María Elena Padilla
Monterrey.- Un día fui a la librería Universitaria y pregunté por el libro La Puta de Babilonia, de Fernando Vallejo. La chica frente a la computadora volteó a verme con cara de no estar segura de haber oído bien: ¿cómo me dijo que se llama el libro? Le repetí los nombres, del libro y del autor; voltea buscando ayuda, apoyo, a su compañera de escritorio a la cual, ya cerca, le dice en voz bajitita: “el libro La puta de Babilonia”. Reconocí el peso de la palabra.
Luego recordé que, cuando éramos jóvenes, nuestros padres, especialmente la madre, no solían decir “maldiciones” o “malas palabras” frente a sus vástagos (particularmente si eran mujeres) y cuando lo hacía el padre, la madre le reconvenía (aunque fuera con la mirada). Así que a muchas se nos soltó la lengua ya creciditas. Y no es que nos salgan sapos y culebras de la boca, pero ya no nos sentimos culpables cuando nos brota un ¡chingado! cuando algo sale mal, o cuando comentamos que alguien es un(a) cabrón(a), si se ha portado como tal. Sin embargo, la palabra puta, por su carga de valoración moral, por su connotación sexual, sigue siendo una expresión condenatoria que ofende a much@s.
Lo anterior viene al caso por La Marcha de las Putas, llevada a cabo en Monterrey, el 10 de julio. Un evento convocado por jóvenes a través de la Red y organizado luego ya de forma presencial por miembros de diversos grupos. Esta marcha es una réplica de la organizada originalmente por jóvenes en Toronto, a raíz de que un oficial de policía de la ciudad, aún reconociendo que su comentario se consideraría inapropiado, aconseja a las mujeres no vestir como putas para evitar ser víctimas de violencia sexual; esto lo hace en la Universidad de York, ante ojos y oídos atónitos de los concurrentes. En respuesta, hombres y mujeres salen a la calle reivindicando el derecho de las mujeres a vestir como se les dé la gana sin que eso signifique otorgar permiso para acoso o agresión sexual. De hecho las chicas deciden vestirse provocativamente y autodenominarse igual que el calificativo endilgado por el policía.
Por supuesto que en la civilizada y políticamente correcta Toronto el hecho tuvo consecuencias además de inaugurar una serie de marchas a lo largo y ancho del planeta, pues el policía responsable, Michael Sanguinetti, se vio obligado a pedir disculpas públicas y asumirse avergonzado por su desafortunada declaración. En México ha habido no pocas expresiones similares de parte de funcionarios, políticos y representantes de la iglesia, los cuales señalan igualmente a la víctima de un delito sexual como responsable de incitar al agresor, pero a diferencia de la ciudad canadiense, aquí nadie se ha visto forzado a desdecirse o a mostrarse apesadumbrado por la pifia y el agravio.
En Monterrey, entre doscientos y trescientos asistentes, la inmensa mayoría jóvenes, festivos caminaron por el centro de la ciudad con consignas frescas pero precisas: “No es No”, que encabezaba la convocatoria para significar que cuando se dice No, se debe entender la negativa sin pensar que la otra se está haciendo la interesante, poniendo difícil, provocando o fingiendo; “yo escojo a quien me cojo”;“el machismo mata”; “la falda cortita no me hace facilita”; “porque soy mujer exijo mis putos derechos”; “machete al machote”, o como dijo una de las participantes al final de la marcha: puedo ser puta, pero no soy tu puta.
El cometido de denuncia de agresiones verbales, físicas y sexuales así como discriminación por motivo de género y/o apariencia corporal terminó de cumplirse con la participación de compañer@s procedentes de diferentes grupos convocantes en donde se expuso el acoso policíaco hacia grupos vulnerables (LGBTTT) y se cuestionó el rol de la reproducción social de estereotipos producto de una sociedad con cultura machista y patriarcal.
Durante la marcha, del otro lado de la calle estaban los observadores casuales y efímeros: buena parte de ellos comprendiendo escasamente el significado de lo que pasaba frente a sus ojos. Esperamos que se hayan llevado de tarea entender, comentar, reflexionar sobre lo que vieron y oyeron.
Tomar con coraje la palabra que es lanzada como dardo hiriente y transformarla en arma defensiva demuestra decisión e inteligencia; revelar la ideología que le subyace y la alimenta es un paso hacia adelante; descubrir al sistema dominante y opresor que se sustenta en una cultura de discriminación y desprecio hacia amplios sectores de la población, eso resulta vital.
Bravo por quienes se dieron el tiempo para compartir el espacio, la denuncia, la reflexión en esta ocasión. Seguro que no será la última vez que haya oportunidad de hacerlo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario