sábado, diciembre 20, 2008

Escribimos Nacidos para perder, pero no para transar

Una Felicitacion a Paco Ignacio Taibo II por este merecido reconocimiento

Paco Ignacio Taibo II*

Escribimos desde la ciudad que amamos y que nos enloquece. La ciudad cuyas maravillosas luces del atardecer y cuyos ciudadanos de todos los días nos iluminan.

Solemos hacerlo desde la rabia que provoca la injusticia, el abuso del poder, la corrupción, el miedo, la doble moral mojigata de aquellos que bendicen con la mano derecha y se masturban con la izquierda.

Escribimos desde la vaga sensación mutante de que nada de lo que se pone en el papel ha de alterar la historia, ni siquiera la historia personal, y sin embargo desde la clara percepción y la esperanza de que en medio de la selva urbana de antenas de televisión, alguien nos escucha y todo está cambiando.

Escribimos desde las pasiones desgastadas, y no por ello menos intensas, de los que se saben propietarios de la letra en países dominados por la perversión de la falacia de las ondas y el analfabetismo funcional; bromeamos en las ferias del libro y decimos que 60 firmas nuestras, libro incluido, se canjean por una de Maradona y dos de Hugo Sánchez.

Escribimos desde las vocaciones de la voluntad, la leyenda, la utopía, el humor negro, la sátira, el melodrama involuntario, el realismo accidental.

Escribimos como si nos fuéramos a morir si no pudiéramos contar un cuento de hadas, los delirios del presidente, la ausencia del parque del Seguro Social, la cascarita futbolera de la esquina, la resistencia tenaz de los huelguistas; como si pudiéramos convocar los fantasmas de Pancho Villa, José Revueltas y el cura Matamoros. Y efectivamente nos morimos si dejamos de hacerlo.

Escribimos como si nos fuera el alma en el intento, como si fuéramos a perder el último tranvía nocturno si no ponemos el acento o encontrar la palabra que describe el smog en las noches, cuando no es posible verlo.

Y llamamos a leer, porque fieles a las tradiciones de la izquierda, pensamos que la lectura desata la imaginación, el pensamiento crítico, liquida a la soledad y que sin duda: “verbo mata a carita”.

Escribimos porque creemos en el poder de la palabra escrita, en su insinuante capacidad transformadora. Sabemos que la literatura es el gran instrumento de destrucción de las neuronas averiadas, que es el gran barco alienígena que navega en nuestras cabezas; que nadie será el mismo después de haber leído el diario de Ana Frank, que no se puede ser racista a los 40 si en la adolescencia fuiste sandoka-salgariano, que no está mal usar como los cuatro mosqueteros la palabra “honor”; que cuando Lenin fallaba Robin Hood era infalible, que se liga mejor con los poemas de Neruda y que el conde de Montecristo es el portador de algo tan sagrado como la vocación de la venganza, el mejor de los instrumentos políticos en estas tierras.

Escribimos desde el lugar que nos ha escogido y que hemos decidido nuestro, desde una ciudad cuyo nombre evoca temblores, represiones, gloriosas luchas populares y que a veces nos parece el último reducto de las pasiones en un planeta descafeinado y light.

No necesitamos una cuota extra de exotismo para que nuestros lectores nos quieran, compartimos con ellos el amor por cosas reales o inventadas, como el Ajusco al atardecer, la lluvia torrencial estimulada por Tláloc, el color escarlata de los cielos, el penacho de Moctezuma, los maratones de barrio, los personajes que se cortan las venas por amor, los puestos de comida callejeros a la salida del Hospital General, la rumbosa marcha de las obreras de Medalla por Reforma, segundos antes de que las reprimieran, la sensación de que un libro es tan útil como una hamaca en la selva amazónica peruana o la idea de que el sexo es una fiesta peligrosa.

Escribimos en una ciudad en la que sólo son inmutables la virgen de Guadalupe y el osito bimbo, en su eterna falacia virtual, los 40 ladrones de Alí Babá que cobran cheque en la tesorería federal y la certeza de que ni el futbol ni la lotería, ni el voto manchado por el fraude nos harán justicia.

Escribimos sonriendo cuando recordamos que nos hemos hecho una camiseta en cuyo frente reza: “Nacidos para perder”, pero a la que sagazmente le hemos puesto en la espalda: “Pero no para transar”. Y que la camiseta de tantos años de lavarla luce sus letras orgullosamente deslavadas.

No pedimos más de lo que ya tenemos: la posibilidad de escribir y que nos lean.

Y narramos por tanto, desde la feroz y divertida rabia de los que han perdido el avión tantas veces y en tantos aeropuertos, que empiezan a recobrar el sentido del viaje.

*Discurso pronunciado ante la ALDF, tras recibir la medalla.

jueves, noviembre 13, 2008

Miriam Makeba murió como vivió: cantando en defensa de una causa

■ Sufrió un ataque cardiaco en un concierto en honor de periodista que lucha contra la mafia
■ Dio voz al dolor del exilio y de la separación, expresó Nelson Mandela
■ Mamá África fue vetada en su país por su abierta condena al apartheid; volvió triunfal en 1992

Daniel Howden (The Independent)

No es sorprendente que Miriam Makeba haya muerto como vivió, en plenitud vocal y en defensa de una causa política. La cantante de 76 años sufrió un ataque cardiaco, se anunció este lunes, poco después de un concierto en el sur de Italia en honor de Roberto Saviano, periodista cuyas revelaciones sobre la Camorra, la mafia napolitana, le han ganado amenazas de muerte y una vida a escondidas.

Makeba, o Mamá África, como la conocen sus fanáticos en todo el mundo, se volvió la primera estrella global africana, tanto por su música como por su disposición de toda la vida a adoptar una postura de abierta condena sobre el tema político de su tiempo: el apartheid. Nelson Mandela, otro icono global sudafricano, le rindió tributo este lunes: “Fue la madre de la lucha y de la nación. Dio voz al dolor del exilio y de la separación. Nada más apropiado que pasara sus últimos minutos en el escenario, enriqueciendo el corazón y la vida de otros, y una vez más en apoyo a una causa noble”.

La cantante reverenciada como “emperatriz de África” dejó un auditorio que pedía más. Luego de cantar ante más de mil personas en Castel Volturno –bastión de la Camorra, donde seis inmigrantes africanos fueron asesinados hace dos meses por la mafia–, el público la llamaba para otra canción. “La gente pedía un encore y entonces alguien preguntó si había un médico en la sala –relató un fotógrafo que asistió al concierto–. Miriam Makeba se había desmayado y yacía en el suelo.” Murió luego de desvanecerse en el escenario.

Elogios a su voz, activismo y sentido del humor

Al conocerse la noticia en su patria, la mañana de este lunes, los escuchas saturaban con llamadas los programas de radio, muchos llorando, y se deshacían en elogios a su voz, su activismo y su sentido del humor.

Fue también en Italia, en el Festival de Venecia de 1959, donde la chica de Johannesburgo saltó a la fama mundial. Luego de recibir su gran oportunidad en el musical King Kong –que en Sudáfrica tuvo que presentarse en universidades, porque sólo así lo podían ver blancos y negros por igual–, llamó la atención del director fílmico estadunidense Lionel Rogosin. El cineasta incluyó canciones de Miriam en el controvertido documental Come Back, Africa, que causó conmoción ese mismo año en Venecia. La película presentaba un doloroso retrato de la vida de los negros en Sudáfrica, y la voz de la joven cantante ganó aclamación mundial. Makeba, a la sazón de 27 años, decidió no arriesgarse a volver a su patria, que vivía bajo el apartheid, y se mudó a Londres.

Un año después, cuando trató de ir a su país para el funeral de su madre, descubrió que le habían revocado el pasaporte, y más tarde, cuando ella denunció el apartheid ante la ONU, el gobierno sudafricano prohibió tocar su música. Así comenzó un exilio que duraría 31 años.

Fue la primera africana que ganó un Grammy en 1966

Engañosamente esbelta, con una voz sensual, fue cortejada por estrellas y personajes de la década de 1960, desde Miles Davis, Nina Simone y Harry Belafonte hasta John F Kennedy, Marlon Brando y Bette Davis. Fue la primera africana que ganó un Grammy, en 1966, ascenso meteórico para una chica que comenzó en el lado duro de la división racial y a quien sus parientes tuvieron que animar para que cantara en el grupo de un primo, llamado Cuban Singers, diciéndole que cantaba como “un ruiseñor”.

Fue en ese periodo cuando, con respaldo de Belafonte –quien le gestionó una visa estadunidense–, grabó dos discos que cimentaron su popularidad más allá de las costas de África: The click song (Qongqothwane en su lengua nativa, xhosa) y Pata Pata (la última que cantó antes de desmayarse en el concierto). Sin embargo, su instintiva brújula política acabó por complicar y luego poner fin a su luna de miel con Estados Unidos. En 1968, en la cúspide del movimiento pro derechos civiles, se casó con Stokely Carmichael, activista del poder negro, quien fue su tercer marido. Fue demasiado para el status quo estadunidense, y las estaciones de radio y los promotores de conciertos dejaron de incluirla en sus programaciones.

Este segundo rechazo fue amortiguado por una oferta de regreso a África por parte del líder de Guinea, Ahmed Sékou Touré, quien le dio un pasaporte diplomático y utilizó el nombre de la estrella para elevar sus propios bonos. Makeba cultivó también una cálida relación con Fidel Castro.

En Guinea grabó el asombroso álbum en vivo Appel A L’Afrique, el cual incluía la tierna canción de amor Malaika, que durante mucho tiempo se ha visto como un himno panafricano extraoficial. Fue producido por su compatriota y segundo marido, el trompetista Hugh Masekela.

Luego de un receso en su carrera musical, volvió a la prominencia con la gira Graceland de Paul Simon, en 1987. Para entonces experimentaba mezclando canciones sudafricanas con jazz, soul y pop, por lo que se le reconoció como pionera de la llamada música del mundo.

“Fue como renacer”

En 1992, cuando Nelson Mandela salió de prisión, Miriam fue invitada por fin a volver a su patria; el veto a su música había sido levantado cuatro años antes. “Fue como renacer –comentó ella–. Que la gente siguiera sintiendo lo mismo por mí fue extraordinario. Todo lo que hice fue llorar.”

Siempre rechazó ser política conscientemente; decía que las circunstancias dictaban los temas que elegía cantar. “Nuestro ambiente nos hace lo que somos –expresó en una entrevista reciente–. Tenemos canciones de amor y canciones de cuna porque tenemos niños y tenemos amor.”

Aunque realizó una “gira de despedida” en 1997, en la que cantó ante salas llenas en todo el mundo, permaneció musical y políticamente activa dentro de la ONU y en sus propias organizaciones civiles. A principios de este año se presentó en la República Democrática de Congo en apoyo a una campaña contra la violencia sexual.

Sudáfrica entera se puso de luto este lunes. La ministra de Relaciones Exteriores, Nkosazana Dlamini Zuma, resumió la pérdida. “Una de nuestras mayores cantantes de todos los tiempos ha dejado de cantar. A lo largo de su vida, Mamá Makeba transmitió, mediante el arte de la canción, un mensaje positivo al mundo acerca de la lucha del pueblo sudafricano y de la certeza de la victoria sobre las fuerzas oscuras del apartheid.”

© The Independent

jueves, octubre 30, 2008

La opción de Josías



Hermann Bellinghausen

Musical y suave, acariciadora, la agitación al paso del viento de las hojas que se aferran a los árboles todavía. Por millones caen otras, secas, que se desprenden de la rama al vencerlas la debilidad.

En la cerca que delimita la parcela brotan moradas las cámpanulas, que no son flores friolentas y se sienten a gusto en el insidioso otoño, le aguantan sus humores y tormentas, no pocas mañanas calurosas y brillantes, y luego nubarrones, neblinas, heladas, aguaceros. La campánula aguanta, está diseñada para flotar bocarriba en caso de inundación, leal a su semilla.

En el otro extemo de la parcela, Josías con el azadón le abre lo rojo a la tierra, la prepara para ararle surcos. Tiene como cortina de fondo una tornamilpa monumental y verde que no lo empequeñece. Extrañamente, lo hace ver grande. Está un poco viejo. Está descalzo no por pobre (botas tiene), por delicadeza con la tierra, por apretarla entre sus dedos.

La gorra beisbolera que lo cubre es una reliquia, casi gabardina cantinflesca. Una parte simbólica de su atuendo. Los pantalones arremangados, la chamarra naranja. Trabaja con chamarra, señal de que hace frío. Sólo se escucha el rascar de su instrumento, rompe el pasto, arranca los terrrones, los vira y desmorona. Eso, y su casi imperceptible jadeo.

Vuelve el viento. Hace bailar las castañuelas del follaje, las lanzas verdes y las crestas rubias de la milpa. Josías interrumpe su faena, escucha un momento, siente en el rostro el frescor un poco helado que agradece pues está sudando.

Mira atrás, todo el terreno ya levantado, café rojizo, maleable como el barro al alfarero; y luego adelante, a la extensión de prado que le falta para dejar a punto la parcela.

“Va más de la mitad”, piensa Josías. O lo dice en voz alta. Como está solo lo mismo da, es como si nada más lo pensara. Le presta alivio, pero no tanto pues todavía le falta un buen tramo antes del borde de robles, sauces y pinos, enredaderas y alambre.

Cuando se calma el viento se escuchan los cantos de unos pájaros. Josías reanuda la tarea. Está cansado. Sólo le queda un asientito de pozol del almuerzo. ¿Será que va a llover? Parece.
Echa un vistazo a la distancia, a lo que quedaba a sus espaldas, el patio de su casa. Ya están guardando las gallinas. Ja. Si todavía falta un rato para el agua, y los pollos se guardan solos. Saben, como él que la siente venir en los huesos.

Es empeñoso y no se aburre. Josías piensa terminar hoy el terreno, en carrera contrareloj con la lluvia. El reto lo anima.

En este mismo momento, él qué sabe, las bolsas de valores del mundo caen estrepitosamente, se evaporan los bancos, el dinero es bilimbique pero las deudas no, y los dueños las pueden cobrar a sangre y fuego. O quedarse con las tierras y los derechos de otros, así, por sus güevos.
En este mismo momento hay grandes extensiones del planeta, ciudades y valles, donde no ha llovido hace un año, o más. Partes donde no llueve nunca. Y otras donde no para de llover. El desorden climático del “nuevo” mundo, uno que envejece aceleradamente.

Josías no les ha perdido el pulso a las estaciones, esas damas antes tan respetables como cuatro confiables rebanadas del calendario y que hoy ya nadie cree. Cuando menos a esta tierra no han llegado el agujero en la capa de ozono, ni las epidemias de transgénicos, ni el envenenamiento con petróleo o arsénico, ni los deshielos, ni los falsos invernaderos. Sólo el Procede, ominoso bajo su disfraz de “apoyos y oportunidades”.

No que todo siga igual en el mundo de Josías. El tiempo siempre cambia. Sabe que no debe perderle el pulso al aire (que en este mismo momento sopla de nuevo con un sonido como de agua que regresa). Josías puede navegar sobre su milpa, literal y figuradamente, en las turbulentas inundaciones del capitalismo fuera de madre. Conservar los pies, así, descalzos, en la tierra, bien plantados. Y por lo pronto, ganarle esta tarde a la lluvia.

jueves, octubre 16, 2008

miércoles, octubre 08, 2008

Miguel Ángel Granados Chapa recibe la medalla Belisario Domínguez

* Advierte sobre tendencias al autoritarismo, al recibir la medalla Belisario Domínguez

* Fortalecer las libertades públicas y emitir ley de amnistía, exige Granados Chapa

*Demanda atender reclamos, no criminalizar la protesta e impedir que la sociedad se disuelva

* Protesta de la senadora Rosario Ibarra de Piedra, durante la ceremonia en el recinto de la calle Xicoténcatl

Una vez que recibió la medalla Belisario Domínguez en su edición 2008 y el reconocimiento de los tres poderes de la Unión, el periodista Miguel Ángel Granados Chapa advirtió sobre el crecimiento de “tendencias al autoritarismo, a la criminalización de la protesta social, a la guerra sucia enderezada no sólo contra los opositores al régimen, sino contra ciudadanos en reclamo de sus derechos”.

Ante el jefe del Ejecutivo federal, Felipe Calderón, que ayer asistió exclusivamente como testigo de honor, ya que fue el presidente de la mesa directiva, el panista Gustavo Madero, quien entregó la presea al galardonado, el maestro Granados Chapa reivindicó las movilizaciones sociales, demandó fortalecer las libertades públicas y emitir una ley de amnistía “que haga salir de las cárceles a los presos políticos que hoy mismo, como en los peores tiempos del autoritarismo, padecen prisión injusta”.

Durante la sesión solemne de la Cámara de Senadores, a la que asistieron los presidentes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y de la Cámara de Diputados, Guillermo Ortiz Mayagoitia y César Duarte Jáquez, respectivamente; integrantes de la academia, como el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), José Narro; intelectuales, y miembros del gremio periodístico, la mayoría de los senadores del PRD decidió estar presente para acompañar a Granados Chapa.

Lo hicieron previo acuerdo con PAN y PRI de que Calderón asistiría, como indica el artículo 100 de la Ley Orgánica del Congreso, sólo como invitado, sin que los perredistas tuvieran que saludarlo, sin fotos, sin participar en las comisiones para recibirlo y sin que fuera él el encargado de entregar el diploma y la medalla Belisario Domínguez.

Protesta en solitario

En ese contexto, Calderón se presentó en el Senado por segunda vez, y si bien los perredistas no lo increparon, apenas ocupó su lugar se escuchó el grito: “¡Es un honor estar con Obrador!”, que lanzó la periodista Andrea Fernández, hija del fallecido cronista deportivo Ángel Fernández.

Ricardo Monreal, Rosalinda López y Salomón Jara no aceptaron estar en el mismo sitio “que el espurio”, como declararon más tarde, y la senadora Rosario Ibarra, quien sí asistió, colocó en su escaño un cartel de Andrés Manuel López Obrador con la leyenda: “presidente legítimo”, visible desde la tribuna donde Calderón escuchó la proclama que Belisario Domínguez leyó, también ante la tribuna del Senado, en 1913, antes de ser asesinado por órdenes de Victoriano Huerta.

Al hablar en nombre del Senado, la perredista María Rojo se dirigió a “los señores titulares de los poderes de la Unión” para no referirse a Calderón por su nombre.

Expresó que a lo largo de su carrera, como conocedor de la historia, periodista, profesor, expositor y analista de nuestra realidad, el maestro Granados Chapa ha demostrado su congruencia en busca de la verdad.

“Si existiera alguna duda al respecto, para despejarla habría que referirse a la masiva participación de la comunidad cultural y de la sociedad civil mexicana y a la unánime aceptación de la propuesta para ser reconocido por el Senado mexicano.”

Rojo resaltó también que Belisario Domínguez es hoy un símbolo, porque fue un hombre honesto, íntegro y consecuente con sus principios, como lo es Miguel Ángel Granados Chapa, “un ejemplo de que se puede vivir con honradez, con dignidad, con limpieza, comprometiéndose a un tiempo con las causas justas, sin alejarse de la verdad”.

En su turno, Granados Chapa recordó que el doctor Domínguez era miembro del Senado cuando “arrostró con plena conciencia su muerte, con tal de expresar sus convicciones, su condena al régimen usurpador y criminal de Victoriano Huerta”.

Se refirió a las movilizaciones sociales y pidió no demonizarlas, sino reconocer y valorar sus cualidades motrices. “La gente en la calle, las multitudes que clamaron contra la inseguridad, impulsaron la presentación de iniciativas de reforma legal, de creación de nuevos instrumentos contra el hampa”.

La calidad del proceso legislativo acerca de la reforma de Petróleos Mexicanos sería otra, señaló, de no haberla precedido el amplio debate nacional sobre un tema “que, como pocos, hoy no puede ser abordado sin la presencia de la sociedad”. Hoy, juntos, legisladores y la gente, dirán “lo que hay que hacer para poner al día, en estricto apego a la Constitución, la industria petrolera nacional”.

Granados Chapa insistió: “esas libertades públicas requieren un fortalecimiento que impida retrocesos dañinos para la convivencia nacional”.

El autor de la columna Plaza Pública instó a los senadores a mejorar la legislación contra la desaparición forzada de personas, “que afecta hoy a decenas, cientos quizá de mexicanos a quienes autoridades federales o locales levantaron como si fueran los captores delincuentes, es decir, los detuvieron pero no los sometieron a juicio, como deben proceder de acuerdo con la ley, y acaso los privaron de la vida, como lo hacen los matones profesionales”.

Se requiere, dijo, una legislación que haga al Estado “cumplidor de la ley y no su infractor en perjuicio de los ciudadanos”, que sería “admirablemente completada por una ley de amnistía”.

“Bravo”, gritó desde su escaño el senador Pablo Gómez, y todos los perredistas presentes se pusieron de pie para aplaudir a Granados Chapa, quien concluyó su discurso con la advertencia de que, pese a la situación actual y a la difusión de un ánimo de desesperanza, el desenlace no es inexorable.

“No nos deslicemos a la desgracia, menos aún caigamos de súbito en su abismo. Cada quien desde su sitio, sin perder sus convicciones, pero sin convertirlas en dogma que impida el diálogo, impidamos que la sociedad se disuelva.”

Granados Chapa recibió un gran aplauso por varios minutos que le tributaron de pie senadores de todas las fuerzas políticas e invitados especiales, desde el rector de la UNAM, el ex senador Javier Corral y dirigente de la Asociación Mexicana del Derecho a la Información y la periodista Carmen Aristegui, hasta el actor Daniel Jiménez Cacho, José Agustín Ortiz Pinchetti, Francisco José Paoli y sus familiares.

Acompañado por Calderón y Madero, Granados Chapa salió del recinto para la develación de su nombre en el muro de honor de la medalla Belisario Domínguez y montar guardia frente a la estatua del senador sacrificado por Victoriano Huerta.

Una vez que Calderón y el Estado Mayor Presidencial abandonaron el recinto, Granados Chapa fue asediado por legisladores, comunicadores, ex alumnos y personal del Senado que lo abrazaron y felicitaron en reconocimiento a una vida dedicada al periodismo.

jueves, octubre 02, 2008

Sobre un texto iracundo: recordamos

Gustavo Gordillo

Hace cuarenta años, sin saber bien por qué, de pronto me encontré junto con un compañero troskista Suárez y con Eduardo Valle, como representante de la Escuela Nacional de Economía ante el Consejo Nacional de Huelga. A diferencia de ellos, militantes de la izquierda radical y de la izquierda comunista; yo formaba parte de un grupo estudiantil, el Juan F. Noyola. Nos organizamos alrededor del cine club de Economía y como consejeros técnicos y consejeros universitarios nos involucramos sobre todo en la vida académica de la escuela.

Hace cuarenta años me encontré de pronto co-dueño con tantas más de mis compañeras y compañeros de esta nuestra gran ciudad volanteando, voceando y boteando. Inaugurando algo que hasta entonces había estado vedado para todos los de mi generación. La posibilidad de marchar y manifestarnos por las calles. Contemplamos conmovidos cómo el 13 de agosto, al entrar al Zócalo se caía un mito. Nunca más un espacio público como propiedad exclusiva del poder autoritario.

Hace cuarenta años después de haber escuchado el infame Informe presidencial en donde claramente se invocaba a la Constitución para hacer uso del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea contra el movimiento estudiantil como si fuéramos un ejército invasor; multiplicamos los gestos y los mensajes explícitos en búsqueda de mecanismos que nos pudieran conducir a una negociación digna y transparente con el poder público. La manifestación silenciosa del 13 de septiembre fue la cúspide de ese intercambio simbólico con el poder autoritario.

Hace cuarenta años enfrentamos el dilema central de toda dirigencia política. ¿Cuándo planteas un repliegue en un movimiento social que ha resistido el ataque indiscriminado y persistente de todos las expresiones del poder autoritario desde el gobierno hasta los medios de comunicación, las asociaciones gremiales, los partidos y las iglesias?

No hicimos lo suficiente como para traducir esos gestos simbólicos en deliberación pública en nuestras propias escuelas. Un dirigente valeroso como Roberto Escudero insinuó en la asamblea de su escuela, Filosofía y Letras, la necesidad de un repliegue ordenado del movimento. La respuesta fue contundentemente en contra. Pero la mayor parte de los dirigentes constatábamos día a día que el gobierno avanzaba en un camino seguramente sin retorno hacia la represión.

Un esclarecedor ensayo de Pablo González Casanova a fines de agosto publicado en el suplemento cultural de la revista Siempre! planteaba con claridad los dilemas. Por otra parte, a través de un profesor de Economía aceptamos una invitación para conversar con el General Lázaro Cárdenas del Río. Todos los principales dirigentes nos reunimos con él y escuchamos su análisis y su propuesta. Una carta firmada por todos los dirigentes dirigida al gobierno en la cual afirmaríamos nuestra confianza en el General como mediador confiable entre el movimiento y el gobierno. La propuesta se presentó unos días después en el CNH y fue derrotada por seis votos.

Aún con estas dudas, errores y limitaciones nuestro mensaje central fue inequívoco. No éramos ni representábamos ninguna amenaza ni para el gobierno ni para las Olimpíadas.

Hace 40 años llegué a la Plaza de las Tres Culturas cuando ya el ejército y la policía la tenía rodeado y la balacera había comenzado. Una mujer con un hijo en brazos se acerca a un soldado y le dice: ¡Mátelo! El soldado, demudado, le responde: ¿Por qué, señora? Mejor váyase. Ella insiste: Mátelo, porque allá adentro tengo a otro hijo de 17 años que lo están matando. Cuando éste crezca los va a odiar y también lo van a matar.

Hoy, después de cuarenta años en condiciones diferentes, pero no menos dramáticas nuestro país requiere nuevamente de sus mejores mujeres y hombres. Recordamos para continuar una lucha.

Rosario Castellanos lo resume bien:

Recuerdo, recordemos

Hasta que la justicia se siente entre nosotros.

sábado, septiembre 20, 2008

Yo no sr. Calderon..... Yo no

Atendiendo a la pequeña parte que me corresponde del llamado a la unidad hecho por Felipe Calderón para todos y cada uno de los mexicanos el pasado 16 de septiembre, tras los atentados explosivos en el centro de nuestra ciudad, me permito alzar la palabra desde esta tribuna para declinar la invitación, expresando algunas de las razones que me llevan a ello.

No acudiré a su demanda, señor presidente. Yo no.

Porque en mi colonia hay una vecina que vende ropa usada, y desde hace meses tiene que pagar una cuota más elevada a sus proveedores de mercancía; proveedores nuevos, más exigentes, distintos, que monopolizan el mercado, a los que no se les puede decir no y cuyo nombre parece prohibido pronunciar.

Porque una alumna tiene un amigo, vendedor de cine de arte pirata en el Auditorio (ese monstruoso tianguis donde cada domingo, a espaldas del turismo, hace latir Morelia el corazón de sus verdaderos rostros), que cierto día y sin previo aviso se puso a rematar a diez pesos todas sus existencias, debido a que la concesión de puestos había pasado a ser prebenda de nuevos responsables, señores del quién vende, qué vende y a cuánto asciende la cuota a cubrir por vender. Responsables a los que resulta impensable contradecir si algún aprecio se le tiene a la propia vida.

Porque un antiguo conocido de mi madre, de visita por la capital michoacana hace un par de octubres, le confió que en algunas de las selectas fiestas privadas que coronan el glamour de la noche durante el Festival de Cine, sólo unas cuantas charolas van colmadas de copas de licor.

Porque mis alumnos bachilleres saben que, en caso de que mañana desapareciera la tiendita que a la vuelta de la escuela les oferta metanfetaminas, pasado mañana aparecería otra igual de próxima para sustituirla. Porque se ha vuelto común pagar por protección que no solicitaste. Porque en mi colonia (una de esas nuevas colonias de desecho con las que usted y los de su especie se jactan de volvernos propietarios, y en cuyos interiores el amor debe hacerse en silencio para no despertar a los niños de la casa de junto) hay padres de familia que graban con su celular los pleitos a golpes de sus hijas adolescentes contra compañeras de la secundaria.

Porque no hay habitante de Morelia que no posea al menos un par de anécdotas inmediatas como estas. Porque ello demuestra que el crimen organizado y sus devastadoras secuelas (económicas, sociales y culturales) no son una distante anomalía en cuyo camino los mexicanos de bien pueden tener la mala suerte de atravesarse, sino una cotidiana realidad más que palpable. Porque los sucesos del pasado 15 de septiembre no constituyen ninguna excepción, sino apenas un grotesco, indisimulable punto culminante de lo que aquí hace mucho se convirtió en norma.

Porque ante tales circunstancias, yo, como cualquier ciudadano que no habite Morelia con los ojos cerrados, sé que morir hecho pedazos por una granada también cabe mirarse como una variante piadosa de la atrocidad, pues al menos es breve.

Porque yo, al igual que todos los michoacanos, al igual que todos los mexicanos, me enfrento cotidianamente a la evidencia de que esa guerra que usted dice que le está ganando al crimen organizado, en realidad la está perdiendo. Y sé que si la está perdiendo hasta el punto en que la está perdiendo, sólo puede deberse a dos razones: a que no le interesa ganarla, o a que ganarla significa para usted y para mí dos cosas radicalmente distintas, si no es que definitivamente opuestas.

Porque el hecho de que afecte usted ante cámaras y micrófonos tanta acongojada indignación, tanta severidad consternada, de ninguna manera le impide aprovechar cada nuevo episodio de devastación e infamia para seguir reduciendo, con calculado esmero, la ya de por sí estrecha frontera que su discurso estableció desde el primer momento entre criminalidad y disidencia. Porque sin pudor alguno hace de la desesperación y el miedo instrumentos para caracterizar como delincuente a cuanto ciudadano se atreva a reivindicar su inalienable derecho a la justicia.

Porque la indignación y la rabia no nublan mi juicio hasta el punto de no entender lo que significa que el crimen organizado se haya atrevido a perpetrar un operativo terrorista en la ciudad donde usted nació, a pocas horas de que presidiera el desfile militar donde sería desplegado en privilegiada pasarela mediática el más significativo muestrario de la infraestructura destinada a combatirlo. Porque el hecho en sí mismo, más las secuelas que le han acompañado (La Familia demandando desagravio para el pueblo michoacano y comprometiéndose a proporcionárselo), evidencian la magnitud del poder real que en este momento detentan sus adversarios, a despecho de la hueca estrategia publicitaria que se empecina en presentárnoslos arrinconados, debilitados, socavados y a punto del definitivo derrumbe.

Porque la colombianización de nuestro país no fue nunca la hipótesis de un destino probable, sino el único escenario que el torpe proceder desde el inicio de su gestión podían precipitar. Porque no hacía falta ser politólogo para entender que si el enfrentamiento de primera línea entre el narco y la institucionalidad policiaca terminó por corromper de modo devastador e irreversible a tal institucionalidad (como cotidianamente comprobamos, por más que muden de nombre agencias y corporaciones), y por otorgarle a las organizaciones delictivas una afinada configuración parapolicíaca, la llana militarización del combate al narcotráfico terminaría tanto por minar la relativa impenetrabilidad de las fuerzas armadas en materia de infiltración y corrupción, como por ajustar la infraestructura organizativa, material y humana del crimen organizado en función de sus nuevos oponentes.

Porque la bravucona, monocorde entonación de sus mensajes, en los que demuestra no disponer de otro plan que el incremento de las mismas ineficaces medidas aplicadas hasta ahora, enmascara algo infinitamente más terrible que candidez o impotencia. Enmascara la decisión (suya y del proyecto de país que encabeza) de beneficiarse hasta donde sea posible con el actual estado de cosas, para seguir agudizando el inexorable adelgazamiento de las garantías políticas del ciudadano común, en vicaria invocación de su propio bien; enmascara la brutal imposición del franco autoritarismo, utilizando como coartada el combate contra la inseguridad. Y porque puestos en semejante contexto, siempre quedó perfectamente claro lo que para nosotros iba a significar su aseveración de que iba a usted a perseverar en el camino trazado sin importar las vidas humanas que costara.

Porque un análisis riguroso de nuestra clase política, nuestra institucionalidad y nuestra legalidad empresarial, revelaría hasta qué punto la élite de buenos mexicanos con los que usted me llama a ponerme hombro con hombro, deben su posición a la connivencia, el disimulo, la complicidad o la franca y abierta participación con las 'fuerzas del mal'.

Porque mirarlo en sus giras al lado de los gobernadores de Puebla y de Oaxaca, independientemente del acatamiento a las convenciones del hacer político y de la vida republicana, me hacen entender que usted está dispuesto, como mínimo, a otorgarles el beneficio de una duda que ningún ciudadano con elemental sentido de la vergüenza puede consentirse. Y porque, sobre esa base, puedo imaginarme hasta dónde pueden llegar en materia de ilegalidad, barbarie, corrupción y delito, de acuerdo a los intereses creados del caso, tanto el beneficio de sus dudas como los costos de su obcecación.

Porque en manos suyas, palabras como Nación, República, Soberanía, Independencia, Democracia y Estado de Derecho dejan de ser términos con significación precisa, valor propio y fin en sí mismos, para convertirse en mero aderezo retórico, al servicio de una tendencia que, erigiendo el beneficio particular de unos cuantos como supremo rasero del sentido público, lo que hace es atentar por principio contra ellos.

Porque hoy por hoy, la institucionalidad en torno a la cual nos invita usted a agruparnos para hacer frente común, de ninguna manera representa los intereses ni del pueblo ni de la nación mexicanos.

Porque los argumentos que utilizara usted en su discurso del pasado miércoles (privilegio de intereses particulares o de grupo por encima del supremo interés de la Nación), para tipificar en confusa y tendenciosa urdimbre como traidores a la patria tanto a los miembros del crimen organizado como a cuantos en materia económica, social y política no piensan como usted, le vienen a la medida apenas se desentraña su cotidiano proceder como titular del ejecutivo federal, sus labores proselitistas para ofrecer al mejor postor los bienes y recursos del país, su empecinamiento por sacar adelante unas reformas estructurales encaminadas a canjear las garantías y conquistas del pueblo trabajador por oportunidades otorgadas a modo de dádiva por un orden empresarial voraz e inescrupuloso.

Porque usted quiere hacernos creer que la lucha debe ser contra el crimen organizado, y yo sé que la lucha es contra un México del que el crimen organizado y usted mismo no son sino facetas parciales.

Porque la ideología, en tanto definición reflexiva y crítica de nuestro ser en el mundo, no puede despacharse como una prescindible camiseta que uno se quita o se pone de acuerdo con esta o aquella coyuntura, sino que constituye la medida justa de las realidades posibles con que estamos dispuestos a comprometernos. Porque la política, en tanto construcción soberana de los lineamientos generales de nuestro espacio público, no refiere a ningún medio discrecional encaminado a la obtención de determinados beneficios particulares, sino a la acción que define y valida nuestra posición ante la historia.

Porque, dicho y precisado lo anterior, entro íntegramente en el grupo, tan censurable según sus palabras, de los que por razones ideológicas y políticas no están dispuestos a sumarse a esa lucha de usted y de quienes, compartiendo su envilecido horizonte ideológico y su mezquina concepción del hacer político, junto a usted luchan.

Porque cuando sus discursos pretenden reducir el crimen organizado a mero síntoma, no lo hacen por inocencia, ni por ignorancia ni por equivocación. Lo hacen porque forma usted parte de la misma enfermedad.

Por eso alzo la voz. Y desde esta tribuna manifiesto:

Yo no, señor presidente.

Yo no, señor gobernador.

Yo no, señor presidente municipal

Yo no, señores diputados.

Yo no, señores funcionarios.

Yo no, señores de los partidos políticos.

Yo no, señores del Consejo Coordinador Empresarial, de la Coparmex y de la Canacintra.

Yo no, señores de la Conferencia del Episcopado Mexicano.

Yo no, señores intelectuales.

Yo no, señores dueños de los monopolios informativos estatales y nacionales.

Yo no, a todos aquellos que junto a los arriba mencionados decidan firmar.

Conmigo no cuenten.

Atte.

C. Sergio J. Monreal

*Leído la noche del 19 de septiembre en la Escuela de Letras

de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo,

durante la presentación del libro 'Las raíces del aire'

viernes, septiembre 19, 2008

Erase un 19 de Septiembre....

Navegaciones

Pedro Miguel

Pensaron que era un hombre influyente y acaudalado y lo apresaron un 26 de septiembre, junto con su hermano Rodrigo, con la idea de obtener un rescate jugoso. Permaneció secuestrado casi cinco años, y en ese lapso hizo trabajos de esclavo y emprendió cuatro intentos de fuga, todos fallidos, al final de los cuales sus carceleros le redoblaban los castigos corporales. A los dos años de su captura, su madre, que no era rica, logró reunir una cantidad que resultó insuficiente para comprar la libertad de ambos, y él se sacrificó para que soltaran a su hermano. Aunque no cejó en la inventiva de nuevos planes de escapatoria, acabó siendo liberado tras el pago de una suma, el 19 de septiembre de 1580. Se llamaba Miguel de Cervantes y no logró acumular riquezas, pero influencia sí que ha tenido alguna.

Los hermanos Joseph-Michel y Jacques-Étienne eran hijos de un molinero de papel. En su infancia jugaban con los productos de su padre y quiere la leyenda que en una de esas descubrieron que las bolsas de ese material, colocadas sobre el fogón de la cocina, tendían a elevarse. Otra versión dice que, ya adulto y convertido en abogado, Joseph lanza un papel a la chimenea y observa cómo es aspirado hacia arriba por el tiro. Busca a su hermano, que continúa con el negocio de la papelería, se reúnen en Annonay y realizan un experimento: colocan una bolsa de un metro cúbico boca abajo, queman lana y paja mojada en su abertura y logran que el traste se eleve una treintena de metros. Animados por el éxito, emprenden una rigurosa serie de pruebas y un año más tarde, el 19 de septiembre de 1783, realizan en Versalles, en presencia del último monarca Capeto, la demostración definitiva: una esfera de tela de algodón encolada, con una capacidad de mil metros cúbicos y 450 kilos de peso, se lleva al cielo a un borrego, un pato y un gallo (fueron los primeros aeronautas del mundo), los eleva a 500 metros de altura y los lleva, en un vuelo que dura ocho minutos, a 3 kilómetros y medio del sitio de despegue. Los bichos descienden sanos y salvos, aunque un tanto asustados, de la canastilla que hace las veces de cabina.

Durante las guerras de independencia en América, El Callao tuvo una importancia crucial como baluarte estratégico y cambió de manos en varias ocasiones. La primera vez que cayó en poder de los insurgentes fue el 19 de septiembre de 1821, cuando las tropas al mando del general José de San Martín tomó el castillo del Real Felipe. Dos años después, Bolívar llegó a la ciudad para consumar la independencia peruana, pero en 1824 el brigadier español José Ramón Rodil se negó a reconocer la capitulación de Ayacucho y se encerró en la fortaleza con varios cientos de hombres. Resistió hasta principios de 1826 y su destacamento sufrió más por el escorbuto que por los ataques de los patriotas. Cuarenta años más tarde, el castillo volvió a ser atacado por una expedición colonialista enviada desde Madrid. La flota de guerra, de siete embarcaciones y un total de 252 cañones, bombardeó El Callao en forma cruel, con el pretexto de cobrar la multa estúpida que la corona española había pretendido imponer a Perú por declararse independiente. Hasta la fecha los gobernantes y los empresarios españoles mantienen la pretensión de restablecer su dominio colonial en los países de América Latina.

A mediados de 1915 la ciudad de México estaba en el corazón del huracán bélico y compartía la zozobra política generalizada que se cernía sobre el país: el usurpador Huerta había sido expulsado del poder el año anterior y existían dos gobiernos –el de Carranza, en Veracruz, y el de la Convención–, la División del Norte y el Ejército Libertador del Sur habían entrado a la capital en diciembre de 1914, Zapata ordenaba atacar al enemigo en Chapultepec y Tacubaya, sus tropas dominaban Morelos, Puebla, Cuajimalpa y El Ajusco y las de Villa se habían hecho fuertes en El Bajío. Pero en el curso del verano, mientras Porfirio Díaz estiraba la pata en su lejano exilio parisino, la correlación de fuerzas cambió y a mediados de agosto las fuerzas de Obregón entraron a la ciudad y pusieron al arzobispo a barrer las calles. El 19 de septiembre con el desmadre revolucionario como telón de fondo, les nació el segundo de nueve hijos al matrimonio formado por Rafael Gómez Valdés Angelín, agente de aduanas, y Guadalupe Castillo, ama de casa. El pequeño fue bautizado Germán Genaro Cipriano, desde edad muy temprana fue travieso, inquieto y bromista, y gracias al trabajo de su padre conoció regiones de la República contrastadas y distantes: hizo la primaria en el DF, pasó dos años en Veracruz y luego residió en Ciudad Juárez, en donde aprendió los hábitos de los pachucos. En la ciudad fronteriza aprendió inglés, trabajó de guía de turistas y luego, de recadero y ayudante en la emisora XEJ. Un buen día el patrón le pidió que reparara un micrófono y el muchacho, para probarlo, y sin darse cuenta de que estaba al aire, imitó a Agustín Lara. La impostura era tan buena que el jefe de la estación lo promovió a locutor y así empezó la carrera del que sería conocido y admirado años más tarde como Tin Tan.

Seis años exactos después del nacimiento del cómico mexicano, en un hogar de clase media de Recife vino al mundo Paulo Freire, pedagogo, teórico cercano a la Teología de la Liberación, socialista cristiano, encarcelado por los gorilas brasileños en 1964, exiliado en Bolivia, Chile y Estados Unidos, testigo de primera mano del sangriento arranque de las dictaduras militares que asolaron al Cono Sur y gran subversivo de la enseñanza. De entre sus muchas formulaciones esclarecedoras, me quedo con ésta: “Todos sabemos algo; todos ignoramos algo; por eso, aprendemos siempre.”

El 19 de septiembre de 1985 murieron miles de habitantes del Distrito Federal pero esas muertes hicieron posible el nacimiento de la ciudad. Ese mismo día se murieron Ítalo Calvino, en Italia, y Rockdrigo González en México. Éramos, hasta entonces, un conglomerado humano predominantemente inercial, pasivo y sumiso. Entre las losas derrumbadas, los muros lanzados fuera de su sitio, los incendios, los hierros retorcidos y el olor inolvidable de la muerte, los defeños nos abrimos paso hacia la vida, aprendimos la esencia coral de lo colectivo, descubrimos que teníamos manos y palabra. Mientras que las autoridades no atinaban ni a limpiarse las babas y las cuarteaduras dejaban ver el rostro corrupto, ineficiente y arrogante del régimen presidencialista, los defeños rescatamos a los sobrevivientes, lloramos y sepultamos a los muertos, nos improvisamos como bomberos, como plomeros, como albañiles, como herreros, como enfermeros, como médicos forenses, como informáticos, como periodistas, como operarios de maquinaria pesada, como ingenieros. Querida urbe desmadrosa y diversa, injusta y viva, solidaria y loca: no te permitas nunca el olvido de aquellos días de tu nacimiento.

Minutos después de la medianoche, y pocas horas antes de las oscilaciones y las trepidaciones que empezaron a las 7 de la mañana con 19 minutos, los jornaleros habíamos brindado en el edificio de Balderas 68 por el primer aniversario del comienzo de la circulación de nuestro diario. Al día siguiente, con el centro de la ciudad hecho pedazos y con las enormes dificultades que significaba llegar hasta la redacción de La Jornada, nadie recordó el festejo: teníamos por delante un montón de dificultades para hacer la edición del día y nos supimos necesarios. Tampoco pensamos, en la tarde de ese nuestro primer cumpleaños, el 19 de septiembre de 1985, en las Jornadas que nos esperaban en los días y meses y lustros siguientes y que ahora, 24 años después, ya son toda una vida. No: muchas vidas.

jueves, septiembre 18, 2008

Las Sentencias

Luis Javier Garrido

El país vive uno de los peores momentos de su historia por las políticas antinacionales y antipopulares del gobierno entreguista de Felipe Calderón.
1. La sentencia de 45 años en contra de Ignacio del Valle, dirigente del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT), de San Salvador Atenco –detenido desde hace dos años en el penal de alta seguridad del Altiplano–, pronunciada por el juez penal primero de Texcoco, Alberto Cervantes, el 21 de agosto, que se suma a la sentencia previa de 67 años y seis meses dictada por el mismo juez (lo que le acumula un total de 112 años de prisión), así como la sentencia de 31 años y 10 meses a otros 11 dirigentes del FPDT, todas ellas por los hechos del 4 y 5 de mayo de 2006 en Atenco, constituyen una aberración jurídica que avegüenza lo mismo al Poder Judicial federal que al pueblo de México.

2. ¿A quién puede extrañarle tras esta decisión que los policías culpables de innumerables delitos, incluyendo el de violación, durante su actuación en los operativos de esos días, permanezcan impunes? ¿O que algunos de los luchadores sociales detenidos, como el joven Héctor Galindo, permanezcan incomunicados en celdas de confinamiento, con la complicidad de los visitadores de la CNDH?

3. El “modelo político” neoliberal le ha asignado al Poder Judicial el papel de legitimar las decisiones políticas por muy aberrantes que éstas sean, y esto ha determinado que en el México de “la alternancia” no existan tribunales autónomos y que durante los años del panismo oscuros ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación o magistrados y jueces “de consigna” estén ya convalidando decisiones de un poder político que actúa como mandatario de intereses privados, incluso extranjeros, y el caso de Atenco resulta por ello significativo.

4. Las sentencias en contra de los dirigentes del frente parecen ser no sólo una advertencia a los luchadores sociales que se oponen en los países sometidos por los mecanismos de “la globalización” –como es el caso de México– a los grandes intereses trasnacionales, sino que buscan sentar al mismo tiempo un precedente metajurídico para el futuro inmediato, de ahí su carácter monstruoso, pues rebasan cualquier fallo judicial en contra de opositores políticos del periodo del porfiriato o de los peores años del priísmo, como el sexenio diazordacista.

5. La aberración es absoluta asimismo si se considera la naturaleza de las acusaciones en contra de dirigentes campesinos que no cometieron delito alguno y a quienes se les responsabiliza por secuestro y ataques a las vías generales de comunicación. El instrumento utilizado desde los años 40 hasta el diazordacismo fue el delito de disolución social establecido en el artículo 145 del Código Penal, que fue suprimido como consecuencia de un debate abierto por el movimiento estudiantil y popular de 1968 (único punto, por cierto, del pliego petitorio de entonces que aceptó Díaz Ordaz), pero ahora se recurre a cualquier tipo de acusación, incluso de delitos del orden común, insostenible desde la lógica jurídica.

6. La paradoja resulta en consecuencia muy clara: un gobierno ilegítimo, cuyos principales integrantes son verdaderos presuntos delincuentes de Estado, empezando por Felipe Calderón, a quien se ha señalado en los últimos meses no sólo por peculado y tráfico de influencias como por innumerables delitos electorales, que le permitieron usurpar el cargo, y ahora nada menos que por haber cometido el delito de traición a la patria al pretender entregar a compañías extranjeras la industria petrolera nacional –que es de carácter estratégico para el país–, y sobre cuyo jefe de gabinete, el ciudadano español Juan Camilo Mouriño, se han presentado innumerables pruebas de presunta delincuencia organizada, se atreve a acusar de incontables delitos a algunos de los más dignos luchadores sociales de México.

7. Las sentencias no son únicamente “absurdas y abusivas”, como las calificó en agosto la Comisión Civil Internacional de Observación por los Derechos Humanos, al evidenciar la desastrosa situación que hay en México en la materia, agravada por el hecho de no existir un Poder Judicial autónomo. Muestran sobre todo la impunidad del poder político, que quiere vengarse de luchadores sociales que al defender sus tierras frenaron el proyecto trasnacional multimillonario de construcción de un aeropuerto internacional, y que pretende por este acto despótico amedrentar al pueblo ciudadano.

8. Estos fallos judiciales muestran la colusión PAN-PRI en las grandes decisiones de Estado y su objetivo de imponerle al país un modelo económico –y político– transexenal, y por lo mismo son corresponsabilidad, como lo fueron los operativos del 4 y 5 de mayo de 2006, de Calderón y del gobernador priísta mexiquense Enrique Peña Nieto, y no van dirigidos por lo mismo nada más contra una organización social –el FPDT– o contra todo el movimiento social organizado, sino que constituyen una sentencia contra el pueblo de México.

9. Echarlas abajo y lograr la inmediata e incondicional libertad de Ignacio del Valle y de sus compañeros del frente es, por lo mismo, una responsabilidad de todos, más allá de ideologías y de capillas, si no se quiere que las estructuras fascistoides del actual poder político asfixien en poco tiempo todos los espacios de libertad por los que pugna el pueblo de México.

10. El mes patrio de 2008, marcado por la lucha de resistencia en defensa del petróleo, debe ser también de la defensa de los derechos individuales de los mexicanos si no se quiere que el actual gobierno avance en su pretensión de criminalizar a los movimientos sociales.

miércoles, septiembre 17, 2008

Delincuencia, Violencia y Clases

Gilberto López y Rivas

Un ambiente de zozobra se cierne sobre la República. La violencia cotidiana del crimen organizado, en colusión con un gobierno penetrado por las mafias –y que opta por las vías represivas y militares para enfrentar el descontento social–, conjuntamente con el grave deterioro de las condiciones socioeconómicas de la mayoría de la población, provocan la pesadumbre de amplios sectores rurales y urbanos que ven amenazados sus trabajos, entornos familiares, patrimonios e incluso la propia preservación de sus vidas.

Las clases medias y altas expresan públicamente su fundada indignación por los secuestros, homicidios y atracos de todo tipo, y por la corrupción e incapacidad de las autoridades para responder a este tsunami de criminalidad incontrolable, sin vislumbrar todavía el fondo de sus causas estructurales y políticas; sin entender la violencia sistémica del capitalismo que deja sentir sus rigores en el hambre, la enfermedad, la desocupación y la pobreza generalizada de millones de personas; en la guerra social desatada contra resistencias y oposiciones.

Se exige “mano dura” y se apoyan las medidas de militarización y un mayor rigor en los castigos, demandando incluso la pena de muerte contra los perturbadores del “orden público”, al mismo tiempo que se ignora la tortura, el asesinato y las desapariciones forzadas de cientos de luchadores sociales, la existencia de presos políticos en todo el país, la acción de grupos paramilitares en Chiapas, los numerosos periodistas muertos en el ejercicio de su profesión o las constantes violaciones a los derechos humanos cometidas por el Ejército, las policías y la maquinaria judicial. Se observa el problema como una cuestión de eficacia y se exclama: “¡Si no pueden, renuncien!”, sin ir más allá en el análisis de esta realidad delictiva que sufren los mexicanos. No se trata del clamor: “¡Que se vayan todos!” de los piqueteros argentinos, que expresa una mayor concientización en torno a la inutilidad generalizada de la clase política de este país.

También, las “soluciones” dependen del cristal de clase con que se miren. Se multiplican los guetos, calles y fraccionamientos cerrados, autos blindados, guaruras o body guards, recursos técnicos de variada naturaleza, y como expediente final, la migración, “que al fin en Europa o Estados Unidos, estas cosas no suceden”. Si millones de mexicanos han cruzado la frontera norte sin documentos con el objetivo de encontrar trabajo, aun con los riegos y las políticas racistas que este trance conlleva, ahora aflora también la migración de quienes pueden costear una inserción en un país de primer mundo como propietarios y rentistas.

Claro que para la mayoría de la población esto no es posible, por lo que a los estratos ilustrados (pero sin medios económicos suficientes) sólo les queda la prevención. Van y vienen los correos electrónicos advirtiendo sobre las modalidades de la delincuencia y los pasos a seguir para sortearla: desde vestir modestamente, andar sin documentos comprometedores, evitar mostrar el celular en la calle, observar con detenimiento a los extraños, utilizar con discreción la llave electrónica del auto, tener un sobre con una cantidad suficiente de dinero para no provocar el enojo de los posibles malhechores, etcétera; hasta las advertencias sobre nuevas modalidades de asaltos, secuestros exprés o los peligros de las redes sociales de Internet –explotadas ahora por el crimen organizado–, e incluso el riesgo de las páginas sociales de los diarios, que pueden ofrecer informaciones utilizables por los delincuentes.

También aquí se trata de acciones defensivas de carácter “técnico”, de “consejos” para el “manejo evasivo”, de expertos entrenados nada menos que por el Servicio Secreto y las fuerzas especiales del ejército de Estados Unidos, que paradójicamente pueden tomar por asalto un país, como Irak, sin que este hecho sea considerado un crimen internacional. Los “consejos” refieren a salidas que estimulan el cuidado personal, de grupos familiares o de amigos, que de seguirse –se afirma– evitarán ser víctimas de la “delincuencia” en abstracto, la cual tampoco es analizada estructuralmente. Se estimula un estrés generalizado que promueve el terror, la parálisis, la desconfianza hacia los demás, siempre “potencialmente peligrosos”, la discriminación clasista y racista hacia las clases subalternas “obligadas a delinquir”, la cerrazón en pequeños guetos no siempre seguros.

Mientras tanto, las cárceles se llenan de inocentes o culpables –nunca se sabe– de los sectores vulnerables; los defendidos por los “abogados de oficio”; los “carne de cañón” de las prisiones; los “nadie”, los “nada”. En contraste, los capos poderosos pueden incluso no sólo alcanzar fianza sino vivir en barrios residenciales. Recuerdo que en un exclusivísimo fraccionamiento de Tlalpan, al cual se accedía a través de una caseta de vigilancia en la que revisaban meticulosamente los vehículos y exigían identificaciones, ¡se aseguraron cuatro casas de narcotraficantes!

En el “combate a la delincuencia” se pretende asumir como algo normal, e incluso recomendable, los retenes del Ejército en carreteras y en las calles de las ciudades, el ingreso de militares y policías a domicilios sin orden de cateo, la delación anónima, el control policiaco de los ciudadanos, la violación flagrante de la Constitución y el constante quebrantamiento de los derechos humanos.

No nos engañemos: la única solución viable es cambiar de raíz el sistema basado en el robo generalizado del trabajo ajeno, para el cual son inherentes la violencia y el crimen. La efectiva “lucha contra la delincuencia” consiste en transformar las relaciones sociales basadas en la explotación y degradación de los seres humanos.

lunes, julio 28, 2008

Mi Propia Version



Ximena Peredo/ Grupo Reforma


La primera vez que vi al Cerro de la Silla estaba apoyada en la ventanilla del automóvil de mi tío, que nos recogía del aeropuerto. Nos mudábamos a Monterrey. Venía como clásica adolescente envuelta en mis pensamientos, llena de añoranza por los amigos que dejaba en la isla; miraba a un lado y a otro, con el gesto fastidiado, insatisfecha. Tal vez por eso mi tío cambió el tema sorpresivamente y, mirándonos por el espejo retrovisor a mi hermana y a mí, nos señaló una gigantesca montaña: "Ése es el Cerro de la Silla".

Luego lo vi cientos de mañanas en las que esperaba a que mi mamá sacara el carro de la cochera para cerrar la reja y partir rumbo a la escuela. Clareando la mañana despuntaba como Sultán. Esos ratitos en lo que lo contemplaba tomada de los barrotes, ahora me doy cuenta, me sirvieron para relacionarme secretamente con él.

Pero entonces era una adolescente típica y las montañas sólo constituían un escenario para vivir. Habituada al paisaje marino, al horizonte azul verdoso, al olor salino y al murmullo constante del mar, la sierra y los cerros eran unos personajes extraños y gigantescos, que tapaban la vista al mar. Fue la visita al campo, a la Sierra de Arteaga y a la de Galeana, donde acampábamos por semanas enteras, la experiencia que me valió para irme insertando en esta comunidad, para poner mis dos pies en esta tierra y soltar a Ciudad del Carmen, Campeche, como punto obligado de retorno.

Muchos años después subimos a acampar a Chipinque, a la Mesa del Epazote. La noche cayó sobre nosotros y, sin embargo, el resplandor y el rumor de la ciudad permanecieron constantes. Desde ahí, rodeada de luciérnagas, inhibida por los misterios del bosque, enmudecida, fue que pude sentir un poco la solitud de la montaña, su fidelidad, su paciencia en las madrugadas, cuando la ciudad no calla y no deja de moverse.

Cuando visité la Sierra Cerro de la Silla, específicamente el Cañón de Santa Ana, en donde se pretende construir el túnel del Arco Vial Sureste, me quedé pasmada. La Sierra oculta misterios inimaginables como ríos de lampazos, ojos de agua color turquesa, aves rojas, azules, todas contentas. La Sierra protege y nutre. Los olmos, encinos y álamos son los sabios ancianos de la comunidad, los osos, los jabalíes y los jaguarundis la juventud.

Además de los argumentos ecológicos y jurídicos que cuestionan severamente el proyecto Arco Vial Sureste dentro de un área que el Gobierno tiene la obligación de preservar, existen argumentos muy personales que cada uno de nosotros guarda en su memoria y en su corazón y que nos impulsan a defender a las montañas de más hurtos y agresiones.

Producto de un estilo de vida comercial es que hemos llegado a pensarnos solos. Se nos está olvidando que lo verdaderamente valioso, como diría "El Principito" de Antoine Saint Exupéry, es invisible a los ojos. Los bosques no cobran sus servicios, ni los insectos, ni la tierra que nos regresa la lluvia. La generosidad de la naturaleza, que no firma su obra, ni espera aplausos por sus milagros es enteramente gratuita y para todos, incluidos los depredadores, que se sienten hijos de otra naturaleza, no de ésta, la gratuita y la magnánima.

Creo que el Gobierno estatal reconsiderará el proyecto Arco Vial Sureste. Ya el Congreso Local ha hecho pública su intención de revisar el proyecto en virtud de las irregularidades que han venido aflorando. Ya la sociedad salió a las calles a protestar. Cada día es más latente que la ciudadanía va hacia un lado y los gobiernos montados en aplanadoras hacia otro.

El Cerro de la Silla y su sierra nos provocan a todos sentimientos hondos. Cada quien tiene su versión para estar en contra de otro proyecto ecocida; las próximas generaciones merecen tener su propia versión. Ésta fue la mía.


ximenaperedo@yahoo.com.mx

sábado, julio 26, 2008

por una estrella roja

José David Vega Becerra*

26 de julio de 1968.

“En ese mes estaba trabajando y preparando nuestra graduación para el 15 de agosto, por los medios de comunicación me entero de la gresca en la Ciudadela, de la Vocacional 2 y la 5 contra la preparatoria Isaac Ochoterena; el acontecimiento no tenía nada de extraordinario. Sobre todo tratándose de una vieja rivalidad, lo significativo del hecho fue la intervención de la policía y la agresión contra los estudiantes y maestros de la Vocacional 5 a manos del cuerpo de granaderos.
“Hago contacto con Arturo Martínez Nateras, de la Central Nacional de Estudiantes Democráticos (CNED); evaluamos la situación, nos preocupaba que la dirigencia de la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (charra) tratara de aprovecharse para recomponer su endeble situación. Decidimos intervenir y sustraer a los compañeros de las vocacionales de la influencia de esta camarilla.

“Estaba en juego la representatividad estudiantil entre los grupos en disputa. Hicimos un recuento: teníamos militantes de la CNED en Vocacional 7, el primo de Nateras y un hermano de Posadas estaban en el comité. César Tirado participa en esta reunión como representante de los estudiantes provenientes de Puebla e informa que hay compañeros en otras escuelas. Tenía una relación con Genaro Alanís, secretario general de la sociedad de alumnos de Vocacional 5.

“Con esa endeble fuerza pero confiando en la validez de nuestros planteamientos, se me asigna organizar la resistencia y orientar a los estudiantes de las vocacionales para irnos a la Alameda a solicitar el apoyo de los estudiantes de la universidad, donde la CNED tenía cierta influencia. Se tenía programada una marcha para conmemorar la gesta cubana del 26 de julio.

“Arranca la marcha politécnica de la Ciudadela al Casco de Santo Tomás, ubico a los compañeros y nos vamos con el contingente; al llegar al Monumento a la Revolución. Efraín García, de la Escuela de Economía y representante del Movimiento de Izquierda Revolucionario Estudiantil MIRE, arenga al contingente denunciando la escasa eficacia de tal marcha y exige trasladarse a protestar al Zócalo; como los ‘fenetos’ pretenden llevarse a los estudiantes al Carillón reaccionan, se inicia una zacapela y hay confusión. Me identifican en el grupo que les hacía contrapeso y me persiguen por el Monumento de la Revolución para golpearme. Los de la FNET recobran momentáneamente el control del contingente, se reanuda la manifestación de acuerdo con el plan inicial, se establece sobre la marcha una alianza entre el MIRE y la CNED para disputar el control de la movilización; llegando al Casco de Santo Tomás les arrebatamos el mando. Los contingentes toman camiones enfilando al Zócalo y a la Alameda. Nunca había participado en una acción de este tipo, pero reconozco la importancia de tener un pequeño grupo organizado, que en estas condiciones puede conducir y guiar a una masa enervada y con ganas de desquite.

“Llegando a la Alameda, me llevo a Genaro Alanís y le pido la palabra al conductor del mitin, Arturo Martínez Nateras. Alanís sube al estrado y solicita apoyo para las demandas de la Vocacional 5, tiene una respuesta inmediata, el contingente decide dirigirse al Zócalo, nos enfilamos por la calle de 5 de Mayo y topamos con alumnos de la Vocacional 5 que son correteados por el cuerpo de granaderos; el enfrentamiento se generaliza por toda la Alameda, se dispersa el contingente estudiantil por todo el centro, dando lugar en los hechos a la alianza Poli-UNAM y al inicio del movimiento estudiantil de 1968.”

* José David Vega Becerra, delegado al Consejo Nacional de Huelga por la Escuela Superior de Ingeniería Textil. Nació en la ciudad de México el 17 de abril de 1946.

Texto incluido en el libro Octubre dos. Historias del movimiento estudiantil, de Ortega, Mario (1998). México, Universidad Autónonoma Metropolitana-Xochimilco.

jueves, julio 24, 2008

Algo anda mal



El diario La Opinión de Los Ángeles publicó ayer una extensa entrevista con Carmen Aristegui, recientemente galardonada con el premio María Moors Cabot de la neoyorquina Universidad de Columbia. Le preguntaron, entre otras cosas: “¿Algo está mal en México?” Y repuso la conductora de CNN en español que fue obligada a dejar su programa de radio en la W: “Hay muchas cosas que están mal en nuestro país. Yo creo que tenemos un panorama muy preocupante si hablamos de la calidad de la vida democrática.
Creo que es una democracia empobrecida a raíz de varias cosas, de un proceso electoral como el de 2006, que nos hizo retroceder seriamente en terrenos que creíamos ganados. Hay otros temas que preocupan profundamente y tienen que ver con la espiral de violencia en nuestro país, que se dice fácil pero estamos hablando de 2 mil muertos en lo que va de 2008 y no sabemos cuántos miles de muertos en los últimos años a raíz de estas confrontaciones entre el narcotráfico y las fuerzas del orden, que alcanzan niveles que ya rebasan cualquier conflicto bélico”.
Millones de mexicanos pensamos igual que tú, querida Carmen.

Para construir una Radio Independiente www.somosunoradio.org


ASISTE !!

jueves, julio 17, 2008

La Clínica San Carlos en Norogachi



Arnoldo Kraus

Desfuerzado es la palabra que más repetían los enfermos, tanto mestizos como rarámuris, que acudían a atenderse a la Clínica San Carlos en el muy pequeño poblado de Norogachi –ciudad de los cerros redondos. Ya sea en castellano, o en raráramuri, de acuerdo con la traductora que fungía de vínculo y enfermera, desfuerzado fue, sobre todo en los tarahumaras, el malestar más frecuente. Cansancio, enfermedad, agobio, imposibilidad para entender lo que sucede en el cuerpo, padecimientos crónicos, escasez y miseria son, entre otros, algunos de los significados de la vivencia desfuerzado(a).

La Clínica San Carlos, a pesar del admirable esfuerzo de las monjas-doctoras, Leonor y Angélica, y del magnífico equipo de enfermería constituido por monjas también mostraba signos de desfuerzamiento. Falta o ausencia de recursos médicos, de elementos mínimos de laboratorio, de aparato de rayos X y de medicamentos esenciales imposibilitan el buen ejercicio de la medicina y limitan los resultados de los esfuerzos diagnósticos y terapéuticos. Ante esa miríada de elementos negativos, aunado a la lacerante e intolerable injusticia social que golpea sin piedad a la población rarámuri, resalta la gallardía y la bonhomía de todas las personas que de una u otra forma dan vida a la clínica, donde confluyen la labor de las monjas-doctoras con el invaluable y admirable apoyo del grupo extramuros que la sostiene.

Norogachi es un enclave mestizo en la sorprendente sierra Tarahumara. Clínica San Carlos es un pequeño sanatorio que dignifica el valor de la medicina y ofrece atención médica a quien lo solicite. Para la población tarahumara vecina a Norogachi, Clínica San Carlos, amén de ser la única opción para atender sus enfermedades, es un refugio invaluable. Ahí se escucha, se palpan cuerpo y alma, se alimenta, se hospitaliza cuando la enfermedad lo amerita y se tiene la posibilidad de dejar el hogar por algunos días; en otras ocasiones, se alberga a la persona enferma o hambrienta cuando son demasiadas las horas que tienen que caminar de regreso a su hogar.

Si hubiese que resumir en una palabra lo que sucede dentro de las paredes de la clínica, ésta sería atención. Ahí se atiende: se mira por las personas, por su cuerpo, por su entorno; se tiene en cuenta quién es él que acude y qué es lo que sucede en su hábitat; se acogen quejas y se penetran los periplos escondidos detrás del malestar; se respeta y se obsequia calidez; se escucha; se lee la vida de los otros. Se asiste y se traspasa lo cotidiano para comprender lo que sucede en el entorno social y humano de la población rarámuri.

Traspasar las puertas de la clínica es obligatorio: la injusticia y la miseria aguardan afuera, en las comunidades. En ellas, a pesar de inenarrables adversidades, el patronato de Clínica San Carlos abre dispensarios, se preocupa por la alimentación y perfora pozos para que algunas comunidades rarámuris tengan, por primera vez, agua potable, si no en el hogar, al menos en el centro de la congregación. Agua para que dejen de beber del mismo sitio animales y humanos. Agua para que las personas sean personas.

Agua para nunca dejar de recordar, que no ha habido presidente en la historia de México que no se haya vanagloriado, dentro de sus costales de discursos ahítos por haber llevado el vital líquido hasta los lugares más recónditos de la República. Agua que brotó del pozo por primera vez hace apenas 10 días en Rajochiqui. Quienes edifican la clínica traspasan la vida: las lágrimas del equipo San Carlos cuando “se inauguró” el pozo de agua –con el alma, sin listones, sin prensa, sin Fox, sin Calderón– fueron un sentido homenaje a la vida. Homenaje similar fue mirar y apoderarse de los indescriptibles guiños que oscilaban entre la sorpresa y la incredulidad, de los cinco niños rarámuris, mientras presenciaban los malabarismos que con pelotas ejecutaba Gabriel Kraus, mi compañero de viaje.

En la sierra Tarahumara, ineludiblemente, las incongruencias traspasan la conciencia. El entorno de Rajochiqui, al menos en esta época del año, es imponente: el cielo azul, el verdor de la pradera, el gris de las piedras, el blanco de las nubes y los colores que emanan del sol contrastan con la indigerible miseria de los hogares tarahumaras. Las casas son de madera, aproximadamente de 20 metros: el mobiliario lo constituyen una estufa, que funciona con leña, una banca, una grabadora de pilas y el piso de tierra donde viven y pernoctan ocho o más personas de una o dos familias. Los colores de la casa son los grises de las ausencias; son los grises que hermanan a gobernadores, políticos, presidentes y el resto de los ausentes. Sólo en países tan injustos como México, donde la ralea política sigue ufanándose de sus logros, es posible asombrarse y enardecerse al unísono: demasiada belleza natural, lacerante miseria humana.

La ética como antídoto para paliar esa terrible enfermedad del abandono es la que ejerce la familia que da vida a Clínica San Carlos, unos dentro de sus paredes; otros, fuera de ellas. La desfuerza como enfermedad de algunas de las historias que junto con Gabriel escuché rebasan los límites de este espacio. Buen pretexto para regresar la próxima semana a Norogachi por medio de estas páginas. Buen pretexto para repasar la desfuerza moral de la clase política mexicana.

Para Gabriel Kraus. Con quien tuve la suerte de compartir pacientes, un mucho de vida y estetoscopio.

sábado, julio 12, 2008

Comunicado de Tlachinollan por el intento de clausura de Radio Ñomndaa, La Palabra del Agua




· Irrumpe en la cabina y desconecta equipo de cómputo y transmisor.
· Los indígenas Amuzgos defienden a la radio.
· El pueblo se mantiene en alerta.

Tlapa, Guerrero, México a 10 de julio de 2008.- Unos 30 efectivos de la Agencia Federal de Investigaciones y de la Policía Investigadora Ministerial (PIM) irrumpieron hoy de manera violenta en la cabina de la radio comunitaria Ñomndaa La palabra del Agua que transmite desde el municipio autónomo Suljaa’ (Xochistlahuaca) y dañaron los aparatos al desconectarlos intempestivamente, en un intento por desmantelar ese medio de comunicación que con desde el 2004 ha dado voz al pueblo amuzgo.

A consecuencia de esta arbitraria acción, la señal de esa emisora comunitaria que transmite en lengua amuzga quedó fuera del aire, dio a conocer uno de los colaboradores de dicha estación, David Valtierra Arango

Detalló que aproximadamente a las 11:30 de la mañana de este jueves, los agentes federales encabezados por funcionarios de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), arribaron a la Ñomndaa y en tanto un grupo exigía los documentos de la estación, otro, con arma en mano se metió a la cabina y desconectó los aparatos ocasionando que con ello se quemara el transmisor y el CPU del equipo de cómputo que se usa para la programación de la radio que comenzó a operar el 20 de diciembre del 2004.

La acción de los agentes fue frustrada por unos 300 indígenas amuzgos que cercaron la radio, en respuesta al llamado de alerta que hicieron los locutores en turno desde la misma radio, minutos antes de que fueran apagados los aparatos. También fueron convocaron mediante altavoces por las autoridades tradicionales de Xochistlahuaca, municipio que se ubica en la región de la Costa Chica de Guerrero.

Valtierra Arango mencionó que esta presión de los amuzgos inhibió la intención de los agentes y funcionarios de la SCT de clausurar la radio y llevarse el equipo de transmisión y que por ello optaron por retirarse. No obstante, destacó que un numeroso grupo de la AFI de manera intimidatoria permanece en la entrada del pueblo.

“Otro intento por criminalizar la lucha de los pueblos indígenas”: Tlachinollan.

Por separado, el director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, Abel Barrera Hernández consideró este atentado contra la radio Ñomndaa “es una muestra de que continúa este intento del gobierno por criminalizar la lucha indígena, sobre todo esa lucha que hacen los pueblos por el derecho a tener su propia radiodifusora que difunda la cultura, las costumbres y los mismos derechos de los pueblos indígenas como sucede con los demás proyectos como el de la Policía Comunitaria”.

Lamentó que a ahora sea la radio comunitaria a la que se le quiera colocar “fuera de la legalidad, cuando sabemos que a nivel nacional e internacional hay un movimiento por el reconocimiento de estos esfuerzos de la sociedad civil que son legítimos y que desgracia se topan con mecanismos jurídicos muy engorrosos y que además están construidos con el fin de que la gente que no tiene recurso económicos pueda acceder a este tipo de concesiones”.

Resaltó que La Nomndaa “es una radio que para el pueblo amuzgo tiene gran legitimidad, por eso la gente la ha defendido y la sigue reivindicando como parte de un patrimonio que no tiene que ver con cometer delitos porque no está lucrando con este servicio, sino que más bien está contribuyendo a fortalecer los valores culturales que existen en una democracia participativa”

Barrera Hernández agregó que “tomando en cuenta la legislación internacional sobre derechos indígena que estipula que los pueblos tienen derechos a acceder al uso, manejo y posesión de los medios de comunicación, como Tlachinollan consideramos que la acción perpetrada por parte de la acción de la AFI contra la Ñomndaa es un atentado a la libertad de expresión de los pueblos indígenas que buscan recuperar el derecho que les han negado los gobiernos y que en ese sentido desde el ejercicio de su autonomía que les garantiza el derecho internacional, han buscado tener su propia radio que a diferencia de las radios comerciales La Ñomndaa no es lucrativa”.

Atentados contra la Ñomdaa


-En octubre del 2004, cuando colaboradores de la radio La Palabra del Agua se encontraban instalando la torre para la antena de la radio. En esa ocasión una avioneta del Ejército sobrevoló la torre.

-El 22 de enero de 2005, el teniente de infantería del 48 Batallón de Infantería, con sede en Cruz, Grande, Ricardo Damián Mazariego se presentó en la radio argumentando que estaba comisionado para hacer una investigación sobre ésta y sus operadores.

-El 25 de enero de ese mismo año, personal de la SCT se presentaron en la estación de radio con una orden de asegurar las instalaciones para “garantizar su no operación”. Finalmente, los elementos se retiraron recomendando apagar la radio, pues de otra manera no obtendrían el permiso para su operación.

-El 18 de julio de 2005, elementos de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI) se presentaron a la mostrando un oficio de investigación girado por la Procuraduría General de la República (PGR), y llevaban un citatorio un citatorio que iba dirigido al entonces Coordinador General del Comité de Apoyo de la Radio, David Valtierra Arango para que se presentara en las oficinas de la PGR. Dicho citatorio se desprende de una Averiguación Previa que está siendo integrada por esta dependencia con el número AP/PGR/GRO/ACADII/50/2005.

-El día 17 de diciembre del 2005, durante una mesa redonda en donde se comentaba sobre las características de las radios comunitarias que no cuentan con el permiso del gobierno federal y las radios que ya cuentan con ellos, a la radio le fue cortada la luz.

-El jueves 23 de febrero del 2006, alrededor de las 11:00 de la mañana, una avioneta del Ejército realizó vuelos rasantes sobre la comunidad y en particular dio algunas vueltas sobre el Cerro de las Flores donde se encuentra ubicada la torre y la cabina de transmisión de la radio.

-El sábado 25 de febrero de 2006 aproximadamente a las 10:30 de la mañana una avioneta del Ejército hizo varios vuelos sobre la comunidad, pasando a muy escasos metros sobre la torre de la antena de la radio y de los árboles, en donde dio varias vueltas sobre la cabina de la radio.

-El 9 de agosto de 2007 detienen y encarcelan a David Valtierra Arango en la el reclusorio de Ometepec acusado por el delito de privación ilegal de la libertad de un ejidatario que fue detenido por acuerdo del Comisariado Ejidal. No obstante, en esa reunión no participó David, pero fue evidente que su aprehensión es porque ha sido un colaborador activo en la radio.

viernes, julio 11, 2008

Nosotros, los Colombianos




Juan Villoro

Hace unos meses, Fernando Vallejo, admirado autor de "La Virgen de los Sicarios", tomó una decisión un tanto imaginaria: nacionalizarse mexicano. Que alguien nacido en Colombia adopte un país tan parecido al suyo equivale a dejar el tequila blanco para pasar al reposado.

No es casual que una de las novelas más mexicanas de los últimos años, "No me Olvides cuando Mueras", sea obra de un colombiano, Hugo Chaparro Valderrama. Escrita en octosílabos indoloros, que se leen como la respiración natural del idioma, narra los portentos que un ciego atestigua durante la guerra cristera. Chaparro Valderrama entrega las visiones de un invidente, hechas de palabras. Excepcional compendio de la lengua y las supersticiones nacionales, "No me Olvides cuando Mueras" ha sido escrita por un mexicano secreto, eso que suele ser un colombiano.

El día en que Hemingway se pegó un tiro, Gabriel García Márquez llegó a México. Aquí reinventó el hielo, admiró a Rulfo y leyó un graffiti en una barda: "Peggy, dame un beso" (este telegrama de literatura urbana lo llevó a pedir públicamente que Peggy accediera a la solicitud).

El 24 de octubre de 1956, también Álvaro Mutis llegó a la Ciudad de México. Venía apesadumbrado y se desplomó en el asiento de un taxi. El conductor le preguntó qué sucedía. El poeta confesó que tenía un problema del carajo. "No se preocupe, señor, aquí todo se alivia", dijo el piloto. Mutis contempló el violáceo atardecer del altiplano y acaso intuyó que se quedaría aquí para siempre.

El autor de "La Nieve del Almirante" preside el patronato de la Casa Refugio Citlaltépetl, que acoge a escritores perseguidos. Ahora es él quien funge de piloto ante los recién llegados. El miércoles pasado comimos con el más reciente huésped de la casa, el iraquí Hatem Abdulwahid Saleh, quien salió de Bagdad ocho meses después de la guerra; pasó de un país a otro durante cinco años hasta llegar a México, de donde se ha propuesto no salir, siempre y cuando no le sirvan ese guiso desconcertante que lleva chocolate. Durante la comida, Mutis fue lo que siempre ha sido: el anfitrión de cualquier sitio donde se encuentre. Imposible pensar que sea alguien llegado de lejos.

A principios del siglo 20, otro colombiano vino a México a complicarse la vida y compensar sus arrebatos con propinas. En los años de la Revolución, Porfirio Barba Jacob entraba a las cantinas como un caudillo de la ocurrencia y del malhumor. A una camarera le dio un billete de 100 pesos y le dijo: "Dieciséis pesos son por los tragos y el resto en pago de los insultos".

Fernando Vallejo dedicó 10 años a su excepcional biografía de Barba Jacob, "El Mensajero", y un erudito con buenos anteojos podría dedicar mil páginas a mostrar lo nuestras que han sido las palabras colombianas.

Por eso desconcierta que se diga con alarma "México se está colombianizando". Obviamente la frase no se refiere a que bailemos demasiados vallenatos o seamos incapaces de olvidar a Margarita Rosa de Francisco en "Café con Aroma de Mujer", sino al incremento del narcotráfico y la violencia.

La literatura de Colombia ha dado cuenta de ese drama. En "El Olvido que Seremos", Héctor Abad Faciolince narra el asesinato de su padre, y en "Rosario Tijeras", Jorge Franco trata el tema de los sicarios.

En abril de 2003 comí en Bogotá con la poeta María Mercedes Carranza. Mientras me explicaba el ritual aderezo del ajiaco, contó que uno de sus familiares estaba secuestrado por las FARC y otro había sido víctima de los paramilitares. Dos fuerzas presuntamente enemigas destruían a una misma familia. Poco después, el 11 de julio, María Mercedes puso fin a una vida determinada por ausencias. En uno de sus poemas escribió: "Me he cansado/ de mis palabras,/ se las presto".

Otro escritor cercado por la violencia, Fernando Cruz Kronfly, decidió refutar la situación colombiana con un congreso sobre el "Principio Esperanza". Nos reunimos en Cali, capital de la salsa. En una de esas noches en que los colombianos revelan que su oficio primordial es la música, Fernando tomó una guitarra. Apenas había templado unas notas cuando advertimos que su mujer lloraba en silencio. Quería pasar inadvertida, pero no lo logró. Le preguntamos qué sucedía. Su respuesta llegó como un granizo: "Fernando no tocaba desde el secuestro de nuestro hijo".

Colombia ha pasado por años de sangre. Sin embargo, mientras en México se afirmaba con implícita superioridad "nos estamos colombianizando", allá se recuperaban espacios de soberanía y se combatía el crimen organizado, tanto en la selva como entre los políticos.

Ayer leímos una noticia con sabor a milagro: Ingrid Betancourt y otros 14 rehenes fueron liberados por la Operación Jaque sin que se disparara un tiro. El Ejército infiltró a las FARC, llevó un helicóptero blanco al corazón de las tinieblas y convenció a los guerrilleros de desplazar a los secuestrados a un sitio más seguro. La noche del miércoles, el general Padilla narró lo ocurrido con una claridad expositiva que sugería que el operativo también era un triunfo de la lengua castellana. Lo mismo puede decirse de los demás participantes en la asombrosa rueda de prensa, incluyendo a la ex candidata a la Presidencia, que soportó las penurias del secuestro leyendo un diccionario del que no se separaba, y al cabo que la asistió en cautiverio y le salvó la vida.

Cuando el helicóptero de las Fuerzas Armadas despegó, podía haber disparado sobre los guerrilleros. No lo hizo. El operativo no tuvo otra arma que la persuasión.

Ayer, REFORMA dedicó su portada a la liberación de Ingrid Betancourt. La noticia contrastaba con dos temas locales: el secuestro de empresarios en Oaxaca y Aguascalientes y las secuelas del desastroso operativo en la discoteca News Divine.

La frase "México se está colombianizando" ha cambiado de signo: hoy es motivo de esperanza.