viernes, junio 13, 2008

Fidel Herrera: Fidelidad por la Represion

Carlos Beas Torres

En Veracruz, día a día la violencia se recrudece, y cuando nos referimos a la espiral violenta que sacude a ese estado no sólo hablamos ya de las frecuentes ejecuciones, secuestros y enfrentamientos a tiros en centros comerciales y zonas densamente pobladas. De manera cada vez más abierta y preocupante, el gobierno de ese estado utiliza de forma ruin y extrema la violencia para frenar los crecientes reclamos principalmente de campesinos, ambientalistas e indígenas.
Fidel Herrera, cuya administración se ha caracterizado por la frivolidad y un desmedido culto a la personalidad, ha dispuesto de sumas millonarias para crear y difundir en los medios una imagen propia y de su gobierno. Pintando de rojo el estado y bautizando con su nombre desde carnavales locales hasta fracasados equipos de futbol, ha propalado un mensaje en el cual es el diálogo la base de la gobernabilidad democrática que presuntamente sostiene su gobierno. Con ello ha querido construir un perfil de político abierto y respetuoso de la ley y el diálogo. Sin embargo, graves hechos de violencia gubernamental y de criminalización de las luchas ciudadanas lo contradicen y nos hacen pensar que algo muy grave ocurre en ese estado.
Apenas el pasado 19 de mayo, una pacífica protesta de cientos de indígenas nahuas y totonacas, así como campesinos provenientes de municipios del norte del estado, fue violentamente dispersada en medio de gases, ataques de perros y de golpe de macanas, siendo robados de sus escasas pertenencias y alimentos y retenidos en un auditorio cercano a Rinconada más de mil manifestantes, quienes durante horas fueron ultrajados e insultados por cientos de policías estatales y federales.
El saldo de este ilegal y brutal operativo fue el de varias decenas de personas, hombres y mujeres golpeados o intoxicados y la muerte de una campesina, cuando de madrugada y al retirarse del lugar donde había sido recluida fue embestida junto con otras cinco personas que resultaron gravemente lesionadas. Pero este hecho no es aislado.
Hace ya casi un año, el 14 de junio pasado, indígenas nahuas integrantes de la organización Dorados de Villa fueron desalojados violentamente por la policía estatal de un predio ubicado en Ixhuatlán de Madero, tierras que históricamente les pertenecen y que habían recuperado.
Medio centenar de ellos fueron detenidos y tratados con extrema crueldad, ya que estuvieron ilegalmente incomunicados; uno de ellos, herido de bala, no recibió atención médica en varios días.
Preocupante también es el trato que han recibido los vecinos del Valle de Perote, quienes se han atrevido a denunciar los terribles impactos que provocan en su vida las granjas Carroll, empresa canadiense dedicada a la engorda de cerdos. Verónica Hernández, maestra muy respetada de esos rumbos, inició la lucha de los vecinos de la región y fue perseguida y encarcelada, como ahora lo son varios vecinos más cuyo único delito es protestar por los evidentes daños que causa esta empresa a su entorno. En este caso es claro cómo jueces y Ministerio Público se han prestado a criminalizar actos que son definidos con claridad como garantías constitucionales de la ciudadanía.
El mismo trato represivo lo han sufrido los campesinos de la región centro de Veracruz que han protestado por los graves daños ambientales que viene provocando la empresa Alcoholera Zapopan; a mediados de 2007 cientos de pobladores de Yanga, Carrillo Puerto y Cotaxtla fueron brutalmente agredidos por la policía estatal cuando reclamaban al gobierno estatal que cumpliera con los compromisos hechos para frenar la contaminación que afecta sus cultivos, ríos y potreros.
En Veracruz, el gobierno del estado, maneja un doble discurso, ya que por un lado se dice dispuesto a construir pactos sociales y por otro utiliza toda la fuerza de su aparato represivo para aplastar la movilización de amplios sectores de la población, que no se conforman con discursos demagógicos o promesas incumplidas.
En Veracruz, la violencia gubernamental late con fuerza mientras el espíritu de doña Ernestina nos observa en silencio esperando justicia

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