En los dos o tres programas de Tercer grado que he visto durante los miércoles recientes, el joven periodista Carlos Loret de Mola se ha comportado como auténtico apache en Versalles, como turco en el Vaticano. Cada quien tiene su opinión sobre ese programa, aunque es evidente que muchos lo han identificado como antipejista radical. Pese a ello, antier la participación de Loret fue un espectáculo de contradicción atribuible no sé a qué reposicionamiento izquierdoso del muchacho, a una especie de ímpetu por opinar sin atenerse a la inclinación mayoritaria del programa.
En la emisión del miércoles 5 de septiembre, el pánel tocó tres temas, y en los tres Loret fue demoledor, tanto que por momentos parecía Gerardo Fernández Noroña y no Carlitos Loret de Mola. Cito algunos de sus juicios.
a) Sobre la remoción de los conejeros del IFE: Deben salir, pues es claro que el IFE no hizo bien su chamba y, sin pelos en la lengua, a Ugalde lo impuso Elba Esther.
b) Sobre la censura a Ruth Zavaleta: “Lo que me queda muy claro es que un error técnico no fue (…) hubo allí una decisión de alguien que sabía los alcances de esa decisión. Yo no creo en los ingenuos, y mucho menos cuando estamos hablando de la presidenta del Congreso en un momento álgido (sic) en donde ya se había filtrado que los perredistas se irían. Es decir, alguien sabía qué se iba a decir desde esa tribuna, alguien sabía que la que lo iba a decir era nada más ni nada menos que ella, y alguien tomó esa decisión”.
c) Sobre el mensaje de Calderón del domingo 2 de septiembre: “¿Este es el presidente que hace tres semanas convocó al Congreso para superar lo del informe y entrar en un debate parlamentario? ¿Este es el presidente que la noche anterior convoca al diálogo, convoca a contrapuntar ideas? ¿Este es el presidente que todavía tiene el empacho de decir en su discurso, ese día, en Palacio Nacional, ‘quiero cambiar las formas del informe presidencial’ y está haciendo exactamente lo mismo que han hecho sus antecesores? ¿Esa es la república a la que quiere gobernar Calderón, una república de 23 interrupciones en aplausos? Ese no es el país y espero que lo tenga claro. En el país hay mucho más de lo que estaba sentado allí en Palacio Nacional y que me fascinó la manera en como Alfonso Zárate lo catalogó: los acarreados de cuello blanco; me parece que es exacto (…) El discurso es como son todos los discursos, era salinaslandia, lopezportilandia, foxilandia y ahora calderonlandia”.
Lo publiqué el miércoles, y lo repito hoy: frente al optimismo de quienes ya sacramentaron como estadista a Calderón, la peluda realidad está allí, tan grotesca y envejecida que al contemplarla hasta Loret de Mola parece un Che Guevara con facha de niño popof.
Me traje este articulo de Ruta Norte Coahuila, a quien doy las gracias.