sábado, febrero 26, 2011

Feminicidio en NL

Irma Alma Ochoa Treviño


Las noticias cotidianas constatan que en Nuevo León no hay espacios seguros a ninguna hora. Mujeres y niñas son agredidas y asesinadas dentro de sus hogares, centros laborales, comerciales y de esparcimiento o al transitar por calles y carreteras.

Cuando la violencia familiar dejó de ser asunto privado al ventilarse en la tribuna pública, las mujeres ejercieron su derecho a denunciar. Sin embargo, no se cuenta con información pública desagregada que precise cuántas averiguaciones previas se derivaron de dichas denuncias, cuántas se consignaron a un juez, en cuántas se dictaron sentencias y el sentido de éstas, datos que son muy importantes porque algunas mujeres, luego de denunciar, fueron asesinadas; tal vez porque la autoridad no les brindó las medidas de protección necesarias.

Las denuncias develaron la expectativa en los programas que prometían seguridad y tranquilidad, pero de repente disminuyeron al momento en que los asesinatos se multiplicaron. Se desconocen las causas de semejante cambio, las hipótesis apuntan al temor de sufrir mayor violencia y a la desconfianza en los programas institucionales. Me aventuro a considerar que un minucioso análisis permitirá despejar la incógnita.

A partir de que el conflicto armado se desató en nuestro territorio, miles de hombres y mujeres, la mayoría jóvenes, han fallecido en forma brutal. Los niveles de la violencia son cada vez más inhumanos. Asestar 78 puñaladas a Martha Cecilia Sánchez, empleada de una maquiladora, cuyo cadáver fue encontrado en un baldío, muestra la saña y determinación de asesinarla.

Acorde a las notas periodísticas, se imputa al crimen organizado el 50 por ciento de los asesinatos de mujeres ocurridos en el Estado el año pasado. Las víctimas padecieron mordidas, ultrajes, golpes; murieron estranguladas, asfixiadas, mutiladas, degolladas, calcinadas, tiradas en los caminos, en despoblado; algunas fueron sepultadas clandestinamente.

La delincuencia amenaza la salud, la seguridad y la vida, despoja de bienes y roba la tranquilidad. A temprana hora de la noche, en fecha reciente, los delincuentes asaltaron un restaurante y se sospecha que abusaron de algunas mujeres, aunque no hay noticia de denuncias por tal delito.

Lo anterior confirma que "el 90 por ciento de las mujeres no denuncian", según el Informe México 2010 de Human Rights Watch, organismo que pone el dedo en la llaga al advertir que no denunciar perpetúa la impunidad. Asimismo señala que "el sistema de justicia penal no ofrece justicia a las víctimas de crímenes violentos y de violaciones de derechos humanos".

Los medios difunden las noticias de lamentables altercados entre parejas: cónyuges, ex cónyuges, ex parejas, novios, ex novios, o amigos. Los pleitos entre parejas-disparejas suelen consumarse en el hogar, lugar donde se supone reina la armonía, la sana convivencia, la confianza, el cuidado, el respeto y el amor. La sopa fría puede detonar una riña doméstica, que se vuelve más frecuente e intensa hasta que termina en feminicidio íntimo o de pareja.

En Monterrey, ciudad donde se concentra el mayor porcentaje de la población del Estado y se cometen feminicidios en mayor número, Olga Amelia Villanueva fue baleada por el agente ministerial David Bravo, con quien sostenía una relación sentimental.

Las notas de una década de feminicidios revelan que algunos de los agresores creen ser propietarios de las mujeres. Este sentido de propiedad es una característica que agudiza la violencia entre las parejas, ya sea que vivan juntas, estén separadas o que la mujer tenga intención de terminar la relación.

"Soy celoso y siempre pensé que había otra persona de por medio, pero nunca lo comprobé", es la declaración del uxoricida Carlos Manuel Suárez, quien asesinó de 20 puñaladas a María Victoria Solís, confirmando la teoría de que los hombres suelen responder con violencia extrema cuando suponen una infidelidad o un posible abandono.

Sí, el concepto "feminicidio" acuñado por Diana Russell y Jill Radford refiere el asesinato de mujeres a manos de hombres. Pero también involucra la misoginia, el sexismo, las relaciones desiguales entre los géneros, la persistente violación a los derechos humanos y la impunidad en torno a los delitos cometidos contra las mujeres y las niñas.

El feminicidio, dice Russell, es un crimen de Estado cuando éste no establece las condiciones de seguridad propicias para que mujeres y niñas vivan sus vidas libres de violencia, o cuando las autoridades son negligentes para prevenir y eliminar estos crímenes.

Hasta hoy no se ven las políticas públicas, efectivas, eficaces e indispensables, para detener la ola de violencia que ha traído inseguridad, dolor y tristeza a las familias nuevoleonesas.


La autora es directora de la agrupaciónArthemisas por la Equidad, A.C.

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