viernes, mayo 06, 2011

Carta a Javier Sicilia

Compañero poeta Javier Sicilia:

La trágica mañana del sábado 10 de julio del terrible año 2010, en la pista de aterrizaje de las Minas de Bacis, municipio de Otáez en Durango, fue balaceado mi hermano Jorge Soto Alanís y sus compañeros Nicolás Sánchez y Mario Escada, quienes eran guardias de seguridad de dicha mina, ahí quedaron desangrados, obvio a la par que doloroso es contar la miseria del salario y de las condiciones laborales con que contaban, al igual que los mineros y los millones de trabajador@s en esta nuestra querida patria.

Nadie de la empresa nos avisó, ni nos dieron el pésame y hoy a 10 meses de la tragedia que ha desgarrado nuestras vidas, del dolor mayúsculo, la orfandad en que nos han dejado, la injusticia, la impotencia y el espanto cotidiano, Jorge Herrera Caldera, gobernador, no me ha dado una cita solicitada “N” veces, el banco Santander no nos paga una miseria de seguro de vida, los potentados no me reciben, menos atienden una solicitud de becas para los huérfanos que, sin razón alguna, de pronto se han quedado sin la protección y el cariño de sus padres, además sin el sustento material. Y como sucede con los miles de asesinatos en este maldito clima de violencia que azota de manera brutal al norte de México, los asesinos se pasean impunemente ¿felices? Como canta el hermano mayor León Felipe: ¿Y qué es la justicia? ¿Un pim pam pum de fiesta? ¿Un vocablo gracioso para hacer reír a los dioses y a los hombres?

Con un nudo permanente en la garganta, con las lágrimas ya agotadas, con la indignación y la impotencia por el arrebato inhumano y bestial de mi muy querido hermano Jorge, de sus compañeros, de tu hijo Juan Francisco y sus amigos y de los miles de seres humanos, mexican@s que nos han arrebatado, por esta patria mutilada y prostituida, por la sangre derramada, por la vida, por México, por este dolor nacional y compartido, por la esperanza, estaremos en la Marcha Nacional, acá en Durango entre el horror y el espanto, del jardín de San Antonio a la Plaza de Armas, con flores, guitarras, poemas, pancartas y las palomas de Picasso o las propias, a las once de la mañana, estaremos juntos en todas las plazas del país, a llorar por los ausentes, a gritar, que son tiempos de aullar, como nos dijo José Saramago. Hasta que el sol brille de nuevo en este México herido por la X, que a propósito escogiste.

Un abrazo doloroso y triste.

María Socorro Soto Alanís. Poeta.

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