lunes, noviembre 22, 2010
Nuevas y viejas dimensiones de la desigualdad
El pasado 23 de octubre Zigmunt Bauman, flamante premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades junto con Alain Touraine, dio una conferencia en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona en la que disertó sobre la estrategia universal de la lucha por el poder y de cómo ésta, mientras los estados desarrollados han creado estructuras burocráticas que han dado visos de razonabilidad y modernidad a sus sociedades, ha llevado a cabo un proceso de transversalización de la economía mundial a través de la globalización, poniendo en peligro el futuro de las democracias.
Bauman explicó cómo los estados, preocupados por conseguir que el comportamiento de sus ciudadanos fuera previsible, han permitido que el poder económico manipulara los niveles de incertidumbre rompiendo el contrato social entre empresa y trabajadores, en el que ambas partes estaban confinadas a una ausencia de libertad de elección por estar ligadas a un espacio geográfico que no podían romper so pena de incrementar los costes finales de los productos al consumidor por la vía de las barreras arancelarias de acceso a los mercados internos. Capital y trabajo estaban obligados a entenderse. Fue deseo del capital poner coto a esa dependencia mutua abriendo las barreras arancelarias que permitieran deslocalizar la producción, rescindiendo unilateralmente aquel contrato mutuo que tanto permitió a las sociedades industriales alcanzar los niveles de bienestar que las caracterizó. Este contrato, enfatizó Bauman, ha sido rescindido unilateralmente porque mientras el capital ha pasado a moverse a escala planetaria con total libertad, la fuerza de trabajo ha continuado confinada a unas fronteras políticas. La imagen que propone Bauman a este fenómeno es la de una fuerza de trabajo enraizada al territorio mientras que el capital sólo está anclado, cual barco en un puerto, pudiendo zarpar en cualquier momento.
Una consecuencia directa de estos hechos ha sido la rotura de una constante que se inició con la revolución industrial y permaneció intacta hasta finales del siglo XX: el crecimiento económico de las naciones ricas era variable explicativa directa del crecimiento de sus clases medias y del empobrecimiento de las naciones pobres. Esta tendencia ha cambiado con la consolidación de la globalización económica: mientras disminuyen las distancias entre naciones ricas y pobres, están aumentando las diferencias sociales internas de las economías ricas alcanzando niveles de concentración de la riqueza análogos a los del siglo XIX. También estamos asistiendo a un desvío del capital inversor hacia las economías emergentes (veinte mil millones de euros en 2010 hasta el momento) que ya está causando una burbuja en los activos de aquellas economías. Otra de las consecuencias de esta dinámica, que ha quedado evidenciada con la crisis, ha sido la pérdida de poder de la política local frente a las fuerzas económicas mundiales. En palabras de Bauman, nos encontramos en un campo minado y sin instrumentos de intervención a escala planetaria.
En referencia a la afirmación de Bauman con respecto al peligro que corren nuestras democracias, la deriva del Tribunal Supremo estadounidense, culminada por Bush, ha puesto fin a los esfuerzos por controlar la financiación de las campañas electorales permitiendo la creación de unas sociedades opacas que vehicularán el dinero de forma secreta hacia los partidos. Los demócratas y liberales temen que se conviertan en un instrumento para apoyar a los aspirantes republicanos más conservadores. Las próximas elecciones americanas prevén una mayoría republicana en el Congreso que facilitaría la aprobación de este instrumento y que pondría a la política americana, todavía más si cabe, al servicio de los intereses empresariales.
Pero aquí no acaba todo, la derecha neocon de todo el mundo se está planteando si la democracia continúa siendo un instrumento válido para el crecimiento económico o, por el contrario, está suponiendo un exceso de trabas a sus aspiraciones económicas, tomando como referencia la pujante economía China y su ausente sistema de libertades. No es casual que Bernie Ecclestone, propietario de la Fórmula 1, haya declarando su ausencia de fe en la democracia, poniendo como ejemplo cómo la democracia ha traído el desastre a Irak. Bien podría el Sr. Ecclestone haber cuestionado la guerra inventada con documentos falsos de la CIA o denunciado las atrocidades cometidas por ejército estadounidense sobre la población local que han sido reveladas por Wikileaks, o la tradicional ingerencia de occidente en el resto del mundo impidiendo, como alertaba Terzani en El fin es mi Principio, la supervivencia de otros oasis económicos, como si aquellos barros no hubieran traído estos lodos. Mientras tanto, los “Asustados Unidos de América”, como apodan con sorna los hispanos que allí viven, continúan llevando a cabo una estrategia mediática para demostrar la ineficacia de una socialdemocracia como la española, desacreditando su sistema público de salud a favor del sistema sanitario privado americano, publicando informaciones que intentan demostrar que la bancarrota de España es inminente y señalando el fracaso de aquel “milagro español” . Como pueden ver, aquella estrategia universal de la lucha por el poder a la que aludía Bauman, camina con paso firme en su intención de convertir al mundo, como pronostica Josep Fontana , en una sociedad anónima.
No hace falta acudir al Oráculo de Delfos para adivinar que una economía planetaria sin instrumentos de control y de gestión planetarios, es más que probable que someta a los costes-país (sanidad pública, legislación medioambiental, educación pública, administración y sistema fiscal) al principio de los vasos comunicantes. Puede que Bauman tuviera en cuenta este principio cuando trazó su teoría de la modernidad líquida . Según el Principio de Pascal, que Blaise Pascal demostró en el siglo XVII, la presión que se ejerce sobre la molécula de un líquido, se transmite íntegramente y con la misma intensidad en todas direcciones. Saquen sus propias conclusiones.
1- Ver David Altheide en La Contra de La Vanguardia del lunes 18 de octubre.
2- Ver: Blogs público
3- Bauman plantea que en la modernidad líquida las identidades son semejantes a una costra volcánica que se endurece, vuelve a fundirse y cambia constantemente de forma. El autor plantea que éstas parecen estables desde un punto de vista externo, pero que al ser miradas por el propio sujeto aparece la fragilidad y el desgarro constante. Según sus planteamientos, en la modernidad líquida el único valor heterorreferenciado es la necesidad de hacerse con una identidad flexible y versátil que haga frente a las distintas mutaciones a las que el sujeto ha de enfrentarse a lo largo de su vida.
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