viernes, septiembre 02, 2011

Silencio

Ximena Peredo Hay que ser valiente para no creerse el cuento de los quesos oaxaqueños porque advirtiendo -ya no sospechando- que somos rehenes de los negocios privados de "las autoridades", el resto del teatro se cae a pedazos. Y eso nos da pavor. La política vende palabras. El miedo es la materia prima de este negocio, pues la gente aterrada compra ilusiones. Un hermano aterra, el otro vende falsas ilusiones. El tele-pueblo los enriquece a ambos al impulsar sus negocios creyendo que defiende a su Ciudad. ¡Más seguridad, más armas, más soldados! Qué bien va todo. Fernando y Jonás Larrazabal son apenas un botón de muestra. Ante el derrumbe de los mercados financieros, los políticos-empresarios están decididos a saquearlo todo. Tomaron las oficinas públicas para hacer sus negocios sin ningún tipo de concesión. Natividad González Parás y Luis González Parás abandonaron la escena cuando el público aplaudía ya con un gesto de suspicacia. La élite política se está repartiendo nuestra Ciudad y nosotros, tontos, les estamos creyendo que es por nuestro bien refugiarnos en nuestras casas, calladitos y con el corazón desbocado. Ante la tragedia en el Casino Royale, el Estado mexicano contestó enviando 3 mil soldados a las calles de Monterrey. Mucha gente lo celebró de buena fe, pero también por crédula, porque lleva muchos años replicando las opiniones de otros, pero no se ha comprometido en formar su propia opinión. Carlos Monsiváis dijo que la opinión pública en México estaba muerta y hoy esta incapacidad nos condena a un inminente Estado de excepción. Entérese que los soldados y los marinos son obreros que trabajan para un patrón. Entérese pronto. Tenemos muy poco tiempo para caer en cuenta de que no existen los dioses del Olimpo. No hay nadie allá arriba, en la torre, velando por nuestra seguridad. Los políticos menos peligrosos gastan su tiempo frente al espejo, viendo qué perfil les favorece más. Los peligrosos están rompiendo las leyes como auténticos criminales. Tampoco hay tiempo para comprar el patético papel de víctimas. Esto que hoy estamos viendo en el caso Larrazabal lo han venido alertando un puñado de regiomontanos a quienes la sociedad prefirió tachar de conflictivos. Aquí en Monterrey estamos tan programados a resistir maltratos que señalamos a quien protesta y le gritamos: "¡ponte a jalar!". Sentirnos parte de un montón de gente que toma cerveza y ve futbol nos hizo creer que pertenecíamos a un grupo con identidad. Pero la realidad es otra. Yo asistí a la Explanada de los Héroes el domingo pasado, a la concentración convocada por varias organizaciones y encabezada por Ccinlac. Me preguntaba si sería prudente asistir a un evento claramente "renunciantista" que, desde mi opinión, se equivoca creyendo que el problema se reduce a personas incompetentes en puestos claves. Del grupo empresarial es difícil -pero no imposible- que emane un discurso más complejo, que entienda la obsolescencia de un sistema de creencias como el problema de origen. Esto los obligaría a reflexionar sobre qué tanto alimentan y toleran un sistema de privilegios y desigualdades. Por eso se quedan en exigir la renuncia de un personaje -de dos, de tres, de cuatro- que, por otro lado, sólo son parapetos de los verdaderos poderosos. Hemos sido enterados del descontrol que reinó en la concentración del domingo una vez que los organizadores abandonaron la plaza. Pero hay que decir que al menos la mitad de las personas no pudimos irnos. Comenzamos a organizarnos para hacer una fila y compartir por dos minutos el desahogo, las propuestas o las ideas. Las cámaras estuvieron entretenidas viendo a cinco individuos patear la puerta del Palacio, pero muy pocos medios consignaron este ejercicio de casi mil ciudadanos organizados para escucharse durante más de dos horas. Histórico. Ya estoy oyendo que me dicen "muy bien, pero ¿cuál es tu propuesta?". Ahí les va: mi propuesta es bajarnos del escenario de la competencia de "propuestas". No busco seguidores, sino ideas. No traigo prisa. Lo que nos toca es, de verdad, calmarnos. Aceptar que perdimos rumbo y escuchar. Las ideas totalizadoras han fracasado. El que diga que tiene la solución miente. Hagamos silencio.

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