lunes, agosto 08, 2011

La Cosa Nostra en México

Asael Sepúlveda M.

El ser humano se ha definido como una especie que no sólo se adapta a su medio, sino que es capaz de modificar este medio para satisfacer sus necesidades.

Esta cualidad humana se basa en el conocimiento del medio que se quiere modificar. Para conocer, es necesario, primero, saber que algo pasa. Segundo, saber cómo y por qué pasa, entendiendo sus leyes y tercero, por saber cómo intervenir en esas leyes para modificarlas.

Una de las crisis más graves que vive nuestra sociedad, es la de la inseguridad, en donde bandas criminales, organizadas o desorganizadas, hacen sentir su poder y el abuso de su poder, sobre una sociedad que poco ha podido hacer para remediar esta situación.

Si queremos modificar este entorno, necesitamos, como hemos dicho, primero, saber lo que pasa. Este saber nos lo proporcionan todos los días los diferentes medios masivos de comunicación, impresos y electrónicos. Por desgracia, la mayoría de los medios se quedan en la mera descripción de lo que pasa, pero no nos ayudan mucho en la tarea, más importante, de saber por qué pasa, de saber qué hay detrás de lo que pasa. Nos quedamos así viendo pasar una realidad, pero sin saber cuáles son los resortes ocultos de esa realidad.

Esta función, de desentrañar lo que pasa para saber por qué pasa, queda librada a los analistas, a los académicos, a los editorialistas, que deben darse a la tarea de reunir información que vaya más allá de lo concreto, más allá del escándalo cotidiano, para poder ver el bosque a través de los árboles.

En esta tarea, el periodista investigador juega un rol fundamental. Es en este abordaje de la realidad en donde se inserta la tarea de Juan Cedillo, que con una gran minuciosidad, ha buceado entre documentos, en memorias, en personalidades, para poder ofrecernos un mapa, un hilo conductor para entender, primero, qué pasa, segundo, por qué pasa y tercero, para ofrecernos la base desde la cual contestar a la pregunta de cómo podemos modificar lo que pasa.

Ajeno a la especulación, basado en el dato duro, específico, el trabajo de Juan Cedillo es un aporte sustancial para poder enfrentar la tarea de la hora presente, la de la crisis de seguridad y buscar soluciones concretas, válidas, que hasta ahora, no se han podido o no se han querido construir.

Un enfoque muy valioso del libro La Cosa Nostra en México, es que aborda un aspecto de la inseguridad que pocas veces se toca, es decir, el apoyo de los más altos niveles del poder político como ingrediente fundamental para que las actividades criminales se inicien, se asienten y encuentren socios y protección para sus actividades. Un ejemplo de este tipo de apoyo y protección, es el de Joe Schenke, Presidente de la 20th Century Fox y Director del Casino de Agua Caliente, quien fue encarcelado por evasión de impuestos en Estados Unidos, pero que fue liberado poco después gracias al indulto que le concedió el presidente norteamericano Harry S. Truman, el mismo que ordenó el bombardeo atómico sobre Hiroshima y Nagasaki hace 66 años.

Un personaje central en el libro de Cedillo es el de Virginia Hill, una hermosa pelirroja que con su belleza y el apoyo económico que le facilitaban sus jefes de la mafia, supo hacerse de amantes y cómplices en los más altos niveles del gobierno. Que la belleza de una mujer y la abundancia de dinero hayan hecho caer a poderosos políticos, tal vez no debiera sorprendernos. Ya en el Siglo XIII, Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, escribía en el Libro del Buen Amor:

Como dice Aristóteles, cosa es verdadera,
El ome, por dos cosas trabaja. La primera
Por aver mantenencia. La otra cosa era
Por aver juntamiento con fenbra plazentera.

Virginia Hill, la pelirroja de nuestra historia, estuvo casada con Bugsy Siegel, el principal arquitecto del proyecto de lo que hoy es Las Vegas, la capital del juego, y tras enviudar, fue comisionada para abrirle camino a la mafia en México. Para ello, se convirtió en amante de militares y políticos mexicanos.

Tuvo amasiato incluso con un militar de nombre Luis Amezcua, quien llegaría a ser asistente nada menos que del presidente Miguel Alemán Valdés. A lo largo del libro, podremos seguirle los pasos a Virginia Hill, desde sus primeras andanzas, a los 17 años de edad, hasta una caminata que hizo en 1966 por el poblado austriaco de Kopf, cerca de Salzburg.

Cedillo señala en su libro que desde que los chinos fueron expulsados de Sonora y Sinaloa, el cultivo de la adormidera pasó a control de gobernadores, alcaldes, poderosos empresarios, ganaderos y agricultores, así como jefes policiacos que brindaban protección a las bandas locales.

Nos ofrece también un dato quizá poco conocido, el de que al final del gobierno de Lázaro Cárdenas se tomó la revolucionaria medida de legalizar el consumo de drogas, creando a la vez un monopolio gubernamental mediante el cual los servicios de salud serían los responsables de proporcionar la droga al costo a los adictos, para evitar que cayeran en manos de los traficantes. El autor de la medida fue el prestigiado médico mexicano Leopoldo Salazar Viniegra, quien alcanzó a instalar, al amparo de la nueva ley, un dispensario en donde se proporcionaban drogas al costo, bajo estricta receta médica y que ocasionó que una narcotienda cercana, propiedad de Lola la Chata, dejara de ganar unos 2 mil 600 pesos diarios. De aquellos pesos…

Sin embargo, las presiones de nuestros buenos amigos del norte de la frontera ocasionaron que se derogara la ley mexicana y que se regresar al modelo policiaco, que prevalece hasta nuestros días.

El libro nos ofrece un desfile de personajes que van desde los líderes mafiosos, como Lucky Luciano, Frank Costello (el hombre cuya enronquecida voz serviría de modelo para la que usó Marlon Brando en El Padrino), Meyer Lansky y Bugsy Siegel, hasta empresarios acaudalados, sin faltar la presencia de líderes políticos, como Carlos I. Serrano, quien fuera presidente del Senado durante el gobierno de Miguel Alemán Valdés.

Este Serrano alcanzó al grado de coronel por su amistad con el presidente, ya que nunca hizo carrera militar. Fue el fundador de la tristemente célebre Dirección Federal de Seguridad, dedicada al espionaje político y en donde por cierto puso como segundo al mando a un personaje que los norteamericanos habían identificado como agente encubierto para transportar droga.

Cedillo documenta la detención de un automóvil cargado de drogas, detención que fue efectuada por agentes norteamericanos. Un comunicado oficial informa que el dueño del automóvil estaba solicitando formalmente su devolución, con el grotesco detalle de que el dueño, era nada menos que Carlos I. Serrano, presidente de la Cámara de Senadores de México.

En la búsqueda de antecedentes del problema de las drogas, Cedillo nos lleva por los escenarios de la prohibición del alcohol, gracias a la cual floreció el contrabando de licores a ambos lados de la frontera. La mafia de Chicago compraba el licor a dólar en México, para venderlo a 4 dólares en Estados Unidos. El número de cantinas en Tijuana se multiplicó por 3 en apenas 4 años y de 20 mil habitantes, unos 2 mil se dedicaban a la prostitución.

En la década de los treintas se empiezan a amarrar con toda claridad los hilos del poder con los hilos del crimen. El hoy famoso Hipódromo de Agua Caliente, fue creado por un grupo de empresarios de bares de Los Ángeles, en terrenos que eran propiedad, ¡oh sorpresa!, del gobernador de Baja California, Abelardo L. Rodríguez, quien de ahí a poco sería presidente de México. La gestión de los permisos necesarios para el hipódromo corrió a cargo de este singular propietario del terreno.

El exitoso negocio de las apuestas tuvo en descalabro cuando don Lázaro Cárdenas prohibió los casinos. El de Agua Caliente en particular fue expropiado y entregado a la Secretaría de Educación Pública. Así permaneció hasta que el brillante empresario Miguel Alemán, ya presidente, autorizó que se abrieran de nuevo los casinos, influenciado, desde luego, por Virginia Hill y sus amigos.

En el desfile de personajes de la delincuencia italo-norteamericana, no faltan los folklóricos personajes de la delincuencia mexicana, como el de Rodolfo Valdés, alias El Gitano. De este personaje se sabe que tenía un tipo de presencia muy atractiva para las damas y que durante una fiesta, mientras bailaba con la Reina de Belleza de Sinaloa, se acercó al gobernador Roberto T. Loaiza y lo mató a balazos. Años después, otro gobernador sinaloense, Leopoldo Sánchez Celis, lo indultó y lo integró a su escolta personal. Años después, confesaría haber ganado muchísimo dinero con el tráfico de drogas.

Leyendo el libro de Cedillo, podremos asistir a la cumbre de la mafia, celebrada en La Habana, bajo la protección del dictador Fulgencio Batista. Los asistentes, al final del día de reuniones encabezadas por el mafioso Lucky Luciano, se divertían con el espectáculo de Frank Sinatra. De la cumbre mafiosa de La Habana saldría la decisión de desarrollar casinos en Acapulco.

El proyecto encontraría terreno fértil durante la presidencia de Miguel Alemán, gran entusiasta de la industrialización, al grado de que financiaba sus propias empresas con recursos públicos.

Así, en una minuciosa labor de investigación por archivos periodísticos, por documentos del Archivo General de la Nación, de la SEDENA y de las agencias gubernamentales estadounidenses, Juan Cedillo nos muestra los entretelones de cómo se construyó un poder criminal con el apoyo del Estado y que hoy reta al propio Estado y a la sociedad misma.

Trabajos como éste son necesarios para entender nuestra realidad, pues es bien sabido que sólo una sociedad bien informada puede apropiarse de su destino.

* Texto leído por al autor durante la presentación del libro, ayer domingo, en la Casa Universitaria del Libro (UANL).








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