejército y el aparato de justicia que caracterizan hoy a México, fuera menor, seguirían existiendo las organizaciones criminales que viven de satisfacer la demanda de drogas, pero su impacto social y político sería menor, como efectivamente es el caso en esos otros países donde la corrupción no es la norma sino la excepción.



La cleptocracia y el futuro

La cleptocracia en estado puro no existe, es un instrumento teórico, pero los grados en que se da este fenómeno son cardinales para entender a una sociedad. Friedman no carece de razón al proponer a Nigeria como uno de los países que está más cerca del modelo. Pese a sus recursos, en particular al petróleo, Nigeria es hoy un Estado fallido. Friedman sostiene que India y China son otros tantos ejemplos de cleptocracias. Sin embargo, en estos dos últimos hay otras fuerzas -la demografía, sus áreas de excelencia educativa y académica, su grado de gobernabilidad y otras- que finalmente les han permitido un crecimiento económico envidiable, al punto que hoy sobran razones para considerarlas futuras potencias económicas y políticas.

México, como cleptocracia, se encuentra en algún punto más o menos equidistante entre Nigeria por un lado y China y la India por otro. Stephen R. Niblo, un historiador norteamericano, ha mostrado muy bien el alto grado de corrupción del México postrevolucionario ("Mexico in the 1940s. Modernity, Politics and Corruption", Wilmington: SR Books, 1999). Sin embargo, en esa coyuntura nuestro país pudo dar forma a lo que a mediados del siglo pasado se llamó el "milagro económico mexicano".

Pero eso fue en condiciones de no globalización. Hoy la situación es muy distinta y el país simplemente pareciera haber perdido el rumbo. En la actualidad, la corrupción mexicana es más dañina que la del pasado pues ha dilapidado la renta petrolera, ha impedido la excelencia educativa, ha desperdiciado el gasto en infraestructura, ha fomentado el crimen organizado, ha permitido la captura del Estado por los monopolios y hecho casi irrelevante el cambio de autoritarismo a democracia.

Hoy, gastar la energía política en la controversia sobre la legalización del aborto es usar la pólvora en "infiernitos". El verdadero enemigo está asaltando las murallas de nuestra viabilidad como sociedad y como Estado nacional.

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