Nora Carolina Rodríguez
¿Cómo puede alguien ir a enterrar más de cincuenta cuerpos humanos, incinerarlos, balearlos, torturarlos, sin que nadie se dé cuenta? En el mismo sitio. En menos de quince días. Cuando estaba lloviendo torrencialmente. ¿Cómo le hicieron?
A ver… (el tono es de total incredulidad). Esto no es posible. Estamos siendo testigos de la peor de las pesadillas que muchos escritores han fabulado. La historia nos ha dado ejemplos terribles de masacres, pero todo apunta a que en poco tiempo, se verán opacados con las muestras de crueldad y saña con que se libra esta guerra, la mal llamada guerra contra el narcotráfico.
Y aunque parece que no se sabe quién trae la batuta en esta sinfonía aparentemente sin ton ni son, el panorama es muy claro para los estudiosos del tema. Las fuerzas del orden que fueron creadas para resguardarlo, son cómplices de los que han dado en denominar “malitos”. La corrupción campea en todos y cada uno de los cuerpos de seguridad.
Hay indicadores de que el principal motor del narcotráfico es el lavado de dinero. Los expertos, como Edgardo Buscaglia, dicen que una de las medidas que realmente combatirían al narco, es la investigación de la procedencia de fondos en muchas y variadas empresas. El considera que nuestro país cuenta con la plataforma fiscal necesaria para rastrear el movimiento de dinero. Y ha ilustrado claramente cómo en otros países este mecanismo ha dado resultados.
Pero una de las consecuencias inmediatas es la demostración de la capacidad de corrupción que tiene el narco, y es evidente que muchos funcionarios públicos, civiles, militares, de la armada, de todos los confines del país, serían evidenciados. Nos faltarían cárceles para tanta gente. ¿Leyes? Hasta una agencia de investigación de los Estados Unidos puso en claro cómo es que quienes son denunciados, aprehendidos y encarcelados, gracias a los procedimientos legales o ilegales, a los resquicios de las leyes y la injusticia y corruptelas que padecemos, vuelven a la vida social como si cualquier cosa. Y no digamos la parcialidad de los más encumbrados órganos encomendados a impartir justicia. Ni saben lo que es, a la vista de un buen fajo de billetes. No importa que sean verdes.
No me digan que no están asustados con el hallazgo de las fosas clandestinas en Juárez, N.L., a una orillita de la autopista a Reynosa. Cuando escucho a algunas voces describir el macabro hallazgo, la descripción de los tatuajes de los cuerpos humanos, me invade una especie de tristeza, desesperación, melancolía. Creo que esto no sólo no tiene remedio, sino que de facto, nos estamos impresionando o espantando, algunos se estarán acostumbrando, otros más serán incrédulos, pero como decía aquel viejito: ya no fue bueno. Ya no vamos a quedar buenos (de juicio, de razonamiento) después de todo este sainete: tiros de gracia, decapitados, levantados, secuestrados, torturados, quemados vivos o muertos, entambados en ácidos.
Y eso quienes queden vivos, porque a este paso, veinticinco mil serán pocos. ¿Qué les gusta como pronóstico? Siendo conservadora, pronostico una tercera parte de la población. Entre los que se pelean entre sí, los que son “combatidos”, los llamados daños colaterales, todo es suma de bajas.
A ver quiénes quedan para dar cuenta de la nueva y diferente sociedad que se tendrá que construir. Empecemos a diseñar la utopía. De otra forma no podremos ni siquiera continuar.
lunes, julio 26, 2010
¡50 cuerpos humanos!
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