sábado, abril 30, 2011
Niños de la Calle...
martes, abril 26, 2011
Haciendo Camino, desde Monterrey, México, La Ciudad de la Violencia, homenajeando a los niños

En la música: Pablo Milanés, Ana Belen, Pedro Guerra & Julieta Venegas, Alejandro Filio; Carlos
Mejía Godoy, Alberto Cortéz, Mercedes Sosa y máxxx.
domingo, abril 24, 2011
MENSAJE DE PASCUA DE FRAY RAÚL VERA
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¡No está aquí ha resucitado! (Mt 28.6)
UN VIACRUCIS E INMENSO SEPULCRO
domingo, abril 17, 2011
¡Quiero que me regresen a mis hijos vivos o muertos”

MORELIA, Mich.— El autobús 3550 de la línea Ómnibus de México cumplió su ruta la mañana del 25 de marzo sólo con el equipaje; los 12 pasajeros procedentes de Morelia desaparecieron antes de llegar a Reynosa.
Los dueños de las maletas fueron “bajados” del camión en la entrada de San Fernando, Tamaulipas, según narró el chofer de la unidad a familiares de seis jóvenes desaparecidos originarios de El Limón de Papatzindán, en el municipio de Tiquicheo.
En ese grupo están Reyna y Misael, de 25 y 24 años, quienes tenían tres días de casados y decidieron emprender un viaje con destino a Houston, Texas, cruzando por Reynosa.
Los recién casados abandonaban por vez primera su comunidad en pos del sueño americano, junto con el hermano de Reyna, Miguel Ángel de 19 años; el primo de Misael, Augusto de 22 años, y dos amigos, Pedro de 20 y Humberto, también de 20.
“El chofer nos dijo que eran como las siete de la mañana cuando le tocó pasar por la oficina de San Fernando, cosa que nos relató, no quería. Y que cuando iba entrando a ese pueblo unas camionetas grises le cerraron el paso y bajaron a todos”, cuenta Jesús, padrastro de Augusto y tío de Misael.
El 28 de marzo, al pasar cuatro días sin saber de los muchachos, Jesús debió apersonarse en las oficinas de Ómnibus de México en la central de Morelia para que le dieran razón de sus seres queridos.
“Tuve que exigirle al gerente que nos ayudara a rastrear lo que había pasado con ellos, porque ya empezaba a salir en las noticias que estaban encontrando cuerpos enterrados y fue que nos entró mucha preocupación”, narra don Jesús, quien dijo que la línea de camiones le aseguró que una vez que llegó el autobús a Reynosa, se levantó una denuncia sobre lo que ocurrió.
El procurador de Justicia local, Jesús Montejano, informó que se sigue la pista del camión y del chofer, y corroboró la versión de la denuncia interpuesta por Ómnibus de México.
El funcionario estatal informó que son 27 michoacanos reportados como desaparecidos en Tamaulipas, con indicios de encontrarse entre las víctimas enterradas en las fosas.
“Esperamos más denuncias conforme pasen los días, pues no se puede descartar que más gente hizo viajes a esa frontera”, dijo el procurador.
Afirmó que ya se enviaron las 27 muestras de ADN tanto a autoridades fronterizas como en Toluca, para verificar las identidades de los desaparecidos con los cadáveres hallados.
El diputado local Antonio García Conejo, presidente de la Comisión de Asuntos Migratorios del Congreso de Michoacán, dijo que desde 2010 se tiene conocimiento de casos de paisanos secuestrados y extorsionados a su paso por Tamaulipas.
“Desde entonces hicimos un llamado a la federación para que atendiera estos asuntos, pero lamentablemente no se nos hizo caso”, dijo, al tiempo en que mostró un exhorto legislativo fechado en enero.
Mientras tanto, en la comunidad de El Limón de Papatzindán, el dolor comunitario es palpable. Cualquiera de sus habitantes conoce o ha escuchado sobre la tragedia de los muchachos.
“Estoy muerto en vida ¿qué más le puedo decir? Estoy harto de tanto abandono, nadie nos atiende, nadie nos dice nada. ¡Lo único que quiero es que me regresen a mis hijos vivos o muertos, pero que me los regresen”, reclama con voz quebrada y tono de resignación el señor Ascención.
Los llantos, entre rezos y súplicas celestiales de toda la familia, se escuchan a metros de distancia de la vivienda de tabicón y teja de la familia, que en principio se rehusa a hablar derivado del dolor que la embarga, aunque a la postre reflexiona y accede a platicar con El UNIVERSAL.
“Yo ya no puedo con esta angustia. Mi muchacho es bueno, trabajador, campesino que se tuvo que ir de aquí para buscar un lugar mejor”, platica María Luisa, madre de Humberto.
Al buscar al gerente de Ómnibus de México en Morelia se informó que éste no se encontraba laborando.
Sin embargo, en el mostrador la venta de boletos con destinos fronterizos a Tamaulipas sigue.
“Le recomiendo que haga su reservación cinco días antes de la fecha en que quiere salir”, dijo el empleado de mostrador a Rafael, quien tiene planeado viajar a Dallas por Laredo.
—¿No le da miedo viajar allá con todo lo que se dice?
—“La verdad, sí y mucho, pero no me queda de otra, tengo asuntos que me urgen atender. Y si yo soy alguien que no se mete con nadie, no me deben hacer nada”.
martes, abril 12, 2011
Haciendo Camino, miercoles 7:00 pm en Somos Uno Radio

En los temas de la semana: Tamaulipas es noticia, más de 100 asesinatos de gente que se atrevió a viajar en carreteras tamaulipecas rumbo a Estados Unidos y al norte del país, resultado de la corrupción de las policías y la alarmante incapacidad de los gobiernos priístas y panistas.
domingo, abril 10, 2011
Discurso de Javier Sicilia
viernes, abril 08, 2011
El camino de la paz

8 Abr. 11
Estoy entendiendo de distinta forma la definición que guardaba Alfonso Reyes del regiomontano. Al definirlo como "un paladín en blusa de obrero, un filósofo sin saberlo", pensaba que Reyes idealizaba a un pueblo callado. Sin embargo, muchos años después, la guerra y la posibilidad diaria de morir nos ha puesto a todos a filosofar. Advertir que nuestra muerte podría suceder en cualquier momento nos está transformando de formas insospechadas, ¿lo ha notado?
Y no me refiero a la crueldad exacerbada de unos pocos, ni a las infancias truncadas por la metralleta. La violencia desatada y la incapacidad de las autoridades para contenerla nos ha obligado a quedarnos con la papa caliente entre las manos. Así hemos iniciado reflexiones vitales. Acusar e insultar a las autoridades, ya lo hemos visto, no ha solucionado el problema. Nos libera momentáneamente de un grito ahogado, pero el terror se multiplica cuando vemos que no valen las palabras, ni las razones.
En cambio, y aunque a la manifestación nacional del miércoles fuimos pocos, estoy convencida de que cada vez somos más quienes llegamos a la conclusión de que esta guerra no sólo es el resultado de una sádica obsesión de quienes nos gobiernan, sino la factura de varias cuentas pendientes. Cuentas que adeudamos casi todos, con excepción de las niñas y los niños.
Quienes saben que la paz nunca es conquistada por la vía armada han decidido abonar al proceso de reconciliación social desechando algunas conductas que ahora reconocen como antisociales. Las reflexiones de Javier Sicilia, sobre todo las que se centran en la compasión hacia los jóvenes mexicanos que asesinan por dinero, nos convocan a practicar sentimientos colectivos que antes desechamos por avaricia, como la solidaridad y el respeto.
Ahora, con la casa en llamas, es más absurdo pelear por lo que antes parecía importante. Ahora, extraviados como nunca, hacemos un exhaustivo ejercicio de memoria para recordar cuántas veces optamos por la dirección equivocada. Conceder al poder y al dinero las dos sillas de honor y comportarnos como sus sirvientes ha sido el argumento de la historia que hemos escrito en los últimos 30 años.
Las principales víctimas de esta historia no somos nosotros, que recientemente tememos salir a la calle, sino quienes mueren por no tener dinero para comer o para curarse. Los grandes perdedores de esta guerra son quienes se han acostumbrado a la marginación. El derecho a la vida está seriamente comprometido en este País, pero esto no es un fenómeno reciente.
Lo más trágico de morir por una bala perdida es caer asesinado por una persona que sabe que su propia cabeza tiene un precio. ¿Cómo es un día cotidiano en la vida de un sicario?, ¿cómo ha sido la vida de un joven soldado? Quien mata por dinero o por poder está sufriendo profundamente, eso no lo podemos perder de vista. Quien paga por la cabeza de alguien jamás ha escuchado que la comunidad lo necesita. Ésta es la gran desgracia instalada en México.
Por eso he dejado de ponerle nombre y apellido al fracaso. Me parece importante fijar posturas básicas sobre la negligencia deliberada de las autoridades, pero el problema no se resolvería aunque se fueran todos. De hecho, me suena a gran estafa la campaña golpista orquestada en contra de Rodrigo Medina. No hay cómo defenderlo, ni intento parecer su abogada, pero me parece no sólo patético, sino deprimente que alguien pretenda aprovechar esta crisis para capitalizarse políticamente pues, en lo profundo, se trata de una crisis moral.
En la concentración ciudadana del miércoles pasado se escuchó más fuerte el deseo de una reconciliación que la diatriba o el desahogo encolerizado.
Sí, muchos se han envenenado de miedo, por eso desesperan, por eso creen saber quién es el culpable. Otros, en cambio, han iniciado un proceso necesario de revisión personal, familiar y colectivo. Unos van en el tren de la guerra, aunque digan detestarla; los otros han decidido tomar el camino de la paz.
miércoles, abril 06, 2011
Carta de Javier Sicilia
No quiero, en esta carta, hablarles de las virtudes de mi hijo, que eran inmensas, ni de las de los otros muchachos que vi florecer a su lado, estudiando, jugando, amando, creciendo, para servir, como tantos otros muchachos, a este país que ustedes han desgarrado. Hablar de ello no serviría más que para conmover lo que ya de por sí conmueve el corazón de la ciudadanía hasta la indignación. No quiero tampoco hablar del dolor de mi familia y de la familia de cada uno de los muchachos destruidos. Para ese dolor no hay palabras –sólo la poesía puede acercarse un poco a él, y ustedes no saben de poesía–. Lo que hoy quiero decirles desde esas vidas mutiladas, desde ese dolor que carece de nombre porque es fruto de lo que no pertenece a la naturaleza –la muerte de un hijo es siempre antinatural y por ello carece de nombre: entonces no se es huérfano ni viudo, se es simple y dolorosamente nada–, desde esas vidas mutiladas, repito, desde ese sufrimiento, desde la indignación que esas muertes han provocado, es simplemente que estamos hasta la madre.
Estamos hasta la madre de ustedes, políticos –y cuando digo políticos no me refiero a ninguno en particular, sino a una buena parte de ustedes, incluyendo a quienes componen los partidos–, porque en sus luchas por el poder han desgarrado el tejido de la nación, porque en medio de esta guerra mal planteada, mal hecha, mal dirigida, de esta guerra que ha puesto al país en estado de emergencia, han sido incapaces –a causa de sus mezquindades, de sus pugnas, de su miserable grilla, de su lucha por el poder– de crear los consensos que la nación necesita para encontrar la unidad sin la cual este país no tendrá salida; estamos hasta la madre, porque la corrupción de las instituciones judiciales genera la complicidad con el crimen y la impunidad para cometerlo; porque, en medio de esa corrupción que muestra el fracaso del Estado, cada ciudadano de este país ha sido reducido a lo que el filósofo Giorgio Agamben llamó, con palabra griega, zoe: la vida no protegida, la vida de un animal, de un ser que puede ser violentado, secuestrado, vejado y asesinado impunemente; estamos hasta la madre porque sólo tienen imaginación para la violencia, para las armas, para el insulto y, con ello, un profundo desprecio por la educación, la cultura y las oportunidades de trabajo honrado y bueno, que es lo que hace a las buenas naciones; estamos hasta la madre porque esa corta imaginación está permitiendo que nuestros muchachos, nuestros hijos, no sólo sean asesinados sino, después, criminalizados, vueltos falsamente culpables para satisfacer el ánimo de esa imaginación; estamos hasta la madre porque otra parte de nuestros muchachos, a causa de la ausencia de un buen plan de gobierno, no tienen oportunidades para educarse, para encontrar un trabajo digno y, arrojados a las periferias, son posibles reclutas para el crimen organizado y la violencia; estamos hasta! la madre porque a causa de todo ello la ciudadanía ha perdido confianza en sus gobernantes, en sus policías, en su Ejército, y tiene miedo y dolor; estamos hasta la madre porque lo único que les importa, además de un poder impotente que sólo sirve para administrar la desgracia, es el dinero, el fomento de la competencia, de su pinche “competitividad” y del consumo desmesurado, que son otros nombres de la violencia.
De ustedes, criminales, estamos hasta la madre, de su violencia, de su pérdida de honorabilidad, de su crueldad, de su sinsentido.
Antiguamente ustedes tenían códigos de honor. No eran tan crueles en sus ajustes de cuentas y no tocaban ni a los ciudadanos ni a sus familias. Ahora ya no distinguen. Su violencia ya no puede ser nombrada porque ni siquiera, como el dolor y el sufrimiento que provocan, tiene un nombre y un sentido. Han perdido incluso la dignidad para matar. Se han vuelto cobardes como los miserables Sonderkommandos nazis que asesinaban sin ningún sentido de lo humano a niños, muchachos, muchachas, mujeres, hombres y ancianos, es decir, inocentes. Estamos hasta la madre porque su violencia se ha vuelto infrahumana, no animal –los animales no hacen lo que ustedes hacen–, sino subhumana, demoniaca, imbécil. Estamos hasta la madre porque en su afán de poder y de enriquecimiento humillan a nuestros hijos y los destrozan y producen miedo y espanto.
Ustedes, “señores” políticos, y ustedes, “señores” criminales –lo entrecomillo porque ese epíteto se otorga sólo a la gente honorable–, están con sus omisiones, sus pleitos y sus actos envileciendo a la nación. La muerte de mi hijo Juan Francisco ha levantado la solidaridad y el grito de indignación –que mi familia y yo agradecemos desde el fondo de nuestros corazones– de la ciudadanía y de los medios. Esa indignación vuelve de nuevo a poner ante nuestros oídos esa acertadísima frase que Martí dirigió a los gobernantes: “Si no pueden, renuncien”. Al volverla a poner ante nuestros oídos –después de los miles de cadáveres anónimos y no anónimos que llevamos a nuestras espaldas, es decir, de tantos inocentes asesinados y envilecidos–, esa frase debe ir acompañada de grandes movilizaciones ciudadanas que los obliguen, en estos momentos de emergencia nacional, a unirse para crear una agenda que unifique a la nación y cree un estado de gobernabilidad real. Las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una marcha nacional el miércoles 6 de abril que saldrá a las 5:00 PM del monumento de la Paloma de la Paz para llegar hasta el Palacio de Gobierno, exigiendo justicia y paz. Si los ciudadanos no nos unimos a ella y la reproducimos constantemente en todas las ciudades, en todos los municipios o delegaciones del país, si no somos capaces de eso para obligarlos a ustedes, “señores” políticos, a gobernar con justicia y dignidad, y a ustedes, “señores” criminales, a retornar a sus códigos de honor y a limitar su salvajismo, la espiral de violencia que han generando nos llevará a un camino de horror sin retorno. Si ustedes, “señores” políticos, no gobiernan bien y no toman en serio que vivimos un estado de emergencia nacional que requiere su unidad, y ustedes, “señores” criminales, no limitan sus acciones, terminarán por triunfar y tener el poder, pero gobernarán o reinarán sobre un montón de osarios y de seres amedrentados y destruidos en su alma. Un sueño que ninguno de nosotros les envidia.
No hay vida, escribía Albert Camus, sin persuasión y sin paz, y la historia del México de hoy sólo conoce la intimidación, el sufrimiento, la desconfianza y el temor de que un día otro hijo o hija de alguna otra familia sea envilecido y masacrado, sólo conoce que lo que ustedes nos piden es que la muerte, como ya está sucediendo hoy, se convierta en un asunto de estadística y de administración al que todos debemos acostumbrarnos.
Porque no queremos eso, el próximo miércoles saldremos a la calle; porque no queremos un muchacho más, un hijo nuestro, asesinado, las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una unidad nacional ciudadana que debemos mantener viva para romper el miedo y el aislamiento que la incapacidad de ustedes, “señores” políticos, y la crueldad de ustedes, “señores” criminales, nos quieren meter en el cuerpo y en el alma.
Recuerdo, en este sentido, unos versos de Bertolt Brecht cuando el horror del nazismo, es decir, el horror de la instalación del crimen en la vida cotidiana de una nación, se anunciaba: “Un día vinieron por los negros y no dije nada; otro día vinieron por los judíos y no dije nada; un día llegaron por mí (o por un hijo mío) y no tuve nada que decir”. Hoy, después de tantos crímenes soportados, cuando el cuerpo destrozado de mi hijo y de sus amigos ha hecho movilizarse de nuevo a la ciudadanía y a los medios, debemos hablar con nuestros cuerpos, con nuestro caminar, con nuestro grito de indignación para que los versos de Brecht no se hagan una realidad en nuestro país.
Además opino que hay que devolverle la dignidad a esta nación.
viernes, abril 01, 2011
'No podemos ver a un muchacho más muerto'

Su voz serena que revela a un hombre con temple, poco a poco se va transformando hasta que el tono es otro, de enojo, de rabia. Exige justicia, castigo ejemplar. Lamenta el asesinato de su hijo Juan Francisco Sicilia, de sólo 24 años de edad, y de sus tres mejores amigos, que eran como sus hermanos.
Y en medio de su dolor lanza una consigna que describe el tamaño de la tragedia: "No podemos ver a un muchacho más muerto". Luego un breve silencio.
Javier Sicilia, poeta, periodista, evoca su pena y los horrores que enfrentan cientos de padres que como él, han visto caer a sus propios hijos. "Creo que todos ya estamos hasta la madre... hay que unirnos, levantar todos la voz. No podemos ver morir a otro hijo más".
Se quiebra por un momento, pero rápido retoma la exigencia. "Esto no puede seguir así, este país tiene podrido el corazón".
Apenas unos días antes le llegaba la noticia hasta las Filipinas, donde se encontraba por cuestiones de trabajo. La noticia, colosal, devastadora. Su hijo Juan Francisco y otras seis personas habían sido localizados asesinados brutalmente en el interior de un vehículo sobre la autopista México-Acapulco, en el municipio de Temixco.
Describe su regreso "infernal" a México para encontrarse con una realidad cruel, ineludible, la pérdida de su hijo y la muerte de los amigos de Juan Francisco. La plática, la reflexión del suceso, con la periodista Carmen Aristegui, en MVS Radio.
Su desesperación, su impotencia llega a un límite. "Hay que exigir al narcotráfico que reconsidere sus códigos, que no pueden estar matando indiscriminadamente inocentes, esto ya rebasó todo, ni las mafias antiguas hacían esto".
Pide, exige, reclama a las autoridades acabar con la inseguridad, evitar que se den más tragedias, más muertes. "Yo no quiero un muchacho más muerto, ni quiero más a un muchacho estigmatizado por las autoridades y por la prensa, vinculándolos con el narcotráfico, quiero a unos muchachos que tengan oportunidades de crecer y que puedan realmente rehacer esta nación, porque está desgarrada absolutamente. Y le pido a cada unos de estos padres que han perdido un hijo, pues que no cejemos, que nos unamos con estos grupos de solidaridad, con los amigos, con los que están luchando para que esto no vuelva a suceder".
La conversación es larga, pero a Javier Sicilia le hace falta tiempo para narrar la pesadilla que lo tiene envuelto. "Todos, la ciudadanía, estamos cansados y muy dolidos. Cada muchacho que se está muriendo, ya se está volviendo el hijo de cada uno de los seres de esta nación".
Se siente desconcertado por el crimen. En firme, acepta, desconoce las circunstancias que envuelven en multihomicidio. "No tengo idea (del por qué del asesinato) es tan nebuloso todo como en este país, por desgracia".
Reclama la omisión del gobierno de Marco Adame Castillo frente a los sucesos de violencia que sostiene, son cada vez más frecuentes en Morelos. "Es terrible la ausencia de las autoridades en este tipo de casos, es atroz".
Quiere, reclama justicia, pero advierte del riesgo de que se detenga a gente que no tenga nada que ver en el crimen. Insiste en la descomposición de las instituciones, de penetración de la delincuencia en sus estructuras. "(El crimen) está destruyendo a lo mejor de nuestra gente, a nuestros muchachos".