jueves, mayo 12, 2011

Encuentre las diferencias

Ximena Peredo


De noche el centro de la Ciudad parece una escenografía en descanso. El corredor comercial Morelos queda desahuciado cuando las tiendas cierran y los vendedores recogen su mercancía. Todos obedecen la tétrica orden de la noche. Las luces de neón son las únicas promesas encendidas de que, al día siguiente, se instalará de nuevo el espectáculo. Por eso iba yo triste, pedaleando por donde antes, a la misma hora, no se podía ni caminar.

Me sorprendió, sin embargo, encontrar un grupo de cómicos callejeros rodeados de, tal vez, unas 50 personas. Reían. La imagen parecía recortada de otros tiempos. Locos, celebré, ¿qué hacen riendo a solas, en una ciudad fantasma? Me detuve para constatar que no se tratara de la alucinación que traiciona a los sedientos. La gente se carcajeaba con la imitación que uno de los payasos hacía de alguna lengua indígena. Ése era el chiste. ¡Crac!: la magia se esfumó.

Naco, cholo, indio, maricón, machorra y gata son palabras de uso común, cargadas de una fuerza que hiere -y que nos hiere-, de la que no siempre somos conscientes. La crueldad y la ignorancia se besan en este México confundido que entiende a las burlas y a la violencia como signos de superioridad. Pero regresemos al problema que tenemos instalado en casa. Nuevo León, uno de los cuatro estados más violentos del País, ocupa también los primeros lugares en índices de discriminación.

Según la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México, realizada en 2010 pero cuyos resultados están siendo dados a conocer, Nuevo León tiene el foco de alerta encendido. No sólo somos uno de los tres estados que más justifican el golpear a los niños cuando desobedecen, también somos uno de los tres estados que más discriminan a las minorías étnicas cuando sus integrantes buscan empleo.

Hace unas semanas recibí por correo electrónico la fotografía de un hombre, de tez morena y de baja estatura, de pie sobre una acera de Calzada del Valle, en San Pedro, Garza García. Acompañaba a la foto el alarmante mensaje de: éste es el tipo de personas de otros municipios que uno encuentra en su banqueta los domingos. Sentí miedo. No del Ejército, ni de los policías municipales, ni de los zetas: sino de la altanería disfrazada de decencia.

Esta decencia manda decirle a todo el que rechace o cuestione el programa de empadronamiento de empleados del hogar en San Pedro que somos unos estúpidos. Estúpidos o malandros, nos insulta Mauricio Fernández, quien cancela el diálogo aludiendo a que él, con estúpidos no platica. Este Municipio tiene un enorme monstruo viviendo dentro de sus imaginarios muros: el pánico.

La incomprensión del otro, el miedo al diferente es tal que, a la par de instalar este programa de credencialización de trabajadores, se prohibió el uso de teléfonos celulares a comerciantes informales que osaran entrar al Municipio de cristal. Con estas dos medidas el Edil intentará, según declaró, bajar los índices de robo a casa habitación y el "halconeo". Porque está claro que, para muchos sampetrinos, ser pobre es igual a criminal.

Por eso se aterran al encontrarlos en su camino. Peor aún si con ellos comparten la banqueta. ¿Qué está detrás de este miedo al diferente, al pobre, al indígena? Sería muy simplista cerrar el caso diciendo que quien discrimina por apariencia es un perverso. Tal vez pese más un sentimiento de culpa no tratado, aunque yo me inclino más hacia el desconocimiento. Si nos conociéramos más, venceríamos muchos miedos infundados.

El empadronamiento debe cancelarse. Justificarlo ahora con que será la forma en que esta población acceda a servicios culturales y de salud, que ya son públicos y gratuitos, es doblemente discriminatorio. Muy distinto sería que el Municipio de San Pedro exigiera a los patrones el cumplimiento estricto de los derechos laborales dentro de sus casas. Esto sí que abonaría al clima de justicia y dignidad que precisa la paz.

Pero creer que la discriminación viste exclusivamente de lujo no sólo es erróneo sino clasista. ¿Por qué será que nos cuesta tanto trabajo sentirnos orgullosos de quienes somos sin necesidad de excluir o rechazar al otro?, ¿por qué nos aterra sentirnos idénticos?


ximenaperedo@gmail.com

No hay comentarios.: