sábado, marzo 10, 2007

El Desmentido

José Gil Olmos

Proceso

8 de marzo de 2007

México, D.F., 7 de marzo (apro).- La semana pasada escribí un artículo sobre la desconfianza y la falta de credibilidad que puede sufrir un investigador cuando miente sobre sus fuentes de información, como es el caso de Carlos Tello Díaz, autor de los libros 2 de julio y La rebelión de las Cañadas.
En ese artículo puse de manifiesto una de las faltas cometidas por Tello Díaz en las dos obras mencionadas, principalmente por haber echado mano de fuentes carentes de credibilidad. Ese fue el punto de discusión y lo sigue siendo.
A raíz de este artículo, el historiador y escritor Héctor Aguilar Camín publicó en el diario Milenio un “desmentido” al siguiente párrafo de mi colaboración:
“La reconstrucción histórica que Tello intentó hacer fue desmentida públicamente por Federico Arreola, Héctor Aguilar Camín y José María Pérez Gay quienes, según Tello, habrían acudido a una cena en la que el equipo de López Obrador habría revelado la confesión del tabasqueño: ‘perdí’”.
El escritor precisa que no desmiente la reconstrucción histórica que hizo Tello de la jornada electoral del 2 de julio del 2006, sino la versión de que fue en una cena en su casa donde se reveló la expresión de López Obrador. Sin embargo, evade opinar sobre el libro de Tello Díaz bajo el argumento de que no se siente cómodo porque el autor se lo dedicó.
Por considerar que se trata de un tema de interés para la opinión pública es que decidí dar a conocer la carta que envié por correo electrónico a Héctor Aguilar Camín, y con ello ofrecer a los lectores los elementos por los que considero necesario hablar de la importancia que tiene para un escritor, periodista o un investigador, contar con la claridad, la confianza y la credibilidad de sus fuentes de información:
Sr. Héctor Aguilar Camín
Leí su artículo publicado en el diario Milenio el pasado 7 de marzo bajo el título “Desmiento”, en el que alude a una colaboración que hice la semana pasada (www.proceso.com.mx, 5/3/07). Centra usted su desmentido en una información que publicó el columnista Salvador García Soto (Universal Gráfico, 15/2/07) y que retomé por considerar que aportaba elementos de análisis al contenido del libro de Carlos Tello 2 de julio, principalmente en lo que se refiere a la existencia de una supuesta reunión donde colaboradores de Andrés Manuel López Obrador habrían revelado la expresión “perdí”, como aceptación de derrota la misma noche de ese domingo. Dato que, por cierto, se ha convertido en la piedra angular del libro.
Su precisión sobre la inexistente cena en su casa, por sí misma, es válida, porque ya el propio Tello dijo que fue en otro lugar, pero si nos vamos a lo importante, que es el libro, como usted mismo lo señala en su artículo, es una lástima que se sienta incómodo en opinar sobre el mismo por el hecho de que el autor se lo dedicó.
Como historiador e investigador, por conocer la forma en que trabaja el autor de 2 de julio, me parece que está en condiciones de hablar o escribir de la forma en que se elaboró dicho libro, y de la importancia de tener fuentes veraces en una investigación histórica.
Ese es el tema central y de eso se trató lo que escribí para la agencia informativa Apro/Proceso, de la credibilidad de Carlos Tello, de quien se tiene como antecedente la polémica que provocó con el libro La rebelión de las Cañadas, precisamente porque mintió en decir que en las comunidades indígenas zapatistas confirmaron la información que él traía.
Hay que decir nuevamente que los reporteros que estuvimos en Chiapas, cubriendo el conflicto, constatamos la imposibilidad que tuvo Tello de entrar a comunidades de base del EZLN para corroborar los testimonios y documentos confidenciales que usó en su libro.
La polémica que provocó La rebelión de las Cañadas duró varios años no sólo por su contenido, sino por las fuentes de información que el autor utilizó.
En noviembre de 1998, en una entrevista publicada en Proceso (1147-29), el escritor Fabrizio Mejía reveló que probablemente una de las fuentes de Tello pudo haber sido los archivos del gobierno de Carlos Salinas, sobre todo en las delaciones que hizo uno de los exfundadores del EZLN, Lázaro Hernández, quien había abandonado las filas del grupo antes del primero de enero del 94. Estas declaraciones le valieron a Fabrizio Mejía una demanda por difamación interpuesta por Tello y que, como usted recordará, no prosperó.
En dicha entrevista, Fabrizio Mejía reveló otras cosas: dijo haber rechazado su ofrecimiento de elaborar un libro sobre la guerrilla chiapaneca, y relató que Tello terminó haciendo dicho libro que se llamaría La rebelión de las Cañadas. Así mismo manifestó la sospecha de que se utilizaron los “expedientes Lázaro Hernández” que varias personas dijeron haber visto en las oficinas de Ulises Beltrán, coordinador de asesores del presidente Carlos Salinas.
Entonces como hoy la crítica en el libro de Tello se centra nuevamente en la falta de credibilidad de sus fuentes de información, en las contradicciones en las que incurre y en la desconfianza que esto imprime no sólo en algunos pasajes clave de los libros, sino en la totalidad de los mismos.
Y de esto hay que hablar públicamente, aunque resulte incómodo.

Comentarios: gil@proceso.com.mx