lunes, junio 21, 2010

Carta a Monsi o no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy

Ximena Peredo

Me preparé muy mal para la muerte de Monsiváis. Tuve tiempo suficiente para hacerlo pero lo gasté esperándolo. Al enterarme de su muerte mi mente conectó vagones extraviados. Mientras el narrador del juego Dinamarca-Camerún hacía una pausa para informar a los radioescuchas el deceso del escritor, yo me desaparecí de mi asiento, abandoné el tráfico y me separé todo lo necesario de todo y de todos para despedirme de uno de mis amores peor correspondidos pero más gratificantes. Hallé consuelo en la imagen de una fruta desprendiéndose de su árbol. Ese momento, místico, único, del tallo que se suelta de la rama para entregarse en su confiada pesadez a la tierra me hizo cerrar los ojos y percibir la inexistencia de Monsiváis. Ya no estás, Monsi. No hay relevos. Nos quedaremos donde nos dejaste.

El domingo 27 de Mayo, luego de espulgar el periódico por última vez, algo me empujó a traer papel y pluma para escribir -¿por qué no?- una carta a Monsiváis. Hay que aprovechar esas mañanas en las que nuestros ojos ven nítido, en el ánimo hay perfume y el futuro se antoja como un mejor lugar. Escribí la carta en tres hojas, sin reparar, sin regresar, sin censurarme. Supe que estaba siendo sumamente cursi pero decidí no sentir vergüenza por ello, al contrario, desanudé las barcas nostalgia y cursilería para bogar buscando entre mis voces la que lo llamara.

Pasó una semana, dos, tres y la carta seguía en mi bolsa. La semana pasada fui finalmente al edificio de Correos pero encontré la oficina postal cerrada con un letrero que decía que a partir de ese día, la oficina cerraba una hora antes, a las 4pm. Dos días después regresé por la mañana, compré un sobre, y al buscar la carta en mi bolsa me acordé que justo la noche anterior había vaciado mi bolsa buscando desesperadamente un prendedor o mis llaves. Decidí comprar el timbre, y me llevé el sobre. En la estampilla aparece Rafa Márquez y Torrado. El viernes fue un día complicado de principio a fin y la carta, el sobre y el timbre tuvieron que esperar un mejor momento. En esto pensé cuando supe que Monsi había muerto.

La comparto con quienes están tristes, como yo. Para quienes como yo, se sienten desamparados y lamentan la suerte de México sin Monsi.

27 de Mayo de 2010, Monterrey, N.L

Querido Monsi:

Te escribo y te pienso desde el Monterrey que hoy se asoma soleado y brillante por mi ventana. Talvez no me recuerdes pero soy esa, en alguna fila, que nunca te habla pero siempre conversa secretamente contigo después de leer tus libros y columnas. Me llamo Ximena, alguna vez te mandé una servilleta para saludarte después de un mitin de AMLO cuando almorzábamos en Bellas Artes. Luego me tocó estar sentada en tu camita, mientras tú nos hablabas desde tu reposet con tus crocs rojas. Formé parte de ese libro reciente “La conciencia imprescindible”. Te escribo ahora desde la esquina de mi cocina, desde la mesa donde yace el periódico que sigue sin traerte. Estas letritas tienen por objeto decirte que me haces falta y que en tu ausencia te has hecho presente.

Entre los lectores y sus escritores favoritos se teje algo, un aire de familia. Creo que no soy la única que al leer algo que goza de veras piensa que el mensaje no puede más que ser decodificado por pocos. Como si una se asumiera parte de una tribu a la que pertenece el autor.

Esta idea es la que me hace pensar, creer, que te conozco, que te quiero. Corro el riesgo de estar equivocada pero aún siendo así no me arrepentiría porque habría gozado el sentimiento. Hoy me rebasaron la nostalgia y la cursilería, me pusieron esta hoja de papel y esta caligrafía para decirte que te extraño.

Yo creo que pronto te pondrás bueno, que regresarás con una revolución, -otra, la mejor- y que nos contarás lo que ves con la sabiduría de quien ha puesto su mano sobre la cabeza de la muerte. ¿Qué es la muerte? A mi no me espanta que te vayas. No lloraré como viuda ni me cercioraré de que todos vean que te llevo flores. No, Monsi, la muerte te espera para recompensarte. No te vayas a llevar un sabor a México amargo. Llévate el que algunos seguimos soñando. El del relajo, el de la solidaridad entre iguales, el de la amistad cívica, el que goza. El que lucha, el que se sostiene de pie, el de la reivindicación, el digno, el inteligente. Desde Monterrey yo sigo conservando un México en mi paladar que nadie me hará arrojar. Amo pensar que nuestros Méxicos se parecen, Monsi.

Recibe el abrazo largo y los dos besos que no me atrevo a darte en persona. Recibe mis caricias en tu pelo blanco y una sobadita en la espalda. Mis conversaciones, nuestras conversaciones seguirán: siempre me dices cosas bien distintas en los mismos renglones.

Te espero, te esperaré contenta.

1 comentario:

Eleutheria Lekona dijo...

Pero !qué hermosa la carta! y todas las palabras que la preceden...