sábado, diciembre 09, 2006

Panorama Norteamericano


Eduardo Valle

El Universal

09 de diciembre de 2006

Los barones del narcotráfico y de las organizaciones criminales sólo temen una fuerza: los grupos especiales del Ejército mexicano. Cada vez que los jefes visibles de las empresas criminales les han retado, terminan en la cárcel. O en el cementerio. El clásico ejemplo es el de Osiel Cárdenas Guillén; podía lanzar amenazas hasta en contra de la integridad física del procurador Macedo de la Concha; pero cuando se refirió a los generales de la ciudad de México... en una semana ingresaba al penal antes conocido como Almoloya. Así de sencillo; así de rápido. Curioso; no es verdad?
Las empresas criminales controlan ciudades, territorios y rutas empleando la ley de "plata o plomo". Los policías municipales son su primera línea; en especial jefes, patrulleros y operadores de radio. Los policías ministeriales se convierten en sus mandaderos y sirvientes. Los ministerios públicos estatales sirven para manipular hasta el ridículo los asuntos que podrían comprometer a los señores. Los gobernadores poco quieren saber de estos asuntos delicados y dejan a los procuradores actuar a su "leal saber y entender". Claro las cuotas siempre van para arriba y la corrupción siempre comienza arriba. Aunque sea por el "dejar hacer y dejar pasar". Siempre, frente a un caso en extremo escandaloso, se podrá cambiar al procurador y "borrón y cuenta nueva". Incluyendo el reemplazo de los comandantes en las plazas. Esto conviene a las empresas criminales: en lo general los nuevos jefes resultan más baratos que los anteriores.
¿Y los policías federales? Ellos no se entrometen demasiado en el control local de ciudades y territorios. Sus asuntos son los aviones y las pistas, los navíos y los puertos, las aduanas y las empresas de transporte de carga, incluyendo a las de envíos por ferrocarril. Pues los permisos para pistas y embarcaciones, pilotos de aeronaves y barcos, corresponden a Comunicaciones; como también los asuntos de telefonía y radiocomunicaciones. Y, por supuesto, tratan de las investigaciones relacionadas con asuntos nacionales e internacionales. Cuando hoy la demanda en Estados Unidos trata de drogas muy diversas y no sólo las clásicas. Pues también para ellos hay "plata o plomo". A los que resisten: plomo; para los otros, plata. Claro, cuando el Ejército se presenta en una investigación especial, la orden es sencilla: involucrarse lo menos posible.
Esto no ocurría en la época de oro de la Federal de Seguridad o con la Policía Judicial Federal. En aquellos días de vino y rosas los barones del crimen organizado conocían su deber: presentarse con los comandantes federales y llegar a acuerdos. Los otros niveles eran secundarios.
Sólo con Arturo Durazo Moreno, gracias a López Portillo, se presentó la excepción. Nadie podía pasarse de listo; en esos días aquellos policías tenían "licencia para matar". La habían ganado al realizar el trabajo sucio del gobierno en la lucha contra las guerrillas y la disidencia radical. La ley de "plata o plomo" se aplicaba a narcotraficantes, "pateros", asaltantes de bancos, ladrones de autos. Pero la licencia para matar de los policías se agotó. Así la tortilla se volteó.
Todo pareciera un asunto de "policías y malandrines". De ninguna manera: los equipos políticos al frente de Gobernación, la Procuraduría General de la República, Comunicaciones y Transportes y hasta la Defensa Nacional y la Marina -los escándalos en Marina durante el gobierno de Salinas fueron ejemplares- sabían que esto ocurría bajo sus narices. Y los que no se beneficiaron de ello, se callaron. La corrupción política (por complicidad o incapacidad) comenzaba muy arriba. Hasta para efectos de cuentas nacionales, como con Miguel de la Madrid. A partir de López Portillo, México fue transformándose en un narcoestado. Quien moduló la transformación fue un maestro en la política y los negocios. Así nos quedamos: hasta la fecha.
Vicente Fox lo aprendió muy temprano en su gobierno. Y decidió no librar ninguna batalla: pidió a los grupos especiales del Ejército mantener un elemental control sobre los barones del crimen organizado. Y hasta ahí: no quería más problemas. Condenó a los mexicanos a la situación padecida hoy en las calles, las carreteras, los poblados, las ciudades. Mínimo control, ningún gobierno.
Los barones y sus gobernadores, sus procuradores, sus jefes de policía y sus políticos, se convirtieron en... una fuerza principal. Porque, de manera natural, cuando gracias a Fox, los gobernadores se afianzaron en su papel de "señores feudales", se convirtieron en la primera posición a presionar. Y corromper. Se doblegó la mayoría, hasta alegando ignorancia. Todo esto lo conocemos; se puede documentar caso por caso. Pero resultaría que Calderón tendría un problema irresoluble entre las manos. Tome una fotografía de muchos de los principales líderes políticos. Gozan de los beneficios de la amnesia del sistema y de la necesidad urgente de acuerdos. Y esto habla del cáncer extendido de la corrupción en todo el cuerpo institucional; en los tres niveles de gobierno.
¿Y la cobardía intelectual? Ésa se da en los muy desprestigiados partidos políticos (al nivel de las policías, publica EL UNIVERSAL este viernes). Y en los intelectuales orgánicos del Estado; de derecha, centro y más en la "izquierda".
Estos asuntos apestan a cañería, dinero, cabezas cercenadas, cuentas bancarias, información privilegiada en empresas bancarias y de comunicaciones, potentes bombas en viviendas, espeluznantes torturas.
¿Qué tiene que ver el dulce ejercicio del intelecto y la reflexión política con estos tétricos asuntos? Hablemos de "reforma del Estado", de lucha contra la pobreza y el neoliberalismo, de voltear la página y llegar a acuerdos. Para qué mencionar este mundo de violencia salvaje, dinero y poder? Podría resultar casi irrelevante y resulta grosero mencionarlo.
Cuando hoy si algún tema es vital y resulta absolutamente indispensable y urgente estudiarlo y combatirlo es el de las múltiples y probadas relaciones entre empresas criminales y la política. Necesitamos un serio análisis, de mayor alcance, sobre el narcoestado mexicano. Se trata de asuntos esenciales del poder. ¿Lo sabrá el señor Medina-Mora?